La presencia este julio en La Habana, por repetida ocasión, del Serguei Lavrov, jefe de la política exterior de Rusia, evidencia las estrechas relaciones bilaterales entre Cuba y el gigante euroasiático, renovadas con especial impulso luego de los años duros que debió atravesar aquella nación tras el derrumbe y disolución de la Unión Soviética, cuando –por demás- entre la ultraderecha internacional, jubilosa y estridente, habíamos llegado “al fin de la historia” con la presunta victoria definitiva del orden absolutista Made in USA.
Fue un golpe duro no solo para Cuba, estrechamente ligada en colaboración y sentimientos con el Primer Estado de Obreros y Campesinos de la Historia y profunda admiradora de los muchos éxitos y proezas del pueblo soviético, sino además para el resto de la humanidad progresista que, pese a todo cuando de erróneo pueda achacárse, siempre encontró en la URSS y en el Campo Socialista aliados firmes y no pocas veces decisivos en el logro de sus más perentorias aspiraciones.
Pero “los males no duran cien años ni hay cuerpos que los resistan”, y la turbia realidad de una Rusia anonadada y en declive se trastocó en poco tiempo, a instancias de sus nuevas autoridades, en una potencia en recomposición que hoy, junto a China, integra el binomio que planta cara al hegemonismo gringo y que, con el triunfo antiterrorista en Siria (donde el Kremlin se ha desempeñado militarmente a fondo) ha dado un estratégico empujón a la puerta que frena la etapa de expansión unilateralista de Washington que arrancó con el cierre del pasado siglo.
Y en esas condiciones, los tradicionales vínculos con el breve espacio geográfico caribeño que los soviéticos dieron en llamar la “Isla de la Libertad”, han retomado un nuevo y vigoroso impulso que ha tenido momentos claves con los encuentros personales en los últimos años, tanto en Moscú como en La Habana, de los máximos dirigentes rusos y cubanos.
Precisamente, Lavrov tiene entre sus planes en nuestro país pasar revista al plan de intercambio y cooperación bilateral suscrito meses atrás entre los presidentes Vladímir Putin y Miguel Díaz-Canel durante la visita de este último al Kremlin.
Cuba, que nunca olvidará lo decisivo del respaldo soviético a nuestra patria en su lucha contra la agresividad de la Casa Blanca desde los primeros tiempos del triunfo revolucionado de enero de 1959, se congratula de sus excelentes relaciones con Rusia, basadas en los tradicionales lazos de amistad y los fraternales sentimientos que unen a ambos pueblos y gobiernos, y de la existencia de un diálogo político bilateral fructífero y útil al más alto nivel.
Según La Habana, ambos Estados mantienen una elevada coincidencia en la visión hacia los diferentes temas de la agenda internacional, la defensa de la paz y el papel de las instituciones internacionales.
Hoy Cuba cuenta además con la participación efectiva del Gobierno y las empresas rusas en los Planes de Desarrollo Económico de nuestro país hasta el 2030, y otorga especial relevancia a los proyectos conjuntos en sectores como la energía, transporte, industria y biotecnología.
Además, la Isla agradece la firme solidaridad del Gobierno ruso, del poder legislativo y del pueblo rusos, con la demanda cubana de poner fin al bloqueo norteamericano, a la vez que se opone a cualquier política de aplicación de sanciones, y particularmente a aquellas que se adoptan contra Rusia en el intento por coartar su relevante aporte al establecimiento de un orden global multilateral justo y respetuoso de la autodeterminación y la independencia de cada nación.
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