El tiempo ha pasado a una velocidad que nos asusta. Y hoy, 29 de julio, se cumplen 40 años de la hazaña del corredor cubano Alberto Juantorena, en los Juegos Olímpicos de Montreal 1976. Es que por primera y única vez a ese nivel alguien ganó los eventos de 400 y 800 metros (considerados hasta entonces como el aceite y el vinagre). Nos parece interesante recordarla, tanto para los que la vivieron entonces como para los que la conocieron después…
Vamos a empezar con una precisión técnica: los 400 eran considerados una prueba de velocidad y los 800 de mediofondo.
El primero que lo sabía muy bien, claro está, era el propio Juantorena, quien se consideraba un especialista y con posibilidades en la prueba más corta. Pero se negaba a competir en la segunda. Su entrenador, el polaco Zigmund Zabierzowsky, no le habló del todo por las claras. Lo fue llevando al convencimiento. Y lo hizo, en buena medida, poniéndole los 800 como un evento de preparación, siempre después de los 400.
“¿Ustedes saben que para que corriera 800 y 400 metros hubo que fajarse conmigo durante un mes?”, nos dijo al periodista Oscar Sánchez y a mí, cuando hablamos con él para el libro de entrevistas largas Fama sin dólares (en el que también aparecen Ana Fidelia Quirot, Teófilo Stevenson y Javier Sotomayor).
LA BRONCA CONTINUÓ
“Porque yo decía que no. Le dije a mi entrenador que estaba loco y Lázaro Betancourt, en aquel momento presidente de la Federación Cubana de Atletismo, también estaba negado. Mi posición ante la noticia de que correría en las dos distancias fue así: ¡no corro 800 metros para nadie!”.
Hasta que los caminos cerrados empezaron a abrirse…
Zabierzowsky y Juantorena se encontraban en México, realizando un entrenamiento de altura. Fue allí donde el polaco no pudo demorar más dar a conocer de forma oficial su plan. “Pero yo seguía intransigente, le contesté a la velocidad de un cohete. De eso nada, ni a palo limpio corro yo 800 metros, mi carrera es 400. Allí empezó la bronca, y yo no cedía”, rememoró el gran campeón.
Luego, de regreso a La Habana, encontraron un punto flexible de negociación: realizar una prueba oficial de 800, con los mejores del país, la cual debía hacer siguiendo por primera vez sus consejos para ella. Hizo el recorrido en 1:44,90 minutos, récord cubano y segunda mejor marca mundial de la temporada, a solo dos décimas del primado universal.
Ese día, sin olvidar que una cosa es una prueba y otra unos Juegos Olímpicos, la suerte como dijo Julio César quedó echada…
¡QUÉ ÉXITOS!
Los 800 en los Juegos Olímpicos de Montreal 1976 los ganó el 25 de julio, vísperas del Día de la Rebeldía Nacional. Lo hizo por lo grande con récord olímpico y mundial (1:43.50), que un año después superó (1:43.44), en la IX Universiada, en Sofía, Bulgaria.
Y el de los 400 el 29 de julio, hace hoy 40 años, con la mejor marca sobre el nivel del mar (44.26 segundos).
Aquel doblón inédito lo repitió en la Copa del Mundo de Dusseldorf 1977, donde su fama se disparó todavía más.
Todo eso apoyado en sus pies planos, sus zapatillas especiales de distinto tamaño, y un ritmo de carrera demoledor, el cual llevó a que con toda razón lo denominaran El Caballo. O también El Elegante de las Pistas. Se le recuerda también por su defecto de mirar con frecuencia hacia atrás (¿Pero quién podía alcanzarlo?). O sus manos en la cintura antes y después de una competencia…
Las selecciones más prestigiosas lo reflejaron así: la Asociación Internacional de la Prensa Deportiva (AIPS) lo consideró en 1976 y 1977 el mejor atleta del mundo, incluyendo todos los deportes.
Alberto Juantorena tiene más de una forma para calificar la hazaña que protagonizó en los Juegos Olímpicos de Montreal 1976. Hoy, en el aniversario 40 de redondearla, nos quedamos con esta: “Es por eso que con récord mundial en 800 y esa marca en 400, doblón inédito en el atletismo, exclamé: ¡Pero qué he hecho!”.
MaryT
3/8/16 8:20
Soy de la opinión que ciertamente fue una hazaña, pero por conocerlo, aunque él como es lógico ni remotamente sabe quien escribe, fuimos compañeros ambos del Consejo Nacional de la FEU y delegados al 1er Congreso de la Organización Estudiantil, todavía a esta altura de la vida guardo como un gran tesoro una foto de él firmada, cuando era atleta activo, y de lo que si puedo dar fe, que esos méritos alcanzados son producto de su disciplina y tenacidad en el deporte. Eramos jóvenes llenos de entusiasmo y con miles de inquietudes y él solo participaba en las actividades oficiales, nada de fiesta, ni de tragos, llevaba su vida sana y cumplía estrictamente los horarios que su entrenador le planificaba para un atleta de su categoría, nosotros fiestando y bailando por las noches y él con su horario de sueño y su dieta era estricto en su cumplimiento. Nada, que así son los grandes atletas, capaces de sacrificar sus inquietudes juveniles para lograr sus objetivos, por eso fue grande y se ganó bien merecido el título de "El Elegante de las Pistas". Gracias Juantorena por haberle dado tantas alegrías al pueblo de Cuba.
Rafael Pérez Valdés
1/8/16 10:40
Joe:
Estamos de acuerdo. Fue una hazaña.
Gracias por tu comentario.
Saludos.
Rafael Pérez Valdés.
Joe
29/7/16 14:52
Es una de las más grandes hazañas que se recuerde en el deporte cubano de todos los tiempos. Todavía me retumba en los oidos aquella memorable descripción de la carrera de 800 por Héctor Rodríguez: ¡Ahí viene Juantorena con el corazón! No más comentario.
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