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miércoles, 27 de noviembre de 2024

¡No perdimos la fe, continuamos construyéndola!

La confianza inquebrantable en el pueblo y en la victoria fue decisiva para que los cubanos fueran enteramente libres...

Francisco Domínguez Almaguer en Exclusivo 08/01/2018
1 comentarios
Caravana de la Libertad 2018: Camaguey
La entrada triunfal de la Caravana de la Libertad a La Habana se produce el 8 de enero.

“¡Ni ellos ni nosotros perdimos nunca la fe!”, dijo mi abuelo Ricardo mientras caminábamos hacia el parque “9 de abril”, en el habanero municipio de Cotorro. “Ven, acompáñame hasta el banco aquel, allí estuve el 8 de enero de 1959 para recibir la Caravana de la Libertad, uno de los momentos más emocionantes de mi vida y de este pueblo cubano, luego de que el tirano Fulgencio Batista abandonase el país ante el empuje vigoroso del Ejército Rebelde y el inminente triunfo de la Revolución”.

Desde aquí —me dijo— te voy a contar sobre los últimos días de la guerra, de la fe inquebrantable en el pueblo y en la victoria para que los cubanos fueran enteramente libres, de la lealtad y la franqueza cuajada en un hombre de principios: Fidel, y su llamado a la huelga general para que los enemigos no malograran la victoria y (…) así continuó mi abuelo haciéndome vivir entonces lo que él, quince años atrás.

Por aquellos días victoriosos se suceden infinidad de hechos que definieron con creces el curso de lo que aconteció la víspera, al terminar esa cruenta etapa de la guerra y que convergieron al fin en las coronaciones de la victoria, sí, no te sorprendas —me reitera—, para llegar hasta aquí hubo que librar no pocos escollos y te cuento: ni la Ofensiva de Primavera con más de 10 000 hombres sobre las armas, organizada cuidadosamente por la tiranía batistiana en los primeros meses de 1958, pudo frenar el avance incontenible del Ejército Rebelde, que a pesar de ser inferior en parque militar y en hombres demostró con creces la voluntad de vencer. El régimen de oprobio —como lo calificara el líder estudiantil José Antonio Echeverría— tuvo a partir de entonces sus días contados en el poder.

En la contraofensiva rebelde de entonces fue crucial la decisión de Fidel, jefe y estratega indiscutible de la gesta revolucionaria, de enviar al centro del país sendas columnas dirigidas por los comandantes Ernesto Che Guevara y Camilo Cienfuegos, que logran controlar estos territorios y en épicas batallas ponen freno a más de 2 000 efectivos.

En diciembre de 1958 los acontecimientos se precipitan ante el desmoronamiento del ejército y la huida del tirano en la madrugada del 1 de enero de 1959. Esta situación y los días que siguen han trascendido hasta nuestros tiempos mediante anécdotas e historiografías de todo tipo —afirma el abuelo— pero, sin dudas, tienen en toda esa epopeya un denominador común: un Fidel inmenso, que supo decir a cada momento y con tamaña elocuencia que aquí estaban los rebeldes, sencillamente, ¡a las órdenes del pueblo!, que nos enseñó el porqué de la victoria y el porqué la Revolución Cubana es de hombres de fe que se enfrentan siempre a las grandes dificultades, los grandes desafíos y salen victoriosos.

“Del Comandante en Jefe aprendimos también el porqué había que decirle siempre al pueblo la verdad y eso lo comprendí luego de vivir la barbarie cometida por los acólitos y matones al servicio de la tiranía, al ver lo que se venía fraguando en cada territorio liberado por los rebeldes, hasta el triunfo mismo y el paso del tiempo en que se fue consolidando la Revolución y se fue cumpliendo el Programa del Moncada. Todo eso me llevó a apreciar que su esencia está indisolublemente ligada al pueblo, y Fidel se debe a este”, sentenció.

