El contexto no pudo resultar más favorable para el debate inaugural del espacio de reflexión y pensamiento iniciado por la revista cubana La Jiribilla este 6 de febrero de 2013, en la Casa del ALBA Cultural. A menos de un mes de la puesta en vigor el 14 de enero de las nuevas regulaciones migratorias en la Isla, un panel integrado por Ambrosio Fornet, editor, ensayista y crítico; Ileana Sorolla, Directora del Centro de Estudios de Migraciones Internacionales de la Universidad de La Habana; Antonio Aja, Director del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana y Director del Programa de Estudios sobre Latinos en los EE.UU. de Casa de las Américas; Norberto Codina, editor y director de La Gaceta de Cuba y Jesús Arboleya, historiador y ensayista, recientemente galardonado con el Premio Casa de las Américas por su ensayo Cuba y los cubanoamericanos, y el escritor Roberto Méndez como moderador, compartió por más de dos horas distintas miradas al tema “Cultura y emigración“.
Desde el repaso a la historia migratoria de la Isla hasta el polémico asunto de la identidad lingüística de una literatura, el intercambio aportó distintas aristas acerca del estudio sobre la migración y sus sentidos culturales. La relación orgánica entre el proceso formativo de la nación cubana y los flujos migratorios fue punto de origen para afianzar la idea de que toda persona oriunda de la Isla, habite donde habite, tiene el derecho a pertenecer a su cultura y de pensar el país. La cultura cubana es una sola, repitieron en diversos momentos los panelistas, también como modo de zanjar la confusión arbitraria de que solo pueden integrar el canon de lo cubano quienes residan en esta tierra, o viceversa. Ello obviaría la herencia de movilidad que marcó la intelectualidad cubana desde las principales voces literarias del siglo XIX como José María Heredia y José Martí, hasta las más contemporáneas como Guillermo Cabrera Infante, Lourdes Casal, Reinaldo Arenas, Uva de Aragón, Agustín Acosta, Abilio Estévez, entre otros.
HISTORIA EN CONTEXTO
El cambio espacial de las poblaciones dentro y fuera de las fronteras nacionales, conocida como migración, ha venido perfilando su actual cariz internacional desde la segunda mitad del siglo pasado. Hasta entonces los procesos migratorios habían estado vinculados con la humanidad misma y su desarrollo civilizatorio, mas al término de la Segunda Guerra Mundial el movimiento de capitales hacia Europa marcó la preponderancia de la migración de países en desarrollo a países centrales del capital, explicó Antonio Aja.
Distintos periodos han caracterizado este flujo e intercambio de personas entre las naciones, buscando por lo general espacios económicos, sociales y culturales mejores o diferentes. Sin embargo, el especialista de la Casa de las Américas resaltó que la cantidad de migrantes actuales no pasa del 3 porciento de la población mundial, a lo que se pudieran sumar también refugiados, visitantes temporales, entre otras modalidades.
“El problema está en qué 3 porciento es el que emigra”, advirtió el estudioso, pues se trata de una migración mayormente joven y femenina, con niveles de educación medio y superior. “Este tipo de población es necesaria para los países de origen que pierden ese capital humano y para el que lo recibe también, porque lo absorbe”, indicó.
Cuestiones como las remesas enviadas por las poblaciones migrantes complejizan el asunto, pues se convierten en nuevas fuentes de dependencia con países desarrollados al constituir fuentes de ingreso principales en el Producto Interno Bruto de países como México, Colombia, del Caribe, de Centroamérica, entre otros. No obstante, estas remesas no son el resultado del crecimiento del migrante sino de su explotación en países desarrollados, advirtió Aja. La crisis financiera internacional ha motivado nuevas tendencias como la migración de retorno a los países de origen, el aumento de la selectividad de la emigración o el envío de remesas a la inversa, destinadas a mantener al migrante en su país de reinserción.
En el caso de Cuba, se trata de una nación marcada por procesos migratorios desde el siglo XIX y parte de su historia ha estado impulsada justamente por ciudadanos más allá de sus fronteras. Después de 1959, con el triunfo de la Revolución, se transforma la condición de la emigración económica y política y pasa a convertirse en un tema de agenda para la relación del nuevo gobierno con los EE.UU.
Dentro de esta tradición migratoria, la profesora Ileana Sorolla llamó a profundizar en el valor simbólico “que ha ido adquiriendo el fenómeno migratorio dentro del sistema de opiniones, actitudes y representaciones de la población cubana contemporánea con respecto a la migración, y el papel que desempeña la emigración cubana en el último siglo como factor reproductor de sí misma, en la medida en que las transformaciones que han ido generando los flujos migratorios constantes han dejado una huella importante y atraviesan como eje transversal toda la estructura de la sociedad cubana contemporánea”.
