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martes, 19 de noviembre de 2024

Fastuosos carnavales de Río de Janeiro

Las Escuelas de Samba, asociaciones de carácter popular, constituyen el corazón de la más importante fiesta de Río de Janeiro...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 16/08/2016
1 comentarios

En febrero, cuando en Río de Janeiro los termómetros se balancean entre los 40 y los 43 grados Celsius de calor, millares de cariocas, ataviados con trajes que pueden pesar hasta kilogramos, se realizan como cantantes y bailarines en las Escuelas de Samba, asociaciones de gente pobre nacida en favelas, pero que atraen a distintos estratos sociales.

Hay dos niveles para estas asociaciones —grupo especial, las mejores— y el de las aspirantes a serlo, que durante una semana concursan en un desfile iniciado al anochecer y que dura hasta los amaneceres del siguiente día. Antes los carnavales ocupaban las principales vías públicas y ahora, desde 1984, el Sambódromo “Marquéz de Sapucai”, obra del arquitecto Oscar Niemeyer, con capacidad para 90 000 personas sentadas a lo largo de esa estructura, bien sea en camarotes o gradas. Por el paseo de 700 metros desfilan y ganarán las que cumplan con 10 puntos de requisitos exigidos por un jurado de personalidades de la danza, la música y la literatura.

Para el carioca, es un gran honor desfilar en el Sambódromo, en pleno centro de la ciudad. Para hacerlo debe ante todo ahorrar el dinero de los trajes alusivos de la representación —una historia, actual o pasada— que da origen a una llamada samba, enredo que todos deben memorizar, pues durante ese paseo de no más de una hora y 15 minutos todos los miembros de la Escuela deben cantar y bailar. No hacerlo, les puede descalificar.

Estas llamadas vitrinas del Carnaval carioca —se le considera superior en fastuosidad al de Venecia, Italia— resultan un complejo aparato en el que un detalle puede costar descender del Grupo Especial de 12 escuelas al nivel inferior, por lo que cuando termina una de estas populares fiestas, ya al mes siguiente se convoca al concurso para seleccionar el samba-enredo del siguiente año.

Durante meses, cada fin de semana, y por precios módicos, en las grandes naves donde se guarda el avituallamiento de la Escuela, llamada Cuadra, se realizan ensayos del personal carnavalesco, aún sin los disfraces. El público acude a sambar los fines de semana.

CALIENTAN ANTES DE LA SALIDA

En las calles aledañas a la Plaza Once, donde está ubicado el Sambódromo, las Escuelas “calientan” antes de que se les dé el pitazo para la entrada. Se estima que una escuela puede tener más de cuatro mil miembros. La primera de ellas surgió en 1928 cuando un grupo de sambistas de la favela Estacio fundaron la Deixa falar (Deja hablar), base de los actuales grupos carnavalescos. ¿Qué la diferenció? Que se bailaba y evolucionaba al sonido de la samba.

También llamado esquenta, (calienta) es el momento antes de comenzar el desfile, donde se posicionan los componentes, esperando su turno para entrar a la pista. Mientras la anterior escuela está cerrando su desfile, se indica a la próxima que se vaya preparando para entrar al compás de sambas antiguas y famosas que enardecen a los integrantes. La batería (conjunto de unos 100 músicos de samba) comienza a sonar en una especie de gran ensayo final, deseando suerte y dedicación a su membrecía.

Una vez colocado el primer pie en el Sambódromo, el cronometro comienza a correr. No puede pasar el desfile del tiempo fijado.

La Comisión de Frente es el primer grupo de unas 15 personas en entrar en la amplia avenida con coreografías refinadas. Viene siendo la maestra de ceremonias del espectáculo. Este es un requisito obligatorio. Casi siempre van acompañados de la madrina de la escuela (bellas modelos o artistas profesionales), y le sigue el ala de las bahianas, un grupo de mujeres negras vestidas como las esclavas del estado de Bahía, los que trajeron a Rio de Janeiro sus canciones y danzas.

La pareja de danzantes que porta la bandera de la escuela es de suma importancia. Mujer y hombre elegantes, vestidos con grandes y brillantes adornos, evolucionan a la perfección durante el pase.

Luego vienen los bloques con sus vestimentas alusivas a la historia contada. Miles de personas de todas las edades. Algunas escuelas pasan frente al jurado después de la medianoche, pero nada interrumpe el ímpetu.

Y están las gigantescas carrozas (ocho metros y medio de ancho, más nueve metros y 80 centimetros de altura como máximo) llenas de colorido, mujeres y hombres muy bellos, semidesnudos, bailando y cantando, pues acá no puede dejar de moverse la boca y los pies. Estos enormes aparatos —si se rompe o se demora puede costarle puntos al equipo carnavalesco— son halados por grandes camiones o tractores. También llamada “alegoría”, es un chasis con sus ruedas como esqueleto base, con decorados de esculturas y otros adornos que representan los elementos del tema de la Escuela. El primer carro del desfile se le llama “abre-alas”.

No es extraño encontrar en el metro, en la madrugada, a familias enteras vestidas con lujo en busca del lugar de concentración de su escuela. Después se trata de darlo todo en el campo de la competencia, a una velocidad que identifique la Escuela como un solo cuerpo, una fila continua de ritmo, canto, música, evolución.

Mucho, muchísimo mejor que permanecer sentado en el Sambódromo, es unirse a la esencia de una de las tradiciones musicales de Río de Janeiro.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista

Se han publicado 1 comentarios


carlosvaradero
 16/8/16 11:03

Esos si son carnavales...muy a pesar de la violencia que pueda generar este tipo de eventos en Brasil...no se puede negar que esos...si son carnavales..... Saludos!!

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