Parecía que todo iba a acabarse este viernes. Los Piratas de La Isla habían inclinado a su favor el play off y jugaban en sus predios. Tenían, para más fortaleza, al mejor lanzador del campeonato listo, y en las gradas una multitud como no habían visto sus rivales. Pero en el béisbol no basta con parecer, hay que anotar más, y si es un juego como el cuarto entre pineros y tuneros, basta con anotar, a secas.
Excepto las dos veces que Santiago de Cuba fue campeón, los play off por el título siempre llegaron al límite. Ahora, sin Santiago, no iba a ser la excepción. Las Tunas ganó en un juegazo. Durante diez inning ni arañazos hubo. Los pitchers de uno y otro bando amarraron cortico a los bateadores rivales y junto con los nudos iban colgando los ceros en la pizarra.
En las gradas apenas quedaba voz para hinchar por los Piratas. Toda la bulla se la habían robado ambos abridores. Para uno, los aplausos; para el otro, los intentos por desestabilizarlo.
Yainel Alberto Zayas, el anfitrión, dejó a ocho orientales con el madero en el hombro o tirándole al silbido de la bola, le conectaron cinco hits y nadie le llegó a la inicial por transferencia. En el noveno, tras sacar un out, toleró el quinto sencillo y fue sustituido por otro que se busca un cupo en el Todos Estrellas del campeonato como el mejor cerrador: Raúl Guilarte.
Del otro lado estaba Yordey Fuentes, el mismo que había propinado un juego de cero hits, cero carreras en la ronda preliminar, también de buenos números y que en esta salida, quizá la más crucial para él en la campaña, se vistió de jerarca. Se puso tapones en los oídos y salió a no ser menos que su adversario: pintar argollas.
Tiró ocho entradas a ritmo de dos hits, par de ponches y tampoco obsequió boletos, y en el noveno, con la pizarra virgen, cedió su puesto a un compañero que ha sido la bujía del staff tunero, Rodolfo Díaz. Lleva nueve triunfos en el torneo y cuatro de ellos en la postemporada. En otras palabras, Rodolfo es el único pitcher de su equipo que ha ganado en la semifinal y la final. Solo él, y ahora, cuando no había margen para la derrota, volvió a inscribir su nombre en la lista de los exitosos. Antes había empatado y dejado, el mismo día, con los deseos a unos impetuosos Potros de Granma; ahora había igualado el pleito con los pineros una vez y volvía a hacerlo.
En el onceno parecía que la tarde se iba a seguir estirando en el Labra más que un portero para atajar un penal —Oh, fútbol, en estos días quién no habla de él; ayer por unas horas, me cuentan, la gente lo olvidó en la isla, o mejor, en el Labra, solo después llegó el aluvión de preguntas: ¿quién ganó en el Mundial?—, pero los visitantes marcaron la carrera que definió el juego y en la que intervino la única base por bolas de todo el partido.
Así fue la historia de ese noveno inning: out de Magdiel Gómez, hit de Dailier Peña, boleto a Manuel Alejandro Ávila y hit de Denis Peña. Toda una tarde decidida en tres acciones. Dos de los bateadores y una del lanzador. Hubo después un amago de los isleños, pero no pasó de ahí, como para decir: mañana nos vemos.
Y así será, este sábado, mientras en Rusia sigue el Mundial de Fútbol, en la Isla de la Juventud, los locales y los tuneros se jugarán en nueve inning —quizá más, ojalá nunca menos— una corona que nunca han acariciado, que ni siquiera han visto de lejos, porque los dos equipos siempre fueron de los últimos. Pero ahora, son el uno-dos. ¿Cuál primero y cuál después?, no me atrevo. Pero la isla tiene mejor pitcheo.
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