El mundo ha presenciado con las elecciones presidenciales de Estados Unidos un despliegue abrumador de telepolítica, o sea, la transformación de la política en espectáculo, donde Donald Trump frente a Hillary Clinton, no se avino a las reglas que se esperarían del establishment económico y político, y probó una inusitada capacidad de generar rating.
Toda la ardua campaña electoral norteamericana giró en torno a la figura del magnate, sus exabruptos, sus acosos a mujeres, lo que motivó la falta de discusión sobre los temas centrales de la política, la economía y la sociedad, siendo un “factor distractivo importante”, según Leandro Morgenfeld, historiador, y autor de los libros donde aborda las relaciones de Estados Unidos y América Latina.
Para Morgenfeld, hace décadas, existe un “gobierno permanente” de Washington, más allá de las diferencias entre republicanos y demócratas, y entre los sucesivos candidatos. El sistema político estadounidense, más que alternancia, garantiza continuidad. Los dos partidos del orden representan dos caras aceptables para el establishment. Nunca se pone en discusión el carácter imperial de Estados Unidos. De ello podemos colegir que como Bernie Sanders sí proponía una modificación sustantiva de la política exterior, tuvo que abdicar ante el partido Demócrata y millones de dólares de las corporaciones, que decidieron por la Clinton, como probaron los emails filtrados por Wikileaks.
Mientras el show estaba frente al electorado, trabajaba meticulosamente el Estado Profundo, ese gobierno no elegido, también llamado el “gobierno invisible” o “en la sombra”, sobre el cual apuntó en sus análisis Charles Hugh Smith, en la Red Nacional y Popular de noticias de Argentina, quien pronosticó la victoria de Trump, una sorpresa que, como reacción inmediata, conmocionó al universo bursátil.
El sistema electoral estadounidense, que es vendido como la democracia perfecta, mostró que el voto popular no significa nada, aunque le haya dado la victoria a la supuesta opción menos mala: la demócrata Clinton. Esa elección indirecta que aplica a la voluntad de las élites, volvió a ganar.
Tómese en cuenta que, el presidente de los EEUU es un gerente de una red institucional compuesta por el Congreso, la Corte Suprema de Justicia, el Pentágono, la Reserva Federal y un sin fin de lobbys públicos y secretos, desde la Asociación Nacional del Rifle a Universidades, desde la CIA a la DEA y el FBI, así como los llamados tanques pensantes. Quien obvie esto no rebasará la carga de mensajes de ambos candidatos, que dejaron fuera un verdadero plan de gobierno democrático.
Los globalistas neoconservadores que apostaron porque Hillary continuara empujando su agenda batallaron duro, incluso en medio del show seguido por una teleaudiencia que llegaba a todos los países, poderosísimos diarios estadounidenses, pronosticaban la victoria de la Clinton, tratando de influir en el voto popular.
Sin embargo, otra ala del Estado Profundo, que de algún modo controló el voto de los colegios por estado se afanó y ganó, ante la perspectiva de que Hillary y su agenda neoconservadora serían un desastre absoluto para el gobierno invisible, la nación y el Proyecto Imperial que gobierna.
Ahora la gestión del equipo ejecutivo de Trump, puede comenzar en serio, un proceso de gestión dirigido a desacoplar a la nación y su imperio global de los extralimitados neo-con, según el pronóstico del analista Hugh Smith.
Queda por ver si se confirmará el vaticinio del reconocido cineasta Michael Moore: «Si gana, Donald Trump sería el “último presidente de Estados Unidos”» quien lo dijo en una entrevista a Democracy Now!, al respecto del estreno sorpresivo de su última película la titulada: “Michael Moore in TrumpLand” (Michael Moore en la tierra de Trump).
TRUMP FRENTE A AMERICA LATINA Y CUBA
Dado el intrincado mecanismo gubernativo de continuidad del imperio estadounidense ¿podrá Trump desprenderse de la plataforma del partido republicano o alejarse de la Doctrina Monroe?, que es lo que importa para la subregión.
Hay que apuntar y no como un dato menor, que la Plataforma Republicana, definida en julio durante la Convención del partido, es la más extremista en décadas, según valoró el mismísimo New York Times.
La plataforma inicia así: “Creemos en el excepcionalismo americano. Creemos que Estados Unidos de América no es como ninguna otra nación en la tierra. Creemos que América es excepcional por nuestro papel histórico -primero como refugio, después como defensor y ahora como ejemplo de la libertad a la vista del mundo”.
En torno a Latinoamérica, acusa que los demócratas han “abandonado a los amigos de América recompensado a sus enemigos. Un presidente Republicano nunca abrazaría a un dictador marxista, en Venezuela o cualquier otro lugar”.
También afirma que desea dar la “bienvenida al pueblo de Cuba de regreso a nuestra familia hemisférica -después de que sus gobernantes corruptos sean sacados del poder y hechos que rindan cuentas por sus crímenes contra la humanidad”. Repudia la apertura del presidente Barack Obama como “vergonzante” y expresan su solidaridad con las Damas en Blanco, entre otros.
Solo un ingenuo desecharía que América Latina es considerada como el patio trasero con banderas de Doctrina Monroe y, que de Trump no se puede esperar algo diferente. El ala triunfante del establishment no cambia la geopolítica hacia nuestros países. El objetivo se mantiene hacia el control de los abundantes y finitos recursos naturales existentes en nuestros países, que son necesarios para alimentar el modelo de acumulación capitalista con sus insostenibles niveles de consumo, despilfarro y desperdicio.
En el reparto actual del capitalismo mundial, América Latina es el pilar sobre el cual Estados Unidos mantiene su cada vez más precario lugar como poder dominante en un mundo, por lo que deben asegurar el dominio militar, económico y político sobre nuestra región para mantener el acceso privilegiado a los recursos.
Independencia e integración son los únicos antídotos ante la indiscutible amenaza letal, no importa cuán camuflada la presenten la propaganda y el marketing político.
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