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domingo, 17 de noviembre de 2024

Mojemos la Ley de ajuste…

Vencida la política de pies secos, pies mojados, la lucha de Cuba se centra en derrotar un privilegio migratorio que aun fomenta la inseguridad...

Enrique Manuel Milanés León en Exclusivo 07/02/2017
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Pasaporte, entrada permanente
La Ley de Ajuste, única en el mundo, que se mantiene como “ventaja” y señuelo para los hijos de la antilla mayor.

Acogidos a una loca política migratoria norteamericana hacia Cuba —que solo ha recuperado la mitad de la cordura—, durante 2016 llegaron a Estados Unidos de manera irregular y se asentaron allí más de 56 000 cubanos. Otros 7 000 fueron atrapados en el mar y devueltos a la isla. ¿La cantidad de muertos en el intento…? Se desconoce, porque entre la propaganda promovida por Washington para dañar la imagen de la Revolución y el velo extraño de una ilegalidad permitida por la nación receptora, nadie puede aventurar el desenlace de cada historia personal a lo largo de varias fronteras de agua, cielo y tierra. Al respecto, se habla mucho y se dice muy poco.

Todos saben, aunque en el país del “sueño” casi nadie se atreve a comentarlo, que el estrecho de la Florida ha sido, por décadas, un cementerio de cubanos promovido por la maquinaria desinformativa estadounidense. No hay cruces porque también las cruces se ahogan.

A casi un mes del fin de la política de pies secos, pies mojados, establecida en 1995 bajo la firma y “bendición” del Gobierno de Bill Clinton, es importante entender que la ley y el orden han recobrado apenas un trecho rumbo a su destino final: el manejo seguro y colaborativo de la frontera y de la migración entre dos viejos antagonistas que se han planteado, más allá de la reapertura de embajadas, la normalización de sus vínculos.

Ahora, finalmente, todos los migrantes cubanos irregulares —situados casi, solo casi, en igualdad de condiciones que los de otras naciones— serán considerados pies mojados, en tanto serán devueltos a la isla con independencia de que logren o no tocar esa norteña costa o un punto de esa larga frontera que antes, como un juego de niños con mortales implicaciones, les daba a los que arribaban el pase automático a otro “nivel”.

Pero el ordenamiento solo ha andado un trecho porque aún permanece vigente, intacta en la vitrina del arsenal colonial de la potencia global, esa madre nodriza de la desestabilización migratoria: la Ley de Ajuste Cubano, establecida en 1966.

Pies secos, pies mojados fue apenas un apéndice de la Ley de Ajuste…, un memorando que, si bien sirvió de cauce principal a un flujo constante y caótico de migrantes de la isla al “paraíso” que necesita hacer trampas para atraer, no era nada sin la Ley, y mucho menos tenía capacidad para arrastrarla consigo en su reciente caída. Porque, mientras el presidente estadounidense tenía y finalmente usó facultades para darle la patada de desempleo a esta política, no puede, sin el Congreso, cesantear a la más poderosa e injusta Ley de Ajuste… En ello radica la principal diferencia entre los dos instrumentos afines contra Cuba.

Mientras con pies secos, pies mojados —especie de parodia política de la teoría evolucionista porque “premiaba” al más fuerte, al más osado, al que llegara, como fuera…— los cubanos tenían privilegios frente a migrantes de otras naciones que a veces llegaban hasta en un grupo común y eran tratados de forma absolutamente diferente, su derogación nivela un poco esos tratamientos nacionales, pero quedan importantes distinciones: la Ley de Ajuste, única en el mundo, que se mantiene como “ventaja” y señuelo para los hijos de la antilla mayor y el compromiso de otorgamiento anual de 20 000 visas que no se conceden a ciudadanos de otro país.

No en vano, la lucha de Cuba al respecto siempre se centró en que fuera eliminada la Ley de Ajuste, en tanto su fin significaría la anulación simultánea de pies secos, pies mojados. Hecho a la inversa por el vecino acosador, a La Habana le queda entonces mantener su batalla política contra una ley única en el mundo que nunca ha dejado de considerarse criminal.

Ciertamente, la medida del ya expresidente Barack Obama debe ahorrar un número indeterminable pero significativo de muertes cubanas y acerca el momento —hasta que la Ley de Ajuste sea derrotada— en que un migrante de la isla sea tratado a su arribo a Estados Unidos como un igual, por ejemplo, de un guatemalteco o un dominicano. Si es ilegal, por cubano que sea, será deportado.

Ahora, para acogerse a la Ley de Ajuste Cubano, el interesado tendría que entrar a Estados Unidos con visa legal y solicitar tal recurso luego de un año y un día de permanencia ininterrumpida, de modo que la llegada irregular no funciona, como tampoco el pedido automático al arribar.

Con los años, fue Estados Unidos quien convirtió el manejo de la migración en una herramienta de guerra. El acuerdo de Cuba y Obama —porque está por ver qué piensa y decide Donald Trump— ayuda a que finalmente los pasajes de Camarioca, en 1965; Mariel, en 1980; y la crisis de los balseros, en 1994; que llevaron al mar a 27000, 125 000 y 32 000 personas, respectivamente, queden como ejemplos de lo que no se debe repetir.

Una lectura importante de esa firma es que ya la Casa Blanca —al menos sus inquilinos recién mudados de allí— admitieron tácitamente que la inmensa mayoría de los cubanos que ingresan a aquel país tienen como única “causa política” la lógica aspiración tercermundista de mejorar en asuntos de economía. Casi nadie lo va a admitir, pero en Cuba hace tiempo que todos —incluso esos que se fueron o quieren irse— aprendieron a ajustarse, a pensar y a leer entre líneas, aun en los párrafos aviesos escritos en otro idioma.


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Enrique Manuel Milanés León

Con un cuarto de siglo en el «negocio», zapateando la provincia, llegando a la capital, mirando el mundo desde una hendija… he aprendido que cada vez sé menos porque cada vez (me) pregunto más. En medio de desgarraduras y dilemas, el periodismo nos plantea una suerte de ufología: la verdad está ahí afuera y hay que salir a buscarla.


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