Emocionado mi abuelo recorre palmo a palmo aquellos primeros días del triunfo y se detiene para detallar los permanentes intercambios del líder de la Revolución con el pueblo, sus reflexiones con la gente hizo partícipe a todos de las más importantes decisiones y los comprometió aún más en la defensa de la causa por la que ya habían muerto más de veinte mil cubanos en la historia patria.

Rememoró así el acuerdo que no cumplió el General Cantillo, Jefe de Operaciones Militares del ejército batistiano en la entonces provincia de Oriente, cosa que facilitó la huida del tirano; la exitosa reunión en El Escandel con el jefe de la Plaza Militar de Santiago de Cuba, que facilitó sin disparar un tiro la ocupación por el Ejército Rebelde de la Guarnición dislocada en el Moncada, misión que le correspondió al entonces Comandante Raúl Castro Ruz, que entró solo en la fortaleza siendo vitoreado por oficiales y soldados presentes.

Citó también el abuelo el histórico discurso de Fidel ante los santiagueros para truncar el intento de arrebatar el triunfo al pueblo, y que desde allí lanzó aquella memorable frase: ¡Revolución sí, golpe militar no!, y convocó a huelga general en medio de una alocución que se extendió desde el 1 de enero hasta la madrugada del día 2, además de anunciar que partiría hacia La Habana con una columna blindada, popularmente conocida hoy como la Caravana de la Libertad, la misma que año tras años luego del triunfo rememoran destacados pioneros, jóvenes y estudiantes a lo largo del país y que revive la simpatía del pueblo y la enardecida multitud que clamó con vítores a Fidel y a la Revolución, y cómo a su paso, en no pocas plazas y lugares, el Comandante dialogó con el pueblo.

El abuelo me ratificó que por eso me había convidado a ir hasta allí, para volver a vivir juntos, aquella experiencia recordada hoy por los pinos nuevos. Luego narró algunos momentos cruciales del 2 de enero, del poder de la fuerza de los argumentos y de la verdad con que Fidel convence a oficiales y soldados del ejército de Batista, estos deponen las armas y muchos se suman al proyecto revolucionario, como sucedió en la granja de Cautillo, ubicada en las proximidades de Bayamo.

Me explica sobre la oportuna decisión del alto mando rebelde de ordenar al Che y Camilo avanzar hacia La Habana para tomar el control de la fortaleza de la Cabaña y el campamento militar de Columbia, en tanto los frentes guerrilleros aseguraban ya los territorios de la región oriental y cómo allá quedó Raúl, al mando de Santiago de Cuba.

Del día 3 me comenta que la caravana llega a Holguín y Fidel ofrece una conferencia de prensa, luego continúa hacia Victoria de Las Tunas y el día 4 arriban al Camagüey, donde habla a los camagüeyanos congregados en la Plaza de la Caridad. Al siguiente día transitan por Florida, Ciego de Ávila, Jatibonico y Sancti Spíritus y le dirige la palabra a los espirituanos en el parque Serafín Sánchez, y hacia la medianoche en medio de una pertinaz lluvia realiza otra alocución desde el edificio de la Sociedad El Progreso.

El día 6 la caravana pasó por Guayos, Cabaiguán, Placetas y Falcón, y llegaron a Santa Clara, donde el Comandante en Jefe pronuncia un discurso ante el pueblo que colmaba el aledaño Parque Vidal. Desde esa ciudad viaja al mediodía a Cienfuegos, allí rinde homenaje a los héroes del histórico alzamiento del 5 de septiembre de 1957 y visita la Base Naval, donde conversó y convidó a los marinos a crear una Marina de Guerra digna.

Ya el 7 pasan por Manacas, San Pedro de Mayabón, Colón, y llegan a Matanzas donde pronuncia un discurso desde un balcón del palacio municipal contiguo al parque La Libertad. Tarde en la noche Fidel visita en Cárdenas la casa donde vivió José Antonio Echeverría, abrazó a la madre y familiares del mártir, dialogó con los cardenenses y rindió homenaje ante la tumba del líder estudiantil asesinado por los esbirros de la tiranía cuando los sucesos del 13 de marzo de 1957.

