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domingo, 22 de diciembre de 2024

Al olmo no se le piden peras

En unas horas se inaugura la Serie Nacional de Béisbol 52 que estrena fórmula de competición. ¿Garantizará el novedoso calendario un mayor espectáculo?...

Rafael Arzuaga Junco en Exclusivo 24/11/2012
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Preclasico de beisbol_China Taipei
Preclasico de beisbol China Taipei vs Zelanda

Se piensa, no sé por qué razón, en una temporada 2012-2013 con mayor calidad y paridad, más competitiva. Como si el cambio de estructura borrara de golpe y porrazo la enorme diferencia entre, digamos, el último campeón, Ciego de Ávila, y el último lugar de la Serie Nacional 51, Mayabeque.  

Es cierto, a partir del próximo martes comenzará una carrera diferente a las de las recientes dos décadas, una de velocidad y no de resistencia,  aquí, donde ni hay sprinters, ni abundan los fondistas. La modificación,  en nombre de aumentar el nivel del béisbol cubano, a mi modo de ver tan solo maquilla las falencias existentes en la pelota, expresadas, de modo bárbaro, en los team Cuba.

Por tanto, no se puede esperar, si o si, un campeonato más competitivo.  

Pero bien, el caso es el siguiente: la Serie Nacional 52 contará de dos partes, una con 15 equipos y de 45 juegos de pelota, tres contra cada rival, al cabo de los cuales la novena ubicada por debajo del octavo puesto liará su bártulos y se irá a casa. Y la otra con ocho novenas y de 42 desafíos, seis versus cada contrario, que define los cuatro protagonistas de los play offs y con opción de ceñirse la corona.

Este sui géneris calendario, contempla la novedad de que, una vez hecha la delimitación entre “buenos y malos”, la Federación Cubana de Béisbol escoge 40 peloteros de los rezagados (el rendimiento es el primer criterio de elección) que, en grupos de cinco, reforzará a los escapados.

Y he aquí un dislate. Las novenas que se mantengan con vida están “obligadas” a reforzarse con cinco “extranjeros”, incluso en el supuesto caso de no necesitarlos o no quererlos, y prescindir de cinco peloteros entre los que los llevaron a la clasificación.

 Así lo aceptaron los directores a sugerencia de la Federación Nacional, aunque no por unanimidad.

Por ese camino, además de lacerar el sentido de pertenencia de los peloteros que cambien por los refuerzos (¿cómo puede hablárseles de amor a la camiseta o identidad, igual al que llega que al que se va?), se corre el riesgo de promover el individualismo en jugadores con capacidad para reforzar cualquier novena e integran selecciones perdedoras (¿duda alguien que un jugador con .351 de promedio ofensivo o efectividad de 2.12, en un equipo con marca negativa, puede pensar más en su futuro que en el presente del conjunto?).

También registra un precedente. Si ahora se obliga a cinco refuerzos, después se puede llegar a exigir equis cantidad de entradas o turnos al bate para ellos, según si es lanzador o jugador de posición, y hasta una ubicación específica en la alineación o la rotación. Si, porque qué sentido tiene forzar a los DT a fortalecerse y luego no fiscalizar si los utilizan o no, si los emplean o no con criterio.

(Por cierto, reforzar es sinónimo de adicionar, no de sustraer y adicionar. Ahora que se van ocho equipos, 256 peloteros, se podía, económicamente hablando, permitir 37 jugadores en las nóminas durante la segunda fase). 

Si, como sabemos, es un proyecto jugar la Liga de Desarrollo con 16 selecciones, al unísono de la segunda parte de la Serie Nacional —estarían en competencia hasta 24 equipos—, lo mejor era mantener la estructura de 90 partidos para los 16 representativos en la lid y establecer un margen (antes del Juego de las Estrellas, a mitad del calendario), en el que los equipos intercambien jugadores, en virtud de los intereses del grupo.  

(Me mantengo en mi posición: mejorar la calidad de la pelota cubana y elevar la competitividad de la Serie Nacional no se logra con un cambio de estructura en el torneo doméstico. Hay que cambiar, por encima de todo, mentalidades y modos de hacer. En la Serie Nacional se expresa toda la capacidad o nulidad de la pelota desde la etapa alevín hasta los juveniles, y la selección nacional, que es lo que más preocupa, tan solo expresa todo lo bueno y mucho de lo malo visto en cada temporada. El proceso de rectificación, de corrección, debe comenzar por las categorías menores).

