Desde principios del mes de agosto se asiste al establecimiento paulatino de un nuevo formado institucional, que quedará totalmente estructurado en tres años cuando el mando del Estado retorne a los civiles, como coincidieron las dos partes en la última fase de sus negociaciones.
Un apretón de manos entre los representantes de los militares y los opositores precedió a lo que se identificó como “una ola de aplausos”, a la cual siguieron las felicitaciones de asistentes a la ceremonia y de dignatarios que lejos de Jartum, sede del evento, congratularon a los firmantes y a los mediadores: la Unión Africana y Etiopía.
Es un buen inicio para enfrentar la crisis desatada durante el gobierno de Omar Hassán al Bashir, en el que las primeras demostraciones callejeras fueron contra el alza del precio del pan y la retirada de los subsidios a los combustibles, dos acciones que afectaron directamente la economía doméstica de los sectores menos pudientes.
En diciembre del año pasado lo que fueron protestas desorganizadas y espontáneas comenzaron a tomar un cariz más políticos y orgánico, pero las movilizaciones no pasaban de ser reacciones intempestivas en un cuadro económico estrecho, mientras que el gobierno se deshacía en decretos sin ofrecer soluciones concretas.
Así ocurría en un país donde el sector castrense ocupó desde la independencia un lugar relevante, la mayoría de las veces con el empleo golpes de Estado, escasamente alternado con administraciones civiles, Al Bashir fue uno de los generales que durante más tiempo -30 años- conservó el mando y su opción inmediata fue declarar en febrero el estado de emergencia por un año.
Aunque el presidente estuvo bastante tiempo en la mira de Occidente acusado por su desempeño militar en la región de Darfur, el uso de milicias paramilitares, el Yanyauí (Jinetes armados) y supuestamente por dictar órdenes con perfil etnocida, por lo que la Corte Penal Internacional (CPI) emitió en 2009 una orden de arresto, lo cual África no vio con buenos ojos.
No obstante, tras abandonar la presidencia el pasado 11 de abril el exmandatario primero estuvo aislado y bajo vigilancia en su residencia, y luego le trasladaron para la cárcel de Kobar, en el norte de la capital sudanesa, Jartum; aunque se reiteró varias veces el desacuerdo castrense con la extradición de Al Bashir, a quien podrían juzgar, pero tan solo en Sudán “si se prueban las acusaciones contra él”, como declaró el general Omar Azin Al Abidin, integrante del Consejo Militar de Transición (CMT).
El debate respecto al futuro del expresidente constituye un componente más de la compleja realidad sudanesa, donde alguno de los participantes en el juego político (cual ajedrez) tendrían que sacrificar piezas de menor nivel para lograr el objetivo superior: vencer la crisis y salir ilesos, pese a todas consignas antigubernamentales de los últimos nueve meses.
Otro factor sobresalientes es cómo avanzar con celeridad hacia la solución del conflicto en la occidental región de Darfur, que bajo el gobierno de Al Bashir avanzó mediante negociaciones con los grupos guerrilleros que operan allí y donde se dice que fracasaron tanto la aplicación de la justicia como la de la ley.
SEGUNDO TIEMPO
El Consejo Militar de Transición (CMT) y los jefes de las protestas callejeras en Sudán, firmaron una declaración que tiene como fin allanar el camino y mejorar la marcha de la transformación en el país africano de la estructura política para paralelamente conceder legitimidad a las instituciones de la era post-Bashir.
La rúbrica del texto es considerada básica para los próximos tres años la realizaron el general Mohamed Hamdan Dagalo, jefe adjunto del (CMT), y Ahmed Rabie, un responsable de las manifestaciones ciudadanas, en presencia de mediadores de la Unión Africana y etíopes, con lo cual se reforzó la idea de que fue el hecho más importante de los últimos seis meses en la vida nacional.
Resultó ser la culminación del largo período de negociaciones interrumpidas a veces y retomadas luego, la escalada de presiones populares y la aceptación castrense de que el expresidente abandonara la escena pública.
El 17 de agosto venidero se realizará una firma formal del documento ante a dignatarios extranjeros y al día siguiente, se deberá informar la disolución del CMT y la composición del nuevo gobierno de transición, que tendrá mayoría civil y para el día 20 se prevé el nombramiento del nuevo primer ministro, una figura que pertenecerá a las Fuerzas de Libertad y Cambio, la oposición que capitalizó las protestas.
Se admitió que las carteras ministeriales del Interior y Defensa las nombrará el Consejo Militar de Transición y se incorporaran al gabinete que se anunciará el 28 de agosto; luego será la presentación del Consejo Soberano y de una asamblea legislativa, todo lo cual parece ser una válida a propuesta para acabar la crisis y reconstruir institucionalmente a Sudán, el país más extenso del continente hasta 2011, cuando se creó Sudán del Sur.
En la firma del acuerdo constitucional el general Mohamed Hamdan Dagalo aseguró con benevolencia que era el “cierre de una página de la historia de Sudán caracterizada por las guerras”, un paso en el que no hay “ganadores ni perdedores”, pues la prioridad del pacto ha sido “la patria”, de hecho, todo el continente espera con optimismo que así sea por la estabilidad del país, aunque también el país deberá enfrentar aspectos económicos, políticos y sociales para entrar con mejores condiciones a la nueva etapa.
Bombadil
14/8/19 15:55
¨mientras que el gobierno se deshacía en decretos sin ofrecer soluciones concretas.¨
Me conocida esta fase
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