La entrada triunfal de la Caravana de la Libertad a La Habana se produce el 8 de enero, me relata el abuelo visiblemente emocionado y cita:“en el Cotorro la esperaba el comandante Juan Almeida Bosque, luego en La Virgen del Camino se les une Camilo Cienfuegos, y continúan hasta llegar por el anillo del puerto frente a la sede del Estado Mayor de la Marina de Guerra, momento en que Fidel avista el yate Granma y se sube a este para rememorar la travesía en 1956 hacia la única y definitiva victoria. Luego se dirige a los habaneros desde la terraza norte del Palacio Presidencial, y pide al pueblo que vaya al Campamento Militar de Columbia, prosiguen la marcha en medio de paradas momentáneas para dialogar con hombres, mujeres y niños que a su paso, enardecidos, agitaban banderas cubanas y del Movimiento 26 de Julio.

De este hecho sin precedentes me narró el abuelo que, a pesar de viajar con la caravana numerosos periodistas cubanos y extranjeros, en La Habana fue recibida por cientos de fotógrafos, camarógrafos y enviados especiales de más de 300 publicaciones extranjeras, además de 150 fotógrafos, camarógrafos de cine y televisión del país.

Ya en el Campamento Militar de Columbia, en el polígono del cuartel sede del ejército batistiano, se reúnen tarde en la noche multitudes de habaneros y periodistas, para oír hablar a los rebeldes, acto que concluyó entrada la madrugada del día 9. De aquel momento relata el abuelo cómo en medio del discurso se le posa en el hombro a Fidel una paloma blanca y luego el líder se volvió hacia Camilo, y le preguntó: “¿Voy bien, Camilo?”, expresión que marcó para siempre la extraordinaria confianza depositada en el legendario guerrillero. También resultó relevante la reflexión concienzuda de Fidel al anunciar allí que a la Revolución todavía le quedaba mucho camino por delante.

A mi pregunta el abuelo me puntualiza que la caravana termina su recorrido en Pinar del Río, hacia donde salió el 17 de enero para visitar las localidades de Candelaria, San Cristóbal, el parque de San Diego en Los Palacios, Consolación del Sur y la ciudad de Pinar del Río, donde también Fidel habló al pueblo.

Hoy, ya mi abuelo no está, era de origen español y antes del triunfo colaboró resueltamente con la lucha revolucionaria y puso a sus hijos al servicio de la patria, luego consagró su vida por entero a fraguar el acero desde la empresa siderúrgica “José Martí”. Desde aquel encuentro con él un 8 de enero y cada año vivido al lado de esta colosal, humanísima y justa obra social que es la Revolución Cubana, comprendí por entero por qué solamente no perdimos la fe, sino que continuamos construyéndola, ya nos lo había legado Fidel: “…Esta Revolución es la Revolución de nuestro pueblo; es la Revolución de nuestros jóvenes; es la Revolución de nuestros estudiantes. Juntos la hicimos. Juntos la defendemos. Somos la misma cosa y no podemos dejar jamás de serlo…”.


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Francisco Domínguez Almaguer

Escritor, guionista y productor de Cuba Hoy

Se han publicado 1 comentarios


carmelina
 8/1/18 10:20

Nunca hemos perdido la fe en la victoria final, los cubanos creimos y seguimos creyendo en Fidel siempre. Predico siempre con la verdad, explicó al pueblo siempre cada decision. Ni en los momentos mas dificiles de la Revolucion perdio la fe. Leyendo este articulo recuerdo lo que mi Madre, mujer negra, empleda domestica,  contaba sobre el dia de la entrada de Fidel  al Habana, tambien estuvo alli en Ciudad Libertad ayer Cuartel Columbia. Siempre dijo Gracias Fidel. 

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