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viernes, 15 de noviembre de 2024

Una cosa es con guitarra y otra con violín

Las políticas antipopulares de Macri hacen infeliz a Argentina...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 25/11/2016
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Mauricio Macri gobierna Argentina
El discurso de Macri en su campaña electoral estaba constituido por promesas insostenibles dado su compromiso ideológico con la oligarquía

Los millones de argentinos que votaron por Mauricio Macri como presidente creyeron, algunos incluso de buena fe, que este político millonario haría cambios internos sustanciales, superiores a los realizados por sus antecesores Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, quienes sacaron al país de la ruina de décadas neoliberales.

No es así. El discurso de Macri en su campaña electoral —que culminó con su victoria el 22 de noviembre del 2015 contra el candidato oficialista Daniel Scioli, del Frente para la Victoria (FPV)— estaba constituido por promesas insostenibles dado su compromiso ideológico con la oligarquía, y él lo sabía. De tal manera que poco después de su asunción, el 10 de diciembre de ese año, introdujo una brecha de medidas neoliberales a una inesperada velocidad. 

Como un Pinocho moderno, el 15 de noviembre del pasado año, en un debate con Scioli dijo ante los medios: “No voy a devaluar, no voy a despedir, no voy a quitar conquistas”; por lo que diputados del FPV propusieron implantar esa fecha como El Día de la Mentira.

En los dos primeros meses de su gestión dictó varias resoluciones por decreto, sin aprobación del Congreso Nacional, que atentaron sobre todo contra la clase obrera. Su meta inicial fue tratar de eliminar los logros de los Kirchner, quienes con inteligencia y grandeza de estadistas pusieron a flote una economía depauperada por el endeudamiento con acreedores internacionales y restauraron los niveles sociales, en tanto incrementaron el desarrollo nacional. 

Desde su sillón en la Casa Rosada, Macri enseñó el lado más oscuro de la coalición derechista Cambiemos, que lo llevó al poder, y dispuso la cesantía de unas 140 000 personas, dejando en la pobreza o reduciendo el nivel adquisitivo de las familias, lo que se agrava con los altos precios de los productos básicos.

El exgobernador de la Gran Buenos Aires —donde se concentra la gente más adinerada—, empresario y presidente del club de fútbol Boca Juniors dijo que “limpiaría” —es decir, cesantearía— la administración pública, una debacle que podría continuar el próximo año.

En estos momentos el desempleo se estima en un 38 % de la población económicamente activa, sin incluir a quienes operan en el mercado informal, no registrados oficialmente y sin derecho a compensaciones.

Pero este hombre de negocios —relacionado con el magnate electo presidente de Estados Unidos, Donald Trump— apenas comienza su desenfrenada carrera de complacencia a la oligarquía nacional y a su aliado norteño. El pasado miércoles advirtió que “la discusión para 2017 es decidir dónde se van a realizar recortes”.

En un reciente balance de su administración al diario Clarín —grupo de medios privados aliado del gobierno— “el presidente fue muy despreciativo para con los millones de pobres que hay en el país, de los cuales al menos 1.4 millón son de su propia cosecha”, de acuerdo con un estudio del Observatorio de la Universidad Católica Argentina.

Sin un gesto de pudor, el presidente dijo a los entrevistadores de Clarín que se sentía “querido por el pueblo” y que no dudaba en postularse de nuevo cuando concluya su mandato. Nadie conoce de dónde sacó esa idea de amor popular.

Ante la pregunta de qué pensaba de los reclamos populares en apoyo a la llamada Ley Antidespidos —aprobada por 45 senadores, con 13 votos en contra— para detener la ola de destituciones y crear un millón de empleos, aumento de asignaciones familiares y pago de un salario complementario, Macri se burló de tal cifra y conminó a los sindicatos y movimientos populares a que fijaran el objetivo en cinco millones de puestos.

La percepción de la clase obrera sobre las disposiciones oficiales dista mucho de la presidencial. Las principales centrales sindicales y el movimiento “Barrios a pie” reunieron en la Plaza del Congreso a 200 000 personas que respaldan el proyecto legislativo —que si es aprobado también por los diputados puede ser vetada por el Mandatario—, y devino una de las banderas enarboladas por los trabajadores contra el neoliberalismo. Las movilizaciones populares no paran en Argentina.

Para este Pinocho debe resultar frustrante —si se cree lo que dice de sí mismo— que los movimientos sociales recorran la ciudad del tango cargando enormes ollas para cocinar sopas (pucheros) en barrios de gente pobre. Comida no hay en esas comunidades obreras, a pesar de que Macri anunció que bajo su gobierno habría “hambre cero”.

PARA ATRÁS, COMO EL CANGREJO

Especialistas y organismos independientes argentinos sugieren que la considerada tercera economía de América Latina está en recesión. Los informes lo demuestran. En julio pasado, el país registró una caída del 5,9 % en ese rubro, si se compara con igual mes del pasado año.

El Banco Mundial informó que, según sus estimaciones, el Producto Interno Bruto (PIB) retrocederá este año 0,5 %. El Fondo Monetario Internacional prevé un 1,5 %, o sea, menos crecimiento y más endeudamiento.

Aunque el mandatario asegura que tiene la inflación bajo control, lo cierto es que ese importante medidor económico está ahora en un 40 % y no se vislumbra una baja significativa. El alza inflacionaria es una de las mayores preocupaciones de la población, según refieren organizaciones gremiales.

Otra medida que sorprendió fue la devaluación del peso (moneda nacional) en un 40 %, en una preocupante flotación, luego que se suprimiera el control de cambio.

Al inesperado escenario en que millares de personas dejaron de percibir un salario, se unió la implantación del aumento de las tarifas de electricidad, gas, agua y transporte; lo que coloca en peor situación a la gente pobre o de clase media.

Otro fenómeno que distingue a Macri es la criminalización de mujeres dirigentes de Argentina, como la expresidente Cristina Fernández, la anciana presidenta de la organización Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, y la diputada al Parlamento Suramericano (Parlasur) Milagro Sala, detenida desde enero pasado sin pruebas en su contra ni pendiente siquiera de juicio.

Representantes de la dignidad de las féminas argentinas Fernández, Bonafini y Sala son víctimas de la política de represión y odio del macrismo, que no puede ocultar las ideas racistas, como en el caso de la indígena Sala, propia de la derecha.

Analistas consideran que si los argentinos de a pie carecen de razones para festejar un fin de año con la amenaza de los recortes ya anunciados para el 2017, tampoco Macri se las verá color de rosa en los próximos meses.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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