La profesora realizó un recorrido por la historia migratoria del país, a su juicio aún sin escribir, y con mayor necesidad de estudios profundos. “Las modalidades migratorias que caracterizan hoy el comportamiento de quienes salen del país tienen antecedentes en otras épocas”, reflexionó. El pensamiento, la cultura y lo más iluminado del pensamiento cubano tuvo una experiencia migratoria en algún momento u otro. “El asentamiento de los migrantes cubanos en el extranjero depende, desde entonces, de vínculos familiares, de un capital simbólico y cultural que se acumula por siglos de historia migratoria”, expresó.
La intervención militar de EE.UU. en la Guerra de Independencia de 1895 marca las claves de lo que es hoy la dinámica migratoria en el contexto del conflicto bilateral de ambas naciones, que luego cambia en 1959 de esa relación de dependencia neocolonial a la de migración-conflicto. “El impacto humano y cultural de ese proceso pasa porque el migrante y la familia cubana se convirtió desde ese momento en objeto de política exterior”, señaló la catedrática.
Es un proceso que se ve desde lo político, lo económico, lo democrático, pero no tanto desde el ser humano, consideró. Por tanto, para la estudiosa, entender la migración desde un punto de vista cultural pudiera ayudar a desmitificar, flexibilizar y normalizar las relaciones del país con su emigración.
En el nuevo contexto de la política migratoria cubana se abre la posibilidad de una creciente y fructífera migración circular de acuerdo con la historia del país, reveló Sorolla. “Estamos en un escenario donde se abre un tercer parteaguas por iniciativa del gobierno cubano, en el que probablemente cambie sustancialmente el comportamiento de contexto migratorio cubano y también existan condiciones más objetivas, menos románticas, para que en la emigración haya un cambio de actitud, un acercamiento y una mayor participación para bien en la vida de todos los cubanos”.
LA CUBANOAMERICANA, ¿UNA CULTURA?
El caso de EE.UU. resulta definitorio también desde lo cultural, pues la emigración cubana hacia ese país ha dado lugar a otro tipo de identidad, la cubanoamericana, que a decir del investigador Jesús Arboleya ha alcanzado una configuración propia a partir del proceso de integración de los cubanos en ese país.
Las relaciones precedentes y la influencia de la nación norteamericana en la Isla en la primera mitad del siglo XX propició que los emigrantes cubanos que llegaron allí después de 1959 no estuvieran en un lugar desconocido. La matriz cubana es la que ha caracterizado, desde entonces, a la cultura cubanoamericana, que tiene una ideología también marcada por lo político. “Al establecer EE.UU. condicionantes políticas a los emigrantes cubanos, el núcleo duro de ideología cubanoamericana ha sido la voluntad contrarrevolucionaria, la cual ha influido decisivamente en el resto de los componentes, convirtiendo al plattismo, como se define en Cuba a la ideología de la dependencia que sirvió de soporte al neocolonialismo, en el origen y en buena medida en el cuerpo conceptual de la misma”, indicó.
Con esas visiones diferentes, “la ideología cubanoamericana predominante asumió lo cubano no solo como el país que ya no era, sino como el que nunca fue”, expuso Arboleya. La oligarquía cubana que se estableció en los EE.UU. trasmitió sus tradiciones culturales, pero a decir del estudioso no fueron las mejores “sino una tradición elitista, cursi, cargada de racismo, donde el culto al consumismo ha sido un factor que la distingue”.
En su criterio, el arte y la literatura generado por esta comunidad no ha tenido demasiada riqueza creativa, ni una originalidad transculturada que la singularice. La educación ética en las escuelas privadas cubanas y la preservación de la lengua española han sido lo que la ha marcado. Más que en los medios artísticos, esta cultura se expresa también en tiendas, discotecas, restaurantes. “La cultura cubanoamericana honra más al consumidor que al creador”, expresó Arboleya.
En su criterio, debe profundizarse en este aspecto de la emigración cubana puesto que se trata de un fenómeno trascendente para el futuro de la nación porque el “mantenimiento de la cultura cubana constituye una necesidad existencial para el cubanoamericano” y ello marca el vínculo con su patria de origen. Además, “constituye una expresión a escala social de la cultura cubana fuera del territorio nacional”.
DE UNA Y OTRA ORILLA, LA MISMA CULTURA
Hace casi 20 años, la revista de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), La Gaceta de Cuba, comenzó a publicar un grupo de dosieres dedicados a la literatura y el arte cubanos producidos en la diáspora. Desde entonces, la aparición de obras creativas generadas fuera de la Isla se ha mantenido de manera discreta pero sostenida, tanto en publicaciones de libros como en exhibiciones de artes plásticas o presentaciones teatrales. Sin embargo, a juicio de Ambrosio Fornet, precursor de estos estudios e intercambios sobre la literatura de la diáspora cubana, lo que viene faltando es una mirada crítica recurrente para evaluar esta producción y poner en contexto sus propuestas, porque el público cubano no tiene referentes de las obras de esos autores ni de su relación con la literatura cubana contemporánea que tiene lugar en la Isla. No basta con disponer de los textos, necesitamos ahondar en sus propuestas estéticas y temáticas, lo que solo es posible en un movimiento crítico coherente, sentenció el autor de Maneras de narrar.
