David pasa el umbral y siente las miradas caer sobre él. Cabizbajo toma asiento. Era nuevo en el aula, no se encontraba cómodo, sobre todo después de haber llegado tarde y llamado la atención de todos. La maestra continúa la lección y pocos minutos después se escucha el timbre del recreo.
El aula se dispersa por el enorme patio, más enorme aun cuando se tiene diez años, y David se siente perdido. Toma partido y se dirige al grupo de niñas que jugaban a la rueda; pero su nueva profesora interviene enseguida. Le deja claro que ese no es su lugar y lo envía con los varones a conversar sobre cartas coleccionables en una esquina.
Los niños cuchichean al verlo llegar, Le niegan la posibilidad de participar en la charla. Tampoco le interesa. Desconoce por qué debe pertenecer allí, pero calla.
David quiere jugar con las niñas, responder las preguntas lanzadas por la profesora en el aula, leer en los matutinos; pero con el tiempo y las burlas que hacían referencia a su comportamiento afeminado, entendió que lo mejor para él sería guardar silencio, mantenerse al margen y dejar las ofensas pasar.
Varias investigaciones cubanas corroboran la existencia del bullying homofóbico en las instituciones educativas, aunque la problemática carece del seguimiento merecido.
Al decir de la Doctora en Ciencias Pedagógicas Miriam Rodríguez Ojeda, el acoso escolar por temas de diversidad sexual constituye uno de los asuntos que más necesita trabajarse en la preparación de docentes como parte de las actividades de capacitación y metodológicas.
Para la especialista, el docente, más que contribuir a la educación de la sexualidad de sus estudiantes e impulsar la tolerancia, se convierte en un multiplicador de sus propias carencias, estereotipos y prejuicios.
Durante la carrera, los pedagogos y las pedagogas reciben la asignatura de educación de la sexualidad, como parte del currículo propio y optativo. Sin embargo, la mayoría de casos son incapaces de aprehender las enseñanzas impartidas y traspasarlas al aula.
La educación sexual en Cuba posee un enfoque biologicista. Tanto así que la asignatura escogida para hablar a los estudiantes de Preuniversitario (12-18 años de edad) sobre métodos anticonceptivos, enfermedades de transmisión sexual y embarazo adolescente es, precisamente, la Biología.
Este patrón se repite en los restantes niveles de enseñanza y nunca faltará el maestro o la maestra que, en lugar de guiar, atemorice a sus estudiantes con ideas propias de un conservadurismo distante a nuestra realidad o nuestros tiempos.
La Resolución 139 del 2011, se perfeccionó el pasado año, a partir de modificaciones vinculadas con las necesidades del desarrollo psicosexual de niñas, niños y adolescentes y de las experiencias pedagógicas y sociales de su aplicación. Así quedó aprobada la nueva Resolución No.16 del Ministerio de Educación (MINED), cuya implementación integral se encuentra detenida en estos momentos.
El portal del MINED anunció en septiembre del pasado año que la aplicación de la resolución se aplazaba debido a la tensa situación económica y epidemiológica del país. De acuerdo a las declaraciones de Mary Carmen Rojas Torres, Jeja del Departamento de Salud del ministerio, esto impide la producción de libros de texto, planes de estudio, programas, orientaciones metodológicas y cuadernos de trabajo para la generalización del Tercer Perfeccionamiento del Sistema Nacional de Educación.
Se contempla la educación de la sexualidad en todos los niveles de enseñanza, e incluye las Escuelas de Formación Pedagógica donde se forman las maestras y los maestros de las escuelas primarias y secundarias.
Con el fin de actualizar los contenidos y recursos metodológicos de este programa y lograr así, la adquisición por parte del docente de los recursos didácticos necesarios para impartir las temáticas más complejas y que mayor resistencia opongan al cambio de imaginario sociales, el MINED organiza varios espacios de capacitación.
Se necesitan una perspectiva de género, derecho y diversidad para dar lecciones sobre educación sexual, y en general, para desarrollar la docencia. La Doctora en Ciencias Pedagógicas considera imprescindible aumentar las matrículas de postgrado para actualizar a los profesionales del sector educacional, pues los generados por el MINED resultan insuficientes para suplir las demandas en los distintos niveles.
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Desde el triunfo de la Revolución los programas educacionales del MINED se vincularon con las estrategias e investigaciones del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX). A pesar de la alianza institucional, la efectividad de los programas carece de la profundización requerida.
