Realizado este 9 de enero en la histórica localidad de Panmunjon, donde radica la línea de demarcación entre ambas Coreas, el nuevo encuentro entre delegaciones de Seúl y Pyongyang para distender asperezas trae cierta calma al planeta.
Hay que recordar que en las últimas semanas el área fue escenario de violentos intercambios verbales del Norte con los Estados Unidos, a partir de la intención de Washington de “castigar” a Corea Democrática por su programa de desarrollo nuclear militar, que incluye la posesión de bombas atómicas y de hidrógeno y misiles portadores de diferentes grados de alcance en su trayectoria.
De hecho, el presidente norteamericano Donald Trump amenazó en plena Asamblea General de la ONU con arrasar el territorio norcoreano para detener el auge misilístico de Pyongyang, y aprovechó las circunstancias para un mayor despliegue bélico en la región Asia-Pacífico (muy cerca de las fronteras de China y Rusia), y promover millonarias ventas de pertrechos de guerra a Japón y Corea del Sur.
Sin embargo, haciendo honor a la frase de que “siempre que llueve escampa”, aunque en este caso específico añadiendo la coletilla de “por ahora”, las dos partes coreanas decidieron encontrarse cara a cara para debatir una agenda que incluyó la participación del Norte en los Juegos Olímpicos de Invierno que organiza el Sur para febrero próximo, y adelantar en otros temas como la reanudación de los contactos militares entre ambas partes con el fin de reducir riesgos y mal entendidos.
Las negociaciones fueron respaldadas además por las posteriores declaraciones del presidente sudcoreano, Moon Jae-in, acerca de su disposición de reunirse con el líder norcoreano, Kim Jong-un, para dialogar sobre las relaciones bilaterales.
Moon pretende además incluir en la agenda el tema de la “desnuclearización” de la Península Coreana, justo cuando Pyongyang ha logrado avances importantes en la esfera del armamento atómico, como respuesta a la permanente agresividad norteamericana contra el país y la masiva presencia de efectivos y artilugios bélicos estadounidenses en la zona, incitadores de periódicas maniobras bélicas fronterizas que Corea del Norte asume y denuncia como una seria y permanente amenaza a su seguridad.
De ahí que el Norte haya respondido de inmediato subrayando que el tema de su arsenal nuclear no estará en la mesa de negociaciones, y que si Seúl persiste en el asunto, todo lo logrado este enero puede colapsar.
Por demás Pyongyang aseguró que “sus misiles y bombas atómicas no están dirigidas contra sus hermanos del Sur, y las vecinas Rusia o China”, sino que apuntan directamente contra el posible agresor norteamericano. De manera que por el momento resulta evidente que al menos en este tenso asunto no existirá siquiera la posibilidad de su mención en cualquier contacto bilateral.
Al parecer, para el Norte hablar de desnuclearizar la Península Coreana resulta por ahora, bajo otro ropaje político, ceder tácitamente a las presiones estadounidenses para eliminar la actual multiplicación de las potencialidades defensivas de Pyongyang frente a su añejo enemigo.
No obstante, lo ocurrido este enero en Panmunjon no deja de ser alentador, y así lo han hecho constar no pocos países, entre ellos Rusia y China, en cuya cercana vecindad se suceden tan severas y controvertidas tensiones.
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