El discurso de Barack Obama al pueblo de Cuba en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso es un ejercicio casi perfecto de la ingeniería de la Comunicación Política. Matices, anécdotas e incluso omisiones, le permitieron dirigirse a los públicos definidos por él y sus asesores como los objetivos a persuadir y poner sobre la mesa los asuntos que le interesan.
No pudiera ser para menos tratándose de quien es considerado como uno de los mejores oradores de su país, una herramienta que comenzó a perfeccionar desde sus años en el bachillerato, llegó a su cúspide en la Universidad (fue campeón de su equipo de debate) y según los analistas fue clave para que ganara la presidencia en 2008.
En el caso de sus palabras al pueblo cubano tuvo segmentos para congraciarse con las dos tendencias del exilio cubano: aquellas que apoyan sus políticas, pero también la vieja guardia anticubana. Hacia la Isla apostó por los representantes del sector no estatal y por los jóvenes, a quienes invitó a olvidar su pasado.
Obama bebe de una amplia tradición retórica que se remonta a Aristóteles y Cicerón y que además tiene reminiscencias de los predicadores evangélicos y personalidades de la historia norteamericana como Martin Luther King Jr., Abraham Lincoln, y Francis Delano Roosevelt. De ahí elementos como la vocación mesiánica y la tendencia a evocar historias personales sencillas para encerrar meditaciones más abstractas y complejas.
Se dice que aunque tiene expertos que redactan sus discursos una gran parte de esta tarea la asume personalmente y gusta de utilizar giros lingüísticos y complicadas figuras retóricas, sin que por ello deje de delimitar con precisión los puntos de giro e ideas esenciales.
Elementos comunes en sus disertaciones suelen ser la trasmisión de que el sueño americano no solo existe sino que él mismo lo encarna, que no teme a hablar sobre asuntos que pudieran derivar en polémicas, además de que inserta frases de otros idiomas y referencias a personas comunes portadoras de una gran sabiduría. Se dice que ha logrado hilvanar un plan retórico que le permite dirigirse al mismo tiempo al cerebro, el corazón y el bolsillo.
Todas estas herramientas las desplegó en Obama no solo en su discurso en el Gran Teatro de La Habana, sino en todos los escenarios en los que tuvo oportunidad de hablar a la prensa o el público. Sin embargo, y como ha señalado la prensa de su propio país, en no pocas ocasiones la realidad suele entrar en contradicción con las palabras del cuadragésimo cuarto presidente de los Estados Unidos.
En el caso cubano, y específicamente en sus palabras al pueblo de la Isla caribeña, el principal error fue el de la descontextualización de los hechos e ideas que defendió. Otra vez el mandatario llamó a mirar el futuro y no vivir en el pasado, una invitación que trasmite cierto tufillo a desmemoria, que como se ha dicho es la principal causa del subdesarrollo de los pueblos.
Esa simplificación de los hechos, para obligarlos a describir una realidad que conviene a sus intereses, lo llevó a tener notables contradicciones en su discurso.
Al comparar los sistemas políticos de ambos países obvió que la formación de las nacionalidades cubana y norteamericana transitó por caminos casi opuestos. Aun cuando condenó el bloqueo y lo calificó de ineficaz lo condicionó a que ocurrieran cambios en la Isla, y otra vez entró en contradicción con la idea de que no tenía la intención de decirle a los cubanos lo que tenían que hacer.
Si bien el tema de la separación entre familias a ambos lados del estrecho de La Florida es muy humano y real no lo contextualizó como resultado de la aplicación de la Ley de Ajuste Cubano y la política de pies secos y pies mojados. Igualmente ocurre en su referencia a los derechos humanos, un tópico en el que no hace referencia al impacto del bloqueo en la calidad de vida de los ciudadanos de la Mayor de las Antillas.
Una las ideas más trabajadas fue sin duda su supuesta crítica al modelo de democracia norteamericano, que en esencia se transforma en una defensa a ultranza y un velado ataque al sistema político cubano.
Pero quizás la mayor contradicción del discurso de Obama fue su constante referencia a José Martí, quien escribió “viví en el monstruo y le conozco las entrañas”.
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