Por otra parte, siempre se dice con sensatez, que se necesita jugar más pelota. Los niños y jóvenes no tienen campeonatos largos y transitan por las categorías inferiores sin oportunidad de corregir errores y sin vivir la mitad de las muchas situaciones límites de un juego de pelota.

Pues bien, la mayoría de los beisbolistas de los equipos eliminados jugarán apenas 45 juegos de pelota y, si en realidad sucede, unos cuantos más en la Liga de Desarrollo, a la cual llegarán decepcionados por la eliminación y desenfocados, porque, además de que competir en un nivel inferior que no les aportará absolutamente nada, tampoco tienen un aliciente para mantener el enfoque.

Ganar o no ganar en la Liga de Desarrollo, da igual, no les significa un ascenso, ni la posibilidad de contar en los planes para algún equipo nacional. Es más, la Liga de Desarrollo —si sucede, repito—, se convertirá en un torneo caótico, pues allí estarán las segundas selecciones de los equipos clasificados en la Serie Nacional 52 (con toda seguridad novenas muy, muy malas) y los ocho peores del clásico doméstico.

Este propio razonamiento oficia para los técnicos, coachs, auxiliares, algunos de los cuales son superiores, están más calificados, tienen mayor experiencia y más resultados, que los que continúan en carrera hasta la definición del título.   

Y si todo ello no atenta contra el desarrollo de los jugadores y, por tanto, para la elevación del nivel de la pelota cubana, ¿qué, entonces?

Todavía hay más razones para no esperar mayor espectacularidad, ni mayor asistencia a los estadios, como se blasona. Aunque, lo digo sin temor y con toda sinceridad, ojalá quienes lo dicen tengan la razón y no yo.  

Primero, la pelota trasciende los lindes meramente deportivos, es un fenómeno cultural, social, económico, que va desde las condiciones para trasladarse desde y hacia los estadios, hasta la infografía en los periódicos o las aptitudes narrativas en las trasmisiones de televisión.

Segundo, el público ya ha visto béisbol de nivel —si bien no el béisbol del máximo nivel— y no se va a dejar engatusar por partidos entre novenas que, todos lo saben —y si no lo sospechan— no tienen la mitad del talento para ofrecer un juego de pelota decente.    

Y tercero, el material humano es casi el mismo del año pasado, con alrededor de 70 novatos y más de un centenar de jugadores con experiencia en menos de cinco temporadas, en tanto quedaron fuera algunos escarlatas con calidad para participar en la Serie, incluso para jugar como titulares, porque se pensó, repensó y decidió eliminar al equipo Metropolitanos, pero no se armó un plan —nacional, no provincial— para reubicarlos.  

¿Que ahora puede haber sorpresas? Las hay siempre, sea cual sea el calendario. Jugar 45 y no 90 juegos de pelota, no duplicará el número de sorpresas. ¿Quién estableció una relación matemática entre aquello y esto?

¿Ciego de Ávila, Industriales, Matanzas, Cienfuegos y Villa Clara, por ejemplo, ya no son favoritos para avanzar y disputar los primeros puestos, y, también por ejemplo, sí lo son ahora Holguín, Camagüey, Mayabeque e Isla de la Juventud?

¿Por qué pensar entonces en que la Serie 52 ganará en espectacularidad y competitividad con tan solo cambiar la fórmula de competición? A mi esto me suena a como cuando se le piden ricas y frescas peras al viejo olmo, que solo puede darnos bellotas.  

Incluso, en la segunda parte de 42 partidos, cuando se define casi todo, puede que no aumente mucho la competitividad. Las marcas se arrastran a esa instancia y los que lleguen en séptimo y octavo puestos, por ejemplo, podrían ser convidados de piedra, comparsas más que contendientes, con todo y sus refuerzos.

En fin, la Serie Nacional 52, que se inaugura este domingo y arranca el martes próximo. No, definitivamente, no va a resolver los problemas de la pelota cubana, ni a corto plazo, que es lo que se quiere, apurada como se siente la Federación Cubana por las inestabilidades de la selección nacional y la cercanía del III Clásico Mundial de Béisbol. No, no y no.

Quizás, la novedosa fórmula de competición subvierta, varíe la calidad y competitividad, como piensan muchos, mas no será un saldo positivo, si o si, en el mejor de los casos será un espejismo.

Quizás no, aunque me gustaría, reitero, que ninguna de mis conjeturas oficiara como lastre.

Yo solo alerto. Aprendí, en quinto grado creo, que no se pueden cambiar los resultados con los mismos números y las mismas variables, aunque unas cuentas las hagamos sobre líneas y otras sobre cuadrículas. 


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Rafael Arzuaga Junco


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