Primero fue el ataque con misiles a un aeropuerto militar sirio bajo el pretexto de que sus aparatos habían lanzado artefactos de gas tóxico contra civiles.
Ahora, aviones de Estados Unidos y sus aliados bombardearon posiciones del ejército sirio y de milicias leales a Damasco en la región de Al Tanf, sobre la carretera que une a la capital siria con Bagdad, a cuenta de que debían proteger al titulado grupo rebelde Ejército Negro del Este, que, dicen voceros gringos, es su asociado en la lucha contra los terrortistas del Estado Islámico en aquella zona.
Según los agresores, se “temió” que las tropas oficiales arremetieran contra esa facción “moderada” que está recibiendo armas y entrenamiento de Washington, sus restantes aliados del oeste y Jordania, y que incluye entre sus efectivos a numerosos soldados y oficiales occidentales que han traspasado la frontera siria para actuar como “asesores”.
En fin, toda una explicación pretendidamente “sustancial y detallada” que, sin embargo, deja bajo la mesa cuestiones medulares que sí caracterizan el verdadero papel que los Estados Unidos y sus cuates están desempeñando contra Siria y a favor de la prolongación de la guerra en aquella nación, no importa que el conflicto que se le ha impuesto ya haya costado mucho más de un cuarto de millón de vidas y la masiva destrucción de la infraestructura del país.
Porque, objetivamente, Washington y sus socios nada tienen que hacer en Siria, entre otras cosas porque no cuentan con la autorización del legítimo gobierno de Damasco para hacerse presentes militarmente en el territorio nacional, organizar operaciones pretendidamente antiterroristas, y mucho menos inteferir de manera violenta y agresiva contra el Ejército local.
Y gústele o no a los mandos castrenses agresores y a sus respectivos gobiernos, es válida totalmente la pública evaluación hecha por Moscú de tales sucios menesteres, a los que calificó en una nota oficial como “inaceptable violación de la soberanía y la integridad sirias”, y de “acciones que solo alargan el conflicto y afectan el proceso político para el logro de la paz”.
Porque en realidad los que promueven los ataques contra el ejército nacional sirio solo pretenden restar empuje a la ofensiva antiterrorista que suma además a la fuerza áerea rusa y a los combatiente iraníes y del Hizbolá libanés, empeñados con toda firmeza en descabezar al Estado Islámico.
Es evidente que, con su apoyo y protección a los titulados “rebeldes moderados”, no pocas veces aliados de los terroristas según les convenga o se les indique, los Estados Unidos y los restantes integrantes de la coalición pretenden contar con una o más cabezas de playa debidamente militarizadas como para intentar evitar que las autoridades legítimas del país puedan ejercer su legítima soberanía sobre todo el territorio nacional una vez eliminada la amenaza yihadista.
Eso, si ciertamente los que utilizan a las bandas extremistas para imponer sus miras hegemónicas en verdad rompen sus íntimos y profundos lazos con el Estado Islámico, Al Nusra y otros segmentos ultraviolentos, porque es evidente que los tradicionales planes de imperialistas, sionistas y reaccionarios árabes en ese sentido no han sufrido mayores variaciones.
Así, hace apenas unas horas, tropas iraquíes que combaten por la liberación total de la ciudad de Mosul anunciaron haber ocupado en el lugar unas quinientas cajas de armas de procedencia saudita destinadas al terrorista Estado Islámico.
Y, vale recordar para seguir los nudos de la cuerda, que Ryad es de los grandes beneficiarios de la ayuda militar externa que otorga Washington a sus más predilectos socios, además de relevante cliente del complejo militar industrial norteamericano.
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