Sobre el mar Caribe andan los sueños, cabalgando caballos de sal y espuma, empinando sus barcos de papel al futuro, quizás en contraposición a la violencia ¿del fiero huracán? Las aguas caribeñas, antes más inmensas por intraspasables para unos, ahora acercan hasta La Habana de todos a jefes de Estado y otros domesticadores de tempestades. Intentan izar en lo alto banderas de integración y unidad.
Este proceso que hoy junta y convoca desde La Habana, tiene sus expresiones máximas en la obra de Martí y Bolívar, pero ahora más que nunca se fortalece en el discurso político de grandes estadistas y es de vital importancia en los Estados del Caribe, enlazados por las mismas aguas saladas.
No podemos olvidar que esa América contiene la huella profunda de la colonización europea, lo cual sustentó indicadores de desunión y explotación en tierras cuyas riquezas emigraban a las grandes potencias, favorecían al viejo continente y con esto se frenaba la circulación de capital en terreno caribeño. Desde entonces estas tierras quedaban relegadas a meras suministradoras de materias primas, sin una plataforma para el comercio regional.
Con la gesta libertadora de estos grandes latinoamericanistas se inicia la apetencia integracionista de la región al Caribe. No obstante, las acciones concretas emprendidas por la burguesía latinoamericana en los años de post-guerra y en el contexto de la Comisión Económica para América Latina ey el Caribe (CEPAL), los primeros pasos tuvieron lugar en la década de los 50, al fundarse la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (1960) transformada en 1980 en ALADI, comenta la historiadora Mayra Polle en un artículo titulado Integración latinoamericana y caribeña.
Según la estudiosa, los grupos que imperaban estaban enmarcados en la corriente capitalista desarrollista cuyo objetivo fundamental era la industrialización a partir de la sustitución de importaciones. Trabajaron en pos de un crecimiento gradual dentro del mercado común latinoamericano e intentaron también un avance posterior hacia la integración económica. Así se concretaron algunos acuerdos bilaterales. Más, hoy Cuba es sede de un momento de singular importancia pues después de tantos años de batallar por la unidad, los Estados bordeados por el mar Caribe confluyen precisamente en esta tierra martiana para unir sus capacidades.
Con independencia de su ubicación geográfica o nivel de desarrollo los Estados de América Latina comparten, en mayor o menor medida, períodos históricos similares: conquista, colonización e independencia.
En un recorrido histórico por los puntales de esta voluntad integracionistala investigadora María Elena Prado Sifontes devela algunas razones en su artículo El proceso de integración en América Latina y el Caribe. Afirma que, “tras la independencia la mayoría de los países tuvieron inestabilidad política que terminó en gobiernos autoritarios de tendencia conservadora.
"Luego de luchas no siempre pacíficas se impusieron gobiernos liberales durante gran parte del siglo XIX. El siglo XX vio aparecer en todos los países las clases medias y las luchas sociales de los marginados en contra de las oligarquías gobernantes. Tras la Primera Guerra Mundial hubo dictaduras militares o gobiernos populistas. Durante los años 60 surgieron grupos guerrilleros y nuevas dictaduras militares orientadas desde la Escuela de las Américas, y en los años 90, un proceso inverso de surgimiento de democracias. Estos y otros comunes (como las migraciones) dejan a los latinoamericanos la noción de pertenecer a la misma Patria Grande”.
Unidad, integración y cooperación son los pilares de la Asociación de Estados del Caribe (AEC).
Lo cierto es que los países caribeños del mar homónimo se han planteado asuntos impostergables como la creación de un espacio económico en la región, el desarrollo sostenible y la integridad del mar. Después de lo vivido en La Habana, el futuro se vislumbra menos conservador en este y otros sueños de justeza social y plenitud.
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