Cubahora reproduce algunos fragmentos de la sección Controversia del último número de la revista cubana Temas, en torno al consumo audiovisual que se genera en Cuba por diversos canales, formales y no formales.
El texto constituye la transcripción de un panel de debate desarrollado en las inmediaciones del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), en La Habana; que contó con la participación de Benigno Iglesias, vicepresidente del ICAIC y responsable de la programación cinematográfica; Cecilia Linares, investigadora del Instituto Cubano de Investigaciones Culturales Juan Marinello; Mario Masvidal, profesor de la Facultad de Medios Audiovisuales del Instituto Superior de Arte; Irina Pacheco, investigadora del Centro de Investigaciones Sociales del Instituto Cubano de Radio y Televisión (CIS-ICRT); y Rafael Hernández, politólogo y director de la revista.
Temas es una publicación trimestral dedicada a la teoría y el análisis de los problemas de la cultura, la ideología y la sociedad.
El acceso creciente de los públicos a las tecnologías y la irrupción de nuevos canales —formales y no formales- para la circulación de información, han condicionado modalidades de recepción y consumo cada vez más heterogéneas. Si hasta hace poco podía identificarse en los medios de comunicación la fuente más importante y masiva de socialización de bienes simbólicos, hoy se suman a esa función, además de una blogosfera vigorosa, la generación descentralizada de materiales en diferentes soportes y formatos, y la distribución por múltiples vías.
¿Qué características tiene el consumo audiovisual informal hoy? ¿Qué dimensión ha llegado a alcanzar? ¿Cuál es la oferta y la demanda que prevalece? ¿Qué consecuencias culturales acarrea para la formación del gusto un escenario de circulación mayoritaria de contenidos banales y mercantilizados?
El debate que ahora reproducimos intento responder estas y otras peguntas, como parte del espacio Último Jueves, y de la intención permanente de pensar entre todos temas esenciales de la realidad actual.
Rafael Hernández: El propósito de este panel es analizar el contenido y las características del consumo audiovisual que no se realiza a través de los medios institucionales o formales —los medios de comunicación, el cine, la televisión—, sino a través del acceso directo, sobre todo utilizando los recursos de la tecnología digital, que circulan normalmente en un mercado no formal por medio de video, de DVD, de memorias, etc. ¿Cuál es la naturaleza de ese “consumo audiovisual informal”?
(…)
Cecilia Linares: (…) Los soportes relacionados con el consumo son cada día más diversos; se habla de memorias, computadora, discos duros, iPod, televisores con acoples a Internet, es decir, una novedad tecnológica que permite al receptor una serie de potencialidades que antes no tenía con los medios de comunicación tradicionales, y que lo conduce a convertirse en productor de su propia parrilla de gustos. Ya no es el mismo espectador que estaba en el cine, un santuario oscuro donde era necesario una concentración determinada; ahora puedes hacer uso del video, del DVD, o de las nuevas tecnologías en tu propia casa, compartiendo con el timbre del teléfono, la semioscuridad, los comentarios de la familia. Es un proceso, que convierte la figura del espectador en algo así como de polipantalla y polimultimedios; es decir, es un espectador que empieza a acudir lo mismo al cine, que al video, al DVD o a las distintas tecnologías que pueden estarle ofreciendo esas posibilidades de consumo, pero que, además, le permiten convertirse en su propio productor, y divulgar su trabajo. Esto propicia una mayor flexibilidad de intercambio que rompe los circuitos institucionales.
Este proceso está ocurriendo en un momento en que se potencian extraordinariamente las industrias culturales, de contenido, empiezan a generarse productos increíbles, que no solo son películas o videos, sino también contenido para la web, para los celulares. Ello tiene lugar dentro de una política de carácter global que se caracteriza por una concentración extraordinaria de los mercados, donde un grupito de empresas acapara ese proceso y lacera otros espacios de producción cultural. El resultado es un empobrecimiento de las posibilidades del público. En la lógica fundamental de estas industrias culturales está ganar dinero y, por lo tanto, no están dispuestas a apostar por producciones artísticas que puedan arriesgar esas ganancias. De ahí que sean bastante conservadoras en la estética y manejen de una manera simplificada la diferencia, las distintas formas existentes en el mundo para representar su poética.
(…)
Mario Masvidal: El consumo informal en Cuba hay que definirlo a partir del formal. Este sería aquel que está controlado por el Estado, por las instituciones. Todo lo que produce el ICAIC y el ICRT sería lo que llamaríamos la producción para un consumo formal, incluidos los pequeños lugares de montaña y de difícil acceso, donde hay un DVD, una casetera, un televisor, y la gente se sienta a ver lo que alguien tiene, que se lo dio una de estas instituciones; o el cine móvil en su momento. Entonces quedaría como informal toda práctica de consumo audiovisual en un sentido amplio, que se mueve fundamentalmente en tres pantallas: la del televisor, la de la computadora y la del teléfono.
En Cuba hay que marcar el consumo informal como el alternativo respecto al oficial, porque en el país no hay instituciones privadas o corporativas de medios. Sin embargo, una variante informal de consumo sería aquella que roba la señal del satélite, de un cable del cual se saca otro cable. Eso también es consumo informal de una fuente formal en otro lugar, y excluida en este contexto. En países de práctica capitalista lo más formal no es ni siquiera la producción del Estado, sino la privada; pero en Cuba esa producción, que no tiene acceso legal, llega de manera ilegal por estas vías.
Tal consumo informal en la Isla se mueve con muchos intereses. Está quien, de manera informal, consume la producción formal; es decir, gente que se adelanta a la telenovela brasileña que se está trasmitiendo y ya la vio. Es una voluntad de estar al día, de ver aquellas series norteamericanas que se están poniendo en televisión, pero no solo se adelantan sino que ven los capítulos censurados en todos los sentidos: político, ideológico, formal, etcétera.
También hay intereses de grupos, de sectores, que quieren ver algo que no corre por los canales oficiales —ni aquí ni en ninguna parte—, como video-arte; por ejemplo, toda la producción de los nuevos realizadores yo la he visto de manera informal. Recientemente se ha puesto una selección de eso en televisión, pero no ha sido la norma en Cuba ver la producción de los nuevos realizadores en los medios, al menos en televisión. El ICAIC sí la ha expuesto en algunos cines, pero muchos la consumen de manera informal.
(…)
Habría que incluir en el consumo informal toda la producción doméstica: fiestas de quince, cumpleaños, bodas, que van desde la aburrida cámara que nos muestra en un gran plano secuencia gente que no conocemos, sin ningún arte, ni intención profesional; hasta la construcción de relatos de la boda de alguien.
Hay unas pluralidad de manifestaciones de lo que se ve en ese consumo informal en Cuba y que están matizadas por lo mismo que en el resto del mundo y, además, por nuestras condiciones particulares.
Yo trabajo en un programa de televisión, X Distante, que existe gracias al consumo informal. La emisión salió al aire por la presión que ya tenía el consumo informal. Entonces los directores, Ermitis Blanco y Abel Álvarez, dijeron: “Hay mucha gente que quiere verlo, eso va a tener tremendo público”. Actualmente el programa se nutre de lo que la gente le lleva, que baja y roba de Internet, de la antena. En este caso es al revés, el consumo informal produce el consumo formal.(…)
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