En la actualidad ambas instituciones trabajan de conjunto en “la implementación de una estrategia de integración social de las personas trans, que contempla objetivos y acciones para la sensibilización de funcionarios, decisoras y decisores, así como, a la superación profesional y capacitación de recursos humanos en las instituciones y organizaciones escolares”, refiere Miriam Rodríguez.
LA FAMILIA: PRIMERA ESCUELA
La responsabilidad de la educación sexual no se le puede asignar solo a los programas escolares, la familia constituye, según la investigación Influencia de la familia en la sexualidad adolescente de Inés Domínguez “el núcleo primario y esencial para la satisfacción de las necesidades básicas de los seres humanos”, donde mayor peso debe tener la plática de estos temas.
Según Miriam Rodríguez, importantes investigaciones en el país constatan modificaciones en el esquema de la familia tradicional: incremento de las tasas de divorcio, fecundidad adolescente, aumento de familias monoparentales, inicio de la vida en parejas desde edades tempranas, envejecimiento de la población y por consiguiente convivencia de tres o cuatro generaciones en el mismo hogar, así como nuevos tipos de familias homoparentales.
Estos cambios atrapan nuevas dinámicas en el seno familiar que pueden traducirse en dificultades a la hora de educar a los hijos y las hijas. La especialista enumera algunas de estas problemáticas como “los diversos modos de concebir y aplicar la autoridad, derivados de la convivencia, de derechos hereditarios, guarda y cuidado de los hijos, violencia doméstica, subestimación de los derechos de mujeres, niños, ancianos, desde una perspectiva patriarcal”. Por eso, la necesaria concepción de un Nuevo Código de las Familias donde se ubica esta realidad cubana en el plano jurídico.
El binomio familia-escuela debe combinarse para educar sobre estas temáticas sin concebir la actuación del otro como algo ajeno. El problema radica también en las mediaciones religiosas, prejuiciadas y estereotípicas que puede presentar la familia y transmitir al menor. “Existen familias en contra de que se aborden en las escuelas los temas de sexualidad y diversidad, por los prejuicios y mitos que exteriorizan. Sensibilizarlas y capacitarlas constituye todavía una tarea pendiente”, dice Rodríguez Ojeda.
Ante esto ¿cómo educar a las familias? A ciencia cierta se desconoce de un modelo o programa para efectuar tal acto, la solución debe ser multidisciplinar y uno de los factores que la primen debe encontrarse en los medios masivos de comunicación.
Con esta premisa la educación de las familias ha de cimentarse sobre una estructura sin tabúes y desprejuiciada a partir de la defensa de las sexualidades y promueva la libertad, la aceptación propia y desmitifique los deseos. En nuestro escenario para conseguirlo es vital la aprobación del Nuevo código de las Familias, aún en consulta. “Persisten familias en contra de que se aborden en las escuelas los temas de sexualidad y diversidad, por los prejuicios y mitos que presentan. Sensibilizarlas y capacitarlas constituye todavía una tarea pendiente”, comenta la psicopedagoga.
Los padres y las madres, suelen creer que al hablar sin tapujos sobre temas básicos como la masturbación, la menstruación, el aborto, la libertad de orientación sexual e identidad de género incurren en fomentar la promiscuidad en los y las menores, sin embargo, provoca el efecto contrario.
Según la investigación antes citada, elaborada en 2011, “la familia, en la mayoría de los casos, se muestra desorientada acerca de cómo enfrentar la sexualidad de los más jóvenes y en especial, la de los adolescentes. No se comprende que ellos sean sexualmente activos y menos aún, que tengan el derecho de serlo”.
Por otro lado, la sexualización de los varones y la incitación a la búsqueda de parejas desde edades tempranas es muy común en nuestra sociedad. Las familias cubanas, y la sociedad en general, tienden a normalizar cuestiones como preguntarle a un niño de 5 años si tiene novia o más bien, cuántas novias tienen. Asignándole a ellos el poder y la necesidad de elegir desde muy pequeños, solo si la elección cumple con la heteronormatividad.
Para ellas, sin embargo, el marco de elección queda sesgado hasta que alcanzan una determinada edad. En muchas ocasiones no se les concibe como seres deseantes. Esto explica la normalización de la masturbación masculina desde la adolescencia y la censura de la femenina.
Vivimos en una era digitalizada y mediatizada por el desarrollo tecnológico, los y las más pequeñas de la sociedad nacen con ese chip incorporado, factor influyente también en su educación sexual. El mutismo en esferas como la escuela y la familia los y las empuja a buscar respuestas fuera porque las inquietudes no merman durante el crecimiento, todo lo contrario. El fácil acceso a los dispositivos móviles y el valor impregnado en ellos por las personas se entrelazan para que los más chicos hallen respuestas erradas.
