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lunes, 25 de noviembre de 2024

Ucrania: la gran desvergüenza

La Casa Blanca y sus aliados insisten en una política sórdida, oportunista y demencial...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 05/05/2014
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Situación en Ucrania, mayo 2014
Lo que acontece en Ucrania evidencia la falacia del discurso público de los hegemonistas.

Washington no iba a perder la oportunidad de acercar las provocaciones y la vigilancia a las propias puertas rusas, y mucho menos luego del trauma que significó la pérdida estratégica de Crimea y Sebastopol, en el Mar Negro, cuyos pobladores decidieron separarse de Ucrania y retornar a la madre patria.

Y la titulada “ofensiva militar de Kiev” contra las ciudades sublevadas en el oriente del país se coloca justo como una piedra angular en el malsano propósito de lograr un nuevo y severo golpe contra el Kremlin, sin reparar para nada en aspectos éticos o humanitarios.

Mientras, una Europa que, a la vez que vieja se proyecta menos sabia, más obsecuente y políticamente desacreditada, pasa hoy por alto, y sin mayores consideraciones, el amargo hecho de haber sido la caldera y  el escenario central de dos devastadoras guerras mundiales (las mismas que permitieron a los Estados Unidos sentarse sobre las otrora “hidalgas cabezas”) y se presta gozosa a ganarle mayores influencias a un socio que no vacilaría en quemarla de pies a cabeza si con ello lograse sus pretensiones hegemónicas universales.

Porque el Viejo Continente, al unirse a la aventura anti rusa en Ucrania, puede perder más que las migajas que le otorgue el verdadero dueño del juego, desde descalabrar buena parte de su sistema de suministros energéticos, hasta hacer del Continente un nuevo emporio de violencias desatadas de los más disímiles signos.

Y es que no serían ya solo las perjudiciales tensiones con el Kremlin, sino la tolerancia y connivencia con lo más retrógrado, brutal y genocida del espectro capitalista, representado en los grupos fascistas, xenófobos y neonazis que han sido impulsados al gobierno de Kíev, como los terroristas islámicos, incluida Al Qaeda, fueron santificados en Libia y se pretende brindarles el mismo escalón en Siria.

Pero en fin, es el triste papel que las nuevas dirigencias europeas eligieron para escarnio de aquellos líderes de post guerra que llegaron incluso a pensar en ejércitos y mandos regionales propios, ante el molesto ascendente de Washington  en el seno de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN.

¿Y que se plantea hoy en el caso ucraniano? Es evidente que lo que la Casa Blanca ha diseñado es la elevación de las tensiones a extremos insoportables en el intento de desgastar a Moscú en un evento político-militar que distraiga toda su atención y esfuerzo internos, en un instante donde la economía del gigante euroasiático no parece marchar con la celeridad deseada.

Contexto en el cual, además, las variables extremas pueden desembocar en un enfrentamiento de alcance ilimitado, o en un premeditado episodio como el estructurado por los sectores imperiales en Afganistán a fines de los setenta del pasado siglo, que impulsó el envío de tropas soviéticas en apoyo a las autoridades progresistas de Kabul y su ulterior empantanamiento frente a los extremistas y terroristas apoyados por los Estados Unidos y Occidente, incluida Al Qaeda y su entonces bien aquilatado cabecilla Osama Bin Laden.

Por demás, lo que acontece en Ucrania evidencia la falacia del discurso público de los hegemonistas. Así, no se repara en la ilegalidad ni la catadura de quienes usurpan el gobierno de Kiev (al fin y al cabo fueron los elegidos por los intereses imperiales), y por encima de toda consideración institucional o moral se le adjudican fondos multimillonarios de pretendido rescate económico, y se le entregan armas y recursos a sus fuerzas de choque, capaces de incinerar vivas a decenas de personas en un céntrico edificio, como ocurrió en días pasados de la ciudad de Odessa.

Comandos neonazis que, fortalecidos con mercenarios de los países bálticos, Polonia y otras latitudes, son incorporados a las fuerzas militares regulares enviadas a Ucrania del Este para asegurar la planificada “mano airada” contra los pobladores de origen ruso proclives al federalismo, toda vez que parte de las tropas regulares se ha negado a reprimir a los civiles en más de una ocasión.

¿Curso futuro de los acontecimientos? Lamentablemente todo parece depender por ahora de los niveles de irresponsabilidad, prepotencia e ínfulas de todopoderoso de quienes en Occidente llevan en sus manos los hilos de la agresión y el injerencismo en Ucrania, y cuyas enfermizas metas estratégicas –vale recordarlo siempre- apuntan contra los dos gigantes del Oriente que desde hace un buen tiempo le hacen una incómoda sombra global.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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