Parece que fue hace mucho tiempo cuando el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, recorría las calles de La Habana Vieja, pero sucedió hace apenas tres meses. Tal ha sido el torbellino de acontecimientos que se desencadenaron desde entonces, en los que ha continuado la normalización de relaciones entre Cuba y la nación norteña con matices, declaraciones y símbolos que evidencian la complejidad del proceso.
La presencia del mandatario estadounidense en la capital de la isla caribeña hizo pensar a no pocos que se agilizarían muchos pasos hacia la completa normalización, pero aplacada la borrasca mediática del suceso continúan incólumes pilares del diferendo estadounidense-cubano, como la ocupación ilegal del territorio de la Bahía de Guantánamo y la aplicación de la Ley de Ajuste.
Hacia lo interno, a pocos días del encuentro entre Raúl y Obama, se celebró el VII Congreso del Partido que pasó revista al cumplimiento de los lineamientos para la actualización del modelo económico y social cubano y se pusieron en el debate público dos documentos derivados de este proceso: el plan de desarrollo hasta 2030 y el concepto del modelo socialista cubano.
Una victoria de la solidaridad internacional cubana fue la firma, en La Habana, del cese al fuego definitivo entre el Gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP).
Del otro lado del estrecho de la Florida, Hillary Clinton por los demócratas y Donald Trump por los republicanos, se perfilan como los aspirantes al Despacho Oval de la Casa Blanca, a dirimirse en las elecciones de noviembre venidero.
En el contexto específico del proceso de normalización varios han sido los encuentros de distintos niveles que se han desarrollado, y no han faltado los símbolos que auguran que el enfrentamiento histórico entre ambos países ha adquirido ahora un matiz más disimulado, al mejor estilo de los preceptos del llamado smart power, dentro de la política norteamericana.
La Habana ha sido una pasarela para estrellas del deporte y el mundo del entretenimiento, como Robert de Niro, Bon Jovi y Shaquire O´Neal; mientras que el Malecón y la vetusta Habana Vieja servían de locaciones para Hollywood.
Topes de voleibol y el recientemente anunciado de fútbol son otros gestos simbólicos, como parte del intercambio "pueblo a pueblo".
Las conversaciones diplomáticas entre las delegaciones de alto nivel de ambas naciones mantienen la pauta inicial de avanzar en aquellos temas de interés mutuo en los que existan menos diferencias. En ese sentido, tanto Washington como La Habana han acogido rondas de negociaciones sobre el manejo sostenible de la biodiversidad marina, la agricultura, la prevención y enfrentamiento al terrorismo... Ya fue anunciado que los encuentros continuarán orientados a áreas de cooperación, que van desde la salud hasta el enfrentamiento a hechos ilícitos.
Otro de los segmentos en los que se ha registrado avances ha sido en el de la economía, considerado clave por la parte norteamericana. Sin embargo, las medidas adoptadas hasta el momento no ponen fin al bloqueo económico, comercial y financiero que impone el gobierno de ese país contra la pequeña nación caribeña y que constituye el principal obstáculo para una relación normal entre los dos Estados. De hecho, las disposiciones asumidas por la parte estadounidense únicamente responden a sus intereses hegemónicos y geopolíticos y tienen un alcance muy limitado.
Por ejemplo, en Cuba se comenzaron a usar las tarjetas MasterCard, pero solo aquellas que no han sido emitidas por bancos estadounidenses.
Igualmente, en un giro inesperado e histórico, el Comité de Reglas de la Cámara de Representantes aprobó el martes incluir varias enmiendas a la Ley del Presupuesto para los Servicios Financieros y del Gobierno en general de 2017, las cuales van encaminadas a facilitar los viajes de los estadounidenses a Cuba y el otorgamiento de créditos privados a la nación caribeña. Pero estas dos medidas no derriban obstáculos como el hecho de que los estadounidenses no pueden venir a hacer turismo a Cuba o que el Estado insular afronta dificultades para operar con dólares en el mercado internacional.
El ámbito del transporte y las telecomunicaciones fue calificado como uno de los ejes principales de la nueva política norteamericana hacia Cuba. En ese sentido, empresas telefónicas de ambos países firmaron convenios para servicios de roaming de intercambio de voz, y empresas navieras y aerolíneas norteamericanas comenzaron a operar en puertos y ciudades cubanas. En ambos casos las medidas no tienen el propósito de propiciar espacios de cooperación para el desarrollo sino que se corresponden con el interés norteamericano de penetrar en determinados sectores sociales de Cuba para promover sus intereses geopolíticos.
Recientemente, en su cuenta en Twitter, el embajador de Cuba en Washington anunció visitas mutuas de alto nivel para continuar la normalización de relaciones.
En este camino, mientras Cuba convoca a un debate nacional sobre cómo construir un socialismo próspero y sostenible, los EE. UU. tratan de orientar el proceso para hacerlo coincidir con sus intenciones de hegemonía en la región y destrucción del ejemplo cubano. Entre esas dos aguas navegan ambos países en el difícil arte de aprender a convivir.
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