La pornografía se erige como el manuscrito de la verdad arrastrando consigo los estereotipos y roles encerados en ella: el papel de la mujer sumisa, utilizable para satisfacer los designios del hombre; la trieja sexo oral, penetración y orgasmo masculino dibuja un patrón de relaciones erótico-afectivas distantes de la real intimidad interpersonal. Visualmente encuentran cuerpos normativos, curvas femeninas, miembros masculinos de gran tamaño, fluidos por doquier, un panorama que puede minar la autoestima personal ante las comparativas con esos referentes.
LA CENSURA DE LO NATURAL
Pero… para hablar de educación sexual, la falta de ella o su deficiente implementación basta con describir escenarios simples y normalizados en un aula de primaria o secundaria donde la primera menstruación de una niña se convierta en motivo de burla o vergüenza.
“Cuando estaba en la primaria fui la primera niña de mi aula en menstruar. Para mí era algo normal puesto que en casa me habían explicado muy bien y en la academia ya habíamos dado este tema en asignaturas como El Mundo en que Vivimos. Por tanto, se lo comenté de forma natural a mis compañeros. Los varones de mi aula comenzaron a utilizar ese motivo para reírse de mí. Cuando le cuento a la profesora su respuesta fue: quien cuenta sus secretos pierde la libertad”, relata Ingrid.
Esta situación se reflejó en ella como una inseguridad consigo misma, creó un secretismo en torno al tema por el resto de miembros del aula y promovió un tabú sobre un proceso completamente natural. Además, dividió a los infantes en niños y niñas, fuertes y débiles, así, con un acto tan simple se engendra y reproduce la raíz de nuestra sociedad patriarcal en detrimento de la igualdad.
Pero, desde las vivencias propias pueden confirmarse también las deficiencias de la educación sexual recibida. Quien tuvo suerte habrá recibido alguna charla sobre anticonceptivos, llena de buenas intenciones, sí; pero mal enfocada y manejada.
Los niños, niñas adolescentes y jóvenes, en muchas ocasiones, pueden describirte hasta cuatro métodos anticonceptivos, pero no tienen idea a cabalidad de cuáles son los beneficios y riesgos. La información se evidencia, pero mal enfocada.
Trae consigo que la tasa de fecundidad adolescente en Cuba represente el 16% de la tasa global de fecundidad en el país, datos similares a los del resto de América Latina, según las cifras recogidas en la tesis en opción de grado de Licenciatura en Periodismo de Laura Serguera Lio, titulada Del dato al periodismo en profundidad: Embarazo adolescente un desafío demográfico. Pero, teniendo en cuenta el envejecimiento poblacional de nuestro país, la fecundidad adolescente en comparación con la fecundidad global está muy elevada.
Otros datos descritos en la misma investigación evidencian que “las mujeres de 12 a 19 años aportan algo más del 25 por ciento de las interrupciones voluntarias de embarazo. Los procedimientos superan el número de nacidos vivos de madres en ese rango etario, lo que permite concluir que las adolescentes están regulando su fecundidad de esa manera”. Pero… esta es otra historia y será abordada más adelante.
Queda claro que la educación sexual, desde la escuela, la familia, las instituciones constituye el primer eslabón, que de estar perdido arrastrará consigo una serie interminable de perjuicios.
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David se encuentra en su último año de universidad. Está a punto de graduarse de Ingeniero en Telecomunicaciones de forma sobresaliente. Hasta tercer año de la carrera nunca se le había conocido una pareja estable y no fue hasta duodécimo grado, tras años de mofas y provocaciones que decidió abrirse y compartir con su familia y amigos su orientación sexual.
Ningún heterosexual ha tenido que brindar declaraciones sobre sus gustos, mucho menos dar explicaciones o recibir juicios de valor por ello. David sufrió el rechazo desde la infancia, se vio obligado a esconderse y reprimir aficiones, sentimientos y pareceres en su adolescencia, per se etapa compleja.
Quizás hubiera sido más sencillo si aquella maestra, en lugar de imponerle, le hubiera dejado ser un niño y hacer lo que los niños hacen: jugar. Quizás el apoyo hubiera sido más representativo que las burlas, si sus compañeros de aula hubieran recibido la formación adecuada. Pero resultan demasiadas suposiciones…
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