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domingo, 24 de noviembre de 2024

Jorge Fuentes: “no tengo alma de esclavo”

Para Jorge ser el mánager más ganador del béisbol cubano son credenciales de autoridad y prestigio...

Joel García León en Tribuna de La Habana 19/05/2014
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Jorge Fuentes- Béisbol cubano
Jorge confesó su aprendizaje al lado de José M. Pineda, y su trabajo al frente del equipo nacional

A Jorge Fuentes le han hecho decenas de entrevistas en su larga carrera deportiva. Ser el mánager más ganador del béisbol cubano (974 victorias) y sumar dos títulos mundiales (1988 y 1994) y dos olímpicos (1992 y 1996) son credenciales de autoridad y prestigio. Sin embargo, ese mediodía tuvimos la oportunidad de acercarnos a la historia de un pinareño, nacido en San Cristóbal, con mucho que aportar todavía a la pelota con modestia y experiencia. Acomodado en el sofá de su casa, recordó su niñez y juventud, no rehuyó ningún tema por escabroso que fuera, opinó con fuerza y argumentos sobre el pasado y presente en la dirección de equipos, adelantó propuestas, esclareció rumores y volvió a salir airoso. Por más de dos horas, Fuentes confesó su aprendizaje al lado de José Miguel Pineda, su trabajo al frente del equipo nacional por una década, la salida de los Piratas de Campeche semanas atrás y las claves para dirigir un deporte en el que “la suerte hay que perseguirla hasta hacerte amiga de ella”. Así transcurrió la conversación.

- Poco se sabe de sus inicios en el béisbol…

“Hay que remontarse a mi niñez. En mi casa no había televisor, pero una tía de mi mamá le había regalado un televisor a mis abuelos y cuando iba los fines de semana, años 50 y pico, veía mucho el béisbol y boxeo profesional. Por ahí empezó a gustarme, viendo aquella pelota de cuatro equipos: Habana, Almendares, Marianao y Cienfuegos. Recuerdo que tendría 7-8 años cuando le pedí al esposo de una tía, que me regalara unos pequeños sembrados de tabaco negro para hacer un estadio de béisbol. Quizás influenciado por la televisión, veía ese terreno tan parejito como un estadio. Después comencé a practicar en el barrio. Fui a competencias a nivel provincial, jugaba tercera base y pitcheaba en momentos determinados. Cuando ingresé en el Fajardo (escuela de deporte) tuve la suerte de tener profesores como Juan Ealo —uno de los hombres de más conocimiento de béisbol que haya conocido—, Nelson Ciero y René Masip, quienes eran de la Cátedra de Béisbol”.

- ¿Cómo llega a la dirección de equipo después de graduado?

“Nos decían los muchachos del Fajardo, pero no nos estábamos formando como directores de equipo. Terminábamos como profesores de Educación Física, porque no había ni siquiera Licenciatura en Cultura Física. En ese grupo estaba Higinio Vélez, Carlos Martí, y al otro año se incorporó Eduardo Martín. Lo que pasa es que Servio Borges marca la diferencia a partir de 1969. Acabado de graduarse le dan la responsabilidad de dirigir y gana con Azucareros, de las Villas, y luego con el equipo Cuba. Eso nos abre las puertas a todos los egresados para empezar a trabajar en el béisbol. Cuando salgo en el año 1972, vengo a la Academia provincial, pero como entrenador”.

- En esa época un grupo de veteranos ya trabajaba en la provincia con el béisbol como Asdrúbal Baró “Todos aprendimos mucho e hicimos una gran amistad con Baró.

Fue un lujo haber trabajado a su lado. Hizo muchas cosas, tenía una capacidad muy grande y ayudó a los jóvenes. Había jugado en la Liga profesional cubana y fue un gran bateador. En 1973 viajé a México como parte de un colectivo de entrenadores cubanos que participó en la preparación de los ahora Tigres de Quintana Roo. Sigo adquiriendo conocimiento e intercambio por primera vez con profesionales. En ese grupo estaban Luis Zayas, Benito Camacho, Eugenio Wilson y yo. Cuando regreso hice mi primera incursión en Series Nacionales como coach de primera de Pinar del Río, bajo el mando de Lázaro Rivero. Después voy a otro intercambio en Pastejé (1974) y al retornar me incorporo al equipo, ahora con Francisco Martínez de Osaba como mánager”.

- ¿Y cuándo dirige entonces por primera vez?

“En 1975 comienza la Serie Selectiva y no estoy porque me dan la conducción de la primera Serie Especial o Liga de Desarrollo nacional. Discuto el campeonato y lo gano frente a Constructores en el Latinoamericano. Esa fue mi primera victoria como director. A finales de 1976 llegó José Miguel Pineda a Pinar del Río y lo nombran al frente de vegueros. No tenía ninguna amistad con él en aquel entonces, pero caigo en el grupo que seleccionó para trabajar y estoy cinco temporadas a su lado, de 1977 a 1981”.

- ¿Qué le aportó, qué bebió del estilo de Pineda?

