No fue el paso del huracán Irma lo que desencadenó en nuestro país la realización de estudios de peligro, vulnerabilidad y riesgo en determinados territorios, con vistas a reducir el impacto de fenómenos naturales como consecuencia del cambio climático. Este poderoso ciclón en realidad reafirmó la importancia de desarrollar con antelación este tipo de investigaciones que conlleven la implementación de planes y por consiguiente, la mitigación de las consecuencias fatales.
Se estima que el 60 por ciento de la población mundial vive cerca de las costas, lo que demuestra la importancia de llevar a cabo estudios de impacto que permitan prevenir males mayores tras la ocurrencia de fenómenos hidrometeoro lógicos como Irma o María.
Cuba no improvisa ahora en este sentido. El Estado impulsa Tarea Vida, un proyecto que de forma multidisciplinaria, integral y prospectiva, se dirige a reducir los efectos del cambio climático, entre los cuales, por ejemplo, se encuentra el aumento del nivel medio del mar, que para el 2050 se prevé sea de 27 centímetros.
Son 262 los asentamientos costeros en el país, de los cuales alrededor de 120 son en extremo vulnerables, por lo que requieren la intensificación de las medidas previstas a partir de Tarea Vida, muchos de los cuales sufrieron considerablemente el impacto del huracán Irma en días recientes.
Rudy Montero Mata, especialista principal de la Agencia de Medio Ambiente puntualizó en la Mesa Redonda de este jueves que fundamentalmente las afectaciones en los asentamientos costeros del país se localizaron en la costa norte de Guantánamo, Holguín, Las Tunas, Camagüey, Ciego de Ávila, Sancti Spíritus y Villa Clara aunque en la costa sur de Cienfuegos, Camagüey y Ciego d Ávila también se reportaron daños significativos, así como en el litoral norte de Matanzas, La Habana, Mayabeque y Artemisa.
El especialista precisó que los fuertes vientos y las inundaciones costeras debido a la penetración del mar fueron causa principal del saldo negativo que dejó tras de sí Irma, en el que se incluyen las afectaciones al fondo habitacional, teniendo en cuenta la tipología constructiva, el mal estado técnico y la ubicación de las viviendas, muchas de las cuales se encuentran en la primera línea de la costa.
De las 32 áreas protegidas que existen en el litoral norte desde Las Tunas y hasta Matanzas se registraron graves daños a la biodiversidad, y se evidenció que gracias a los proyectos de manejo integrado que se implementan desde hace un tiempo, el impacto en los ecosistemas no fue mayor.
Montero Mata insistió en que los elementos naturales de protección costeros tales como los arrecifes, la arena, los mangles y los pastos marinos amortiguaron el impacto del ciclón Irma en los territorios, lo que pone en evidencia la importancia de protegerlos con vistas al futuro.
“En aquellos lugares donde se desarrollan con sistematicidad acciones de protección los daños fueron menores, por lo que urge multiplicar esas acciones para reducir vulnerabilidades y evitar el surgimiento de otras nuevas. Lo que hoy se haga debe hacerse de cara al futuro”.
Cada fenómeno de este tipo es una experiencia de la que se extraen los mejores aprendizajes, apuntó en el programa televisivo el máster en Ciencias Carlos Manuel Rodríguez Otero, del Instituto de Planificación Física, quien insistió en la necesidad de implementar planes ya evaluados que permitan un ordenamiento territorial sobre la base de un ordenamiento ambiental.
Se han tomado medidas como el acomodo de la población y la reubicación de las viviendas en algunos territorios, agregó, pero se registran aproximadamente 35 000 personas en condiciones de vulnerabilidad y más de 11 000 viviendas afectadas, lo que demuestra que hay que desarrollar estrategias de manera constante.
El teniente coronel de la reserva Wilfredo Cobas Dávila, del Estado Mayor de la Defensa Civil recordó que en los últimos años han sido diez los huracanes de gran intensidad que han afectado a Cuba, por lo que hay que destinar todos los recursos necesarios para impulsar proyectos científicos que evalúen el grado de vulnerabilidad, peligro y riesgo de determinadas zonas.
Cobas Dávila ratificó que no es un tema que solo se circunscriba a decisores o científicos sino a la población toda. Es una responsabilidad ciudadana, como lo acuñó Montero Mata, quien apeló a la preparación constante para elevar la cultura de riesgo en torno a fenómenos derivados del cambio climático que impactarán cada vez con más frecuencia en nuestro territorio.
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