Cuando en junio de 2005 el Grupo de Trabajo sobre gobernanza de Internet, creado por el Secretario General de las Naciones Unidas “con arreglo al mandato que se le confirió en la primera fase de la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información que se celebró en Ginebra del 10 al 12 de diciembre de 2003″ definió la gobernanza de Internet como:
“el desarrollo y la aplicación por los gobiernos, el sector privado y la sociedad civil, en las funciones que les competen respectivamente, de principios, normas, reglas, procedimientos de adopción de decisiones y programas comunes que configuran la evolución y la utilización de Internet.”
El gobierno de Estados Unidos lo másticó pero no lo tragó. Incluso, de cara a la Conferencia Internacional de Telecomunicaciones, celebrada en Dubai en 2012, Washington, enarbolando la “Internet Freedom”, desató una campaña contra los intentos de varios países para que cediera el control que ejerce unilateralmente sobre los recursos críticos de Internet. Pero luego de que las revelaciones de Edward Snowden mostraran cómo Washington utiliza su primacía en la Red de redes para espiar y manipular, se hizo insostenible que el policía mundial pudiera seguir ejerciendo de la manera en que lo hacía su control sobre Internet.
Así, en marzo de 2014, el gobierno estadounidense anunció que cedería el control sobre Internet para “apoyar y ampliar el modelo multistakeholder -suele traducirse como “múltiples partes interesadas- de la creación de políticas y la gobernanza de Internet”, escogería la Corporación de Internet para la Asignación de Nombres y Números (ICANN) para realizar la “transición” de las funciones que respecto a Internet ejerce el gobierno de los EE.UU. hacia la “comunidad multistakeholder global” pero no hacia ninguna entidad de las Naciones Unidas.
Cambiar todo para nada que cambie. El multistakeholder, entendido como la participación en igualdad de condiciones entre desiguales y no “en las funciones que les competen respectivamente” a gobiernos, el sector privado -entiéndase las grandes empresas de Internet y contenidos, todas estadounidenses- y las organizaciones de la sociedad civil -muchas veces financiadas por las corporaciones de Internet y los gobiernos más poderosos del Norte, que también responden a las corporaciones- pretende fortalecer el control unilateral ejercido anteriormente, disfrazando de diversidad su poder multiplicado.
Escuchar en el Internet Global Forum (IGF) 2015 de Joao Pessoa, Brasil, a los representantes de EEUU, encabezados por el Subsecretario Adjunto de Estado Daniel Sepúlveda -quien pronunció seis veces la palabra multistakeholder en apenas dos minutos de intervención- enarbolar el multistakeholder con la misma pasión que antes -mientras espiaban al mundo entero- hablaban de la “Internet Freedom” resultaría bastante divertido si apenas semanas atrás Google, estrella principalísima del evento, no hubiera entregado a un tribunal de todos los correos electrónicos del periodista Carlos Aznárez, acusado por una organización de la sociedad civil de vocación sionista de participar en una actividad de solidaridad con las víctimas de los bombardeos israelíes a Gaza.
No obstante, en el IGF 2015 las voces incómodas para el multistakeholder varias veces fueron las más aplaudidas. Joanna Varón Ferraz, de la organización Coding Rights, electa para hablar en la inauguración por activistas de Derechos Humanos, planteó “que la renovación de IGF no se puede utilizar como un mantenimiento del status quo”, señalando los desbalances entre los “stakeholder groups” y añadiendo que “de un extremo a otro la interoperabilidad, la confidencialidad y muchos otros aspectos están siendo resueltos, en esta Internet cada vez más centralizada, acuñados por el lucro y el control; no vamos a vender burros fingiendo que son caballos, Internet.org no es Internet”, afirmó cuestionando el llamado Zero rating con el que operadores y grandes empresas como Google y Facebook están presentando en regiones del Tercer Mundo un acceso gratuito a un pequeño grupo de sitios, lo que fue muy cuestionado también por otros activistas procedentes de países del Sur en el evento en nombre de la neutralidad de la red.
Lo mismo sucedió en la clausura, cuando Nadine Moawad, de la Asociación Progresista de las Comunicaciones (APC), habló de las transformaciones ocurridas en los últimos veinte años:
“…hemos escuchado estos increíbles avances tecnológicos en las últimas décadas, sobre todo impulsados por el capitalismo, y creo que el mayor avance ha sido la Internet, pero también sabemos que el capitalismo como modelo económico no va a durar para siempre. Se está comiendo nuestro planeta, está ampliando la brecha entre ricos y pobres, el uno por ciento se hace más ricos y el resto de nosotros somos más pobres. Tenemos que preguntarnos a nosotros mismos si creemos que la Internet es un facilitador para la igualdad, la justicia, el empoderamiento de la gente, ¿por qué es que en los últimos diez, 20 años, hemos visto las mayores desigualdades de nuestro tiempo?”
Parece ser que son muchos los que no creen en el mundo feliz del multistakeholder, a juzgar por el llamamiento realizado por movimientos sociales poco antes de la clausura del evento a un Foro Social de Internet, inspirado en el Foro Social Mundial y su consigna de que “Otro mundo es posible”, denunciando que Internet se ha convertido en
“una red centralizada de vigilancia, controlada por un puñado de gobiernos y monopolios corporativos que tienen una continua microvisión de nuestros espacios de interacción; mercantilizan nuestra información; extraen exorbitantes ganancias al vender nuestros datos personales; y supervisan nuestras actividades en línea e incluso (cada vez más) fuera de la red” .
Los aplausos recogidos por las posturas más críticas hacia el estado actual de las cosas y el interés despertado por la presentación del uso de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones en la educación cubana, su propósito de conectar a Internet todos los centros docentes en tres años y las afectaciones ocasionadas a ese propósito por el bloqueo de EEUU -reflejada con objetividad por medios tan poco simpatizates del gobierno cubano como O`Globo– hablan del atractivo que siguen teniendo los enfoques humanistas del uso de la red, aun cuando es bastante lo que queda por avanzar a Cuba en este campo. Y más allá de Internet, como las preguntas sobre Cuba entre estudiantes y profesores de la Universidad Federal de Joao Pessoa y miembros del Movimiento de Trabajadores sin Tierra que se extendieron durante más de tres horas.
Por otra parte, basta sentarse ante un televisor, concluida una de las sesiones del IGF, y ver anunciar al presentador del espacio “Encuentros”, de CNN en español, una entrevista desde Caracas con una académica habitual de ese canal para comentar la más reciente campaña contra el gobierno bolivariano y justo cuando la entrevistada dice (cito de memoria) “Te va sorprender pero creo que el gobierno venezolano esta vez ha actuado correctamente…” ver interrumpirse la señal mientras todos los demás canales siguen al aire, para constatar quién está en los controles del multistakeholder. Sobre todo si minutos antes, en uno de los talleres del IGF 2015, la proyección de la transcripción automática de las intervenciones de los participantes también fue interrumpida cuando un activista mexicano denunciaba las desapariciones y torturas de periodistas en su país.
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