El dopaje tiene historia. Mucha, desafortunadamente. Dentro de los archivos que guardan los casos asociados al atletismo en los Juegos Olímpicos, el expediente más famoso es, quizás, el del canadiense Ben Johnson que fue despojado del título que ganara en los 100 metros planos durante los juegos de Seúl 1988.
Lo de Johnson cobró mucha mayor repercusión porque le había ganado al señor Carl Lewis con tiempo de 9.79 segundos, récord del mundo. Una “hazaña” que dio la vuelta al mundo antes de desvanecerse, tres días después, cuando fue encontrado positivo por estanozolol y perdió todas sus mayores conquistas.
En la memoria, un tanto más reciente, descansa el extenso proceso que dejó a Marion Jones sin nada. La norteamericana terminó confesando su implicación en los “experimentos” de los Laboratorios Balco y con ello se le destituyeron las cinco medallas (tres de oro y dos de bronce) que ganó en los Juegos Olímpicos de Sídney 2000.
Pero no son los únicos. Allende de los medallistas sancionados, cuyos nombres, obviamente, han trascendido con mayor fuerza, lo cierto es que el campo y pista se ha visto envuelto en numerosas situaciones de este tipo.
Según los datos oficiales publicados en el Manual Estadístico emitido por la IAAF en ocasión de los Juegos Olímpicos de Río 2016, la primera en caer fue la polaca Danuta Rosani, quien pese a todo quedó fuera de la final del lanzamiento del disco en Montreal 1976, al conseguir solamente 57.78 metros como mejor resultado durante la clasificación.
Tras Rosani, la lista creció rápidamente con protagonismo de múltiples naciones. Italia, Turquía, Finlandia, Grecia, Lituania, Australia, Estados Unidos, Catar, Marruecos, España, China, Sudáfrica e, incluso, Chipre, quedaron atrapadas en los registros de infracciones comprobadas, con un mayor auge en los últimos tiempos, de países de Europa del Este como Rusia, Ucrania y Bielorrusia. También aparecen implicados de origen colombiano, trinitario y moldavo, por citar algunos, cuya presencia confirma la difusión global de estas prácticas, más allá del desarrollo económico y deportivo de los Estados.
El flagelo está en todos lados. Involucra a atletas de renombre como Olga Kaniskina, dueña de todos los méritos posibles en los 20 km marcha o Tyson Gay, uno de los hombres más veloces del planeta, pero también a otros de muchísima menos alcurnia, como Yolanda Caballero, que no llegó a completar la maratón en Londres 2012 o Svitlana Shmidt, decimosegunda en el tercer heat de la ronda preliminar de los 3000 metros con obstáculos de la propia edición.
En total, hasta el momento de publicado este suplemento donde se incluyen solo los casos cerrados, son cerca de 80 los descalificados de manera oficial. Inventario que ha crecido en las semanas recientes y que continuará engrosándose. Vale considerar que estas cifras que suministra la IAAF contienen únicamente las violaciones comprobadas, por lo que no son del todo concluyentes, ya que no hay total certeza de que el resto de las lides olímpicas, entre 1896-1972 y 1980, hayan sido un bastión de pulcritud. Mas, la vida nos convida a respetar aquello de que todo mundo es inocente, hasta que no se demuestre lo contrario.
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