“Un mundo de cosas. Pineda era un sabio dentro del béisbol. Tenía una visión increíble, decía este jugador sí va a dar, aquel no. Era muy inteligente para el orden al bate, el cambio de los pitchers. Además, lograba un poder de comunicación muy grande con los atletas y los entrenadores por sus conocimientos, carisma y su sentido del humor. Fue una escuela y estuve cerca de 600 partidos a su lado, entre series nacionales y Selectivas. Al segundo año, Pineda me da responsabilidad de atender toda la preparación del equipo. Puedo decir que me acogió como a un hijo o un amigo, y estoy sumamente agradecido porque lo veía como un ídolo y admiraba esa estatura, esa sabiduría”.

- Llegó entonces un feliz 1982.

“Pineda se marcha y yo la única experiencia que tenía dirección era aquella Serie Especial. Todavía no sé por qué, pero me nombraron director de Vegueros. Tenía 31 años y ese año salí por la puerta ancha: gané la Nacional y la Selectiva. Eso me dio un poco de confianza porque, con toda honestidad, cuando a uno le dan las riendas de un equipo tan grande con esa edad y aunque había pasado la escuela de Pineda, era un gran compromiso. No es lo mismo ser copiloto que tener el mando de la nave”.

- ¿Qué secreto hubo en el béisbol pinareño de esa década para alcanzar tantos resultados?

“Trabajo de los entrenadores que descubrieron una generación brillante de peloteros: Casanova, Rogelio, Julio romero, Urquiola, Juan Castro. Un talento increíble. Llegamos a tener cinco lanzadores en el equipo nacional. Se creó una cultura de preparación, de jugar el béisbol de manera colectiva. Y crece el amor a ese nombre, Pinar del Río. La gente decía que venían al Hueco, que era nuestro Capitán San Luis. “Tenia entonces calidad deportiva, buenos coach y entrenadores y esa mentalidad que ganaba campeonatos en el Latino, en Santiago de Cuba, en Villa Clara, y eso te va ayudando en un momento determinado a obtener esos resultados”.

- Primeras impresiones cuando salta a dirigir un equipo nacional

“Octubre de 1987. Me llamaron a una reunión a La Habana y me comunicaron que iba a dirigir el equipo a la Copa Intercontinental que se realizaría en Cuba. Me sorprendió, porque aunque había tenido algunos resultados, dirigir una selección nacional en un país es una cuota altísima de responsabilidad. Me sentí un poco tenso, porque además había buenos equipos y estuvimos sufriendo hasta cerca de las 2 de la madrugada con el jonrón de Alejo O´ Reilly. Después vino el mundial de 1988 en Italia, donde enfrentamos un equipo estadounidense con mucho talento y nivel, porque lo habíamos visto en el tope antes. Un campeonato bien difícil, súper tenso y muy estresante, porque nos costó trabajo ganarle a Japón y luego a los americanos, hasta el último inning”.

- Hay quienes reiteran todavía que en esa época los triunfos no tenían tanto valor porque le ganábamos a equipos universitarios

“Siempre que Estados Unidos quiera hacer una selección universitaria de nivel le gana a cualquiera. Esos equipos tienen tan o más nivel que algunos de Grandes Ligas, porque son muchachos que desarrollan un pensamiento táctico tremendo, juegan decenas y decenas de partidos en sus escuelas, universidades, desde edades muy tempranas. A veces la gente no domina eso bien, pero nosotros estuvimos enfrentando ese nivel desde que le ganamos por una carrera en 1969, desde 1972 con jonrón de Marqueti. Eran equipos universitarios de ellos contra los mejores jugadores que teníamos en esa época”.

- ¿Tenía Jorge Fuentes poder real para decidir los jugadores que convocaba a una selección nacional o los equipos se lo daban hecho para que dirigiera?

“Siempre tuve autoridad absoluta y decidía, junto al colectivo de dirección, los equipos Cuba a partir de los mejores peloteros que había en el país. Era tanta calidad que a veces se quedaban dos o tres jugadores y siempre existió el comentario, se quedó fulano, no estuvo mengano. Pero realmente nadie intervino en ninguna decisión. Siempre las autoridades fueron muy respetuosas y tengo que citar a José Ramón Fernández, quien nos atendía directamente. Jamás intervino en eso, ni en una jugada, ni en nada. También la nómina era muy reducida, no era como ahora. Eran 20, luego 22 y después aumentó a 24”.

- Después de casi 10 años de triunfos, pierde en la Copa Intercontinental de 1997, en Barcelona, contra Japón. ¿Se fue injusto? ¿Todavía le duele?

“Perder en el béisbol en Cuba siempre es pecado. Terminó la Copa, viajamos a un tope en Japón y cuando llegué me dijeron que no iba a dirigir el equipo. Claro que me sentí mal. Cómo es posible que más de 100 partidos y decenas de torneos ganados consecutivos no pesaran más que una derrota. Perdimos contra un Japón que venía pisándonos los talones porque en la Copa Intercontinental de 1995 pasamos mucho trabajo para ganarle y en los Juegos Olímpicos de Atlanta lo hicimos 12-9. Es decir, estamos hablando de una potencia que años después lo demostró al ganar el primer y segundo Clásico Mundial. Me disgusté y considero que se fue injusto, pero al que dirige el deporte nacional le pasa eso en todas partes del mundo: pierdes y te vas”.


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Joel García León


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