A resolver, también hay que aprender

En los inicios del uso de las computadoras en Cuba, era común que los empleados dieran hasta las más disparatadas explicaciones cuando no podían realizar alguna operación, la mayoría de las veces por no estar debidamente capacitados, sin descontar los casos de indisciplina laboral.

Uno de los tantos casos de aquellos años fue al imponer un giro telegráfico que el destinatario no pudo cobrar hasta que el propio remitente se personó en la oficina de correos para exigir la devolución del dinero que él había enviado.

Las mismas veces que enseñó el comprobante y demandó el cumplimiento del servicio, le explicaron que no había llegado, hasta que perdida la paciencia se identificó como graduado universitario de Ciencias de la Computación y que trabajaba como administrador de redes.

Trató de explicarles de manera comprensible y cada vez usaba un lenguaje más popular: Los datos no se mandan para acá como ustedes dicen, se pone en un lugar y ustedes entran a buscarlo sin moverse de donde están, eso es un sistema.

Felizmente, la administradora de la entidad le permitió sentarse frente a la computadora y mostrar en la pantalla dónde estaba su giro que le entregaron, pero sin entender aunque insistió: Esto es un sistema, usted no tiene que moverse de su lugar para recoger algo que otro le envía.

Aquel cliente se convirtió en profesor, cobró y entonces fue cuando le confesaron: “Si cuando pusieron eso aquí nos hubieran enseñado, no hubiera habido problemas”, y eso sí era cierto, pues a ese colectivo pertenecía la mejor teletipista que había ganado premios por la velocidad con que trabajaba sin equivocarse.

Cuando la campeona ingresó en aquella oficina, se empezaban a desplazar los aparaticos que transmitían los telegramas en clave de Morse, y la irrupción de los teletipos, primero muy ruidosos y luego silenciosos, fue un salto de calidad apreciable.

La anécdota tomada de la vida real fue en un sitio donde casualmente estaba este periodista, pero hechos similares han podido suceder en cualquier lugar, pues historias parecidas se cuentan por doquier.

El primer impulso por parte del cliente, de los trabajadores y la administradora fue achacar el desaguisado a la falta de capacitación, lo cual es cierto en parte, pues al no dominar los saberes necesarios para operar la computadora, no pudieron hacerlo.

Mas si analizamos con detenimiento el asunto, entre otras fallas, hubo una relacionada con la falta de capacidad o habilidades para resolver problemas que en este caso pudo haberse solucionado mediante las gestiones y el apremio a los niveles superiores para reclamar una acción inmediata de capacitación y alertar los inconvenientes fácilmente previsibles.

Y esa disposición de buscar alternativas para hallar la salida a una situación imprevista, en esencia es lo mismo para un sistema informatizado que para cualquier esfera de la vida sin importar los recursos que se estén utilizando.

Se trata de no descansar hasta encontrar el camino correcto en vez de contemplarlo pasivamente y contentarse o autocomplacerse con la primera justificación que se encuentre.

La informatización, hasta en sus fases más avanzadas, requerirá como cuando no existían las actuales nuevas tecnologías, de disposición, capacidad, habilidades y constancia para resolver problemas imprevistos. Y para esto, también hay que aprender.