Desde hace mucho tiempo, numerosos analistas coindicen en afirmar que el titulado “presidente” del Kurdistán iraquí, Masud Barzani, no es más que un confabulado con la Casa Blanca e Israel para mantener vigente el planeado desmembramiento hegemonista de Oriente Medio y Asia Central, no importa si el Estado Islámico (EI) sucumbe (como parece que está ocurriendo) a manos de las autoridades antiterroristas de Bagdad y Damasco, y sus fraternos y efectivos aliados extranjeros.
Las mismas fuentes han sido pródigas además en advertir que la presencia ilegal en al área de la titulada “Coalición Internacional” liderada por Washington, resulta el intento de brindar apoyo militar y suministros a los grupos yihadistas que ella misma creó y apadrina, y ahora, ante la golpeadura que están recibiendo en Iraq y Siria, a la titulada “alternativa kurda” en la zona.
Vale decir que, en efecto, el asunto relativo al Kurdistán es de vieja data, y su retorcido origen se remonta a las caprichosas divisiones geográficas que las metrópolis colonialistas europeas impusieron a los pueblos de Oriente Medio y Asia Central, y que establecieron importantes núcleos kurdos en Turquía, Iraq y Siria.
Aducen que, en el primer caso, las añejas tensiones entre Ankara y los kurdos han sido explosivas y difíciles a partir de las políticas diseñadas por las autoridades turcas con relación a ese grupo étnico. Sin embargo, en los casos iraquí y sirio, los ciudadanos de origen kurdo han gozado de reconocimiento y una vida integrada en ambas sociedades.
No obstante, para quienes pretenden la “remodelación mesoriental”, este componente poblacional y las ambiciones de ciertos personajes internos no pasó por alto.
Luego de la agresión norteamericana que depuso y ejecutó a Sadam Hussein, el Kurdistán iraquí pasó a convertirse en otra ficha clave dentro de la lucha geopolítica en el área.
Así, y aprovechando el caos promovido en el zona años atrás por el insuflado surgimiento del terrorista Estado Islámico y su rápida extensión por zonas de Iraq y Siria, los segmentos reaccionarios kurdos ampliaron su área de influencia más allá de sus fronteras originales, incluidas fuentes energéticas claves como las de la provincia iraquí de Kirkuk, de las cuales incluso venden petróleo y gas sin dar cuenta alguna a Bagdad.
Y justo en instantes en que el EI ha recibido y recibe golpes demoledores en Iraq y Siria, el señor Barzani, imbuido de un “irrefrenable fervor patriótico”, y con el espaldarazo sobre el terreno de una Coalición Internacional ducha en obstaculizar los avances antiterroristas y masacrar civiles inocentes, se lanza a la realización de un referendo para intentar promover el desgarramiento territorial de Iraq y, de seguro, repetir tan “edificante experiencia” en Siria.
De hecho, naciones como Irán y Rusia, que apoyan directamente a Damasco en su combate contra los yihadistas, advirtieron de inmediato que no admitirán el desgarramiento territorial de Iraq, y se pronunciaron favorables al respeto de las fronteras existentes y a su integridad nacional.
Bagdad, por su parte, afirmó no reconocer la consulta promovida por Barzani y sus aliados occidentales, y no descartó el uso de la fuerza militar para proteger su espacio geográfico, en tanto grupos amados locales se pusieron a la disposición del gobierno para actuar contra la secesión kurda.
Lo cierto es que un pretendido “Estado kurdo”, en los términos diseñados por los hegemonistas, complementaría el papel disociador y agresivo que Israel desempeña en la zona desde hace decenios bajo la batuta norteamericana y, de hecho, se conoce documentalmente que Barzani, junto a Barack Obama y el primer ministro sionista, Benjamín Netanyahu, ya habían elaborado el plan separatista que hoy se intenta poner en marcha.
Como han advertido por estos días medios de prensa especializados: “El presidente del Kurdistán iraquí y su familia tiene nexos directos con el Mossad sionista y la CIA norteamericana, y su actuación nada honesta responde al deseo de fracturar a Iraq apoderándose de una región estratégica en recursos naturales y minerales, además de ofrecer un “nuevo país” a Israel y Washington en forma de ariete incrustado en el corazón de naciones soberanas como Irán o Siria”.
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