Para el escritor, en el caso de las obras escritas en otros idiomas, la impresión se agudiza puesto que las obras cubanoamericanas son “importantes porque nos devuelven esa otra imagen de nosotros mismos”.
En otro orden, es posible que sean más los autores publicados que los preteridos, pero aun queda por resarcir la ausencia de grandes obras de Cabrera Infante, Reinaldo Arenas, Carlos Victoria, Manuela Rosales, José Manuel Prieto, Dolores Frida, entre otros. Al respecto, Daniel García, actual director de la Agencia Literaria Latinoamericana, quien estuvo desde la década de los 90 hasta el 2008 al frente de la Editorial Letras Cubanas, explicó que en el caso de Arenas y Cabrera Infante se han realizado varios intentos pero no se consigue autorización de sus albaceas para publicar en Cuba debido a extremismos políticos.
Fornet invitó al diálogo desprejuiciado sobre la emigración a través de la cultura, una enunciación fácil pero compleja de concretar pues si bien “todos somos cubanos, nuestros respectivos proyectos de nación no siempre coinciden”. En el momento actual, el ensayista propone reanudar y profundizar el diálogo iniciado con la publicación de tantos textos que antes no existían como fenómeno cultural y social. “Necesitamos incorporar ese multifacético movimiento al de la crítica interna” porque se precisa ir más allá, como lo ha hecho el mismo país, refirió. Siguiendo la idea de que las obras las crean los autores pero son los críticos quienes componen la literatura, queda claro que “la palabra que falta es la de la crítica. Para afirmar la noción de que la cultura cubana es una sola y que la literatura cubana es una sola, tenemos que poner a trabajar a nuestros críticos”.
Norberto Codina, director de La Gaceta de Cuba, recordó la tradición de incorporar las voces de la diáspora a la revista desde finales de los 80 e inicios de los 90, al punto de que hasta el momento se han publicado 690 textos que abordan directa o indirectamente la cultura de la diáspora cubana, 286 de ellos de bibliografía activa.
Interrogados desde el público, los ponentes disertaron ampliamente sobre lo que debe considerarse literatura cubana tomando en cuenta términos como exilio, diáspora, emigración, etc. Fornet consideró que toda obra escrita en español por una persona natural de la Isla es cubana. A su juicio, quien se expresa en otra lengua se distancia de su lector principal y por tanto bebe de otras influencias y tradición creativa. Al respecto, Codina llamó la atención sobre escritoras como Achy Obejas y Cristina García quienes, aunque escriben en inglés, se sienten cubanas.
El poeta y ensayista abundó en la diversidad terminológica para calificar a la literatura escrita y publicada fuera de Cuba, pero a su juicio la diáspora resulta el más abarcador. “El cubano tiene derecho a pensar a su país donde quiera que esté”, opinó.
Otra interrogante apuntada por la ensayista Zaida Capote Cruz indagó en la repatriación a partir de las nuevas leyes migratorias. Ileana Sorolla explicó que la última década ha mostrado cierta tendencia al retorno de emigrados, pero esto no representa más que 1 porciento de los alrededor de 2 millones de personas que residen en otros países. “En las expectativas de la emigración el retorno definitivo no es predominante”, concluyó.
Durante la pasada semana, La Jiribilla digital abrió un foro virtual para recibir comentarios y preguntas de nuestros usuarios que fueron también respondidas en el espacio. Sobre la necesidad de circulación en la Isla de libros escritos fuera de Cuba, Daniel García reseñó el esfuerzo editorial por publicar textos de autores cubanos que escriben en la emigración, hasta llegar a un promedio de 2 o 3 títulos anuales en la actualidad.
Otra de las inquietudes correspondió a la influencia de la nueva ley migratoria en la imagen de la Isla que difunden los medios extranjeros. Aja opinó que la nueva regulación está diseñada para eliminar la pérdida de población definitiva, que es un grave problema poblacional para la sociedad cubana si se tiene en cuenta que al año emigran de 30 a 35 mil personas, de las cuales más del 80 porciento van a EE.UU.
Para el investigador, lo estipulado en la nueva ley desmonta una estrategia que han tenido los medios de comunicación sobre Cuba, lo cual no significa que estas no se transformen. Sin embargo, pone en una situación difícil incluso la existencia de la Ley de ajuste cubano, porque se trata de una disposición realizada de manera soberana e independiente.
Antes de concluir el panel, el moderador Roberto Méndez anunció la publicación de un dossier con las intervenciones íntegras del panel en la próxima edición de la revista La Jiribilla de Papel y la edición digital de esta semana.
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