El reciente derribo de un avión ruso de transporte con 15 militares a bordo, todos fallecidos, cuando naves israelíes se refugiaron tras el desparecido aparato Il-20 mientras atacaban territorio sirio, fue considerado de inmediato por Moscú como un acto irresponsable y una absoluta violación de las disposiciones suscritas con Tel Aviv para evitar encontronazos bilaterales en casos de esa índole sobre el espacio aéreo de Siria.
Ese criterio fue reiterado firmemente por el Kremlin a una delegación oficial sionista despachada a Moscú para analizar el suceso que aconteció el 17 de septiembre sobre la provincia de Latakia, en el occidente sirio, y no en el Norte, como indicó Israel a pesar de la claridad de los mapas y controles de vuelo.
Y en efecto, tal como se advirtió a los agresores- y de paso a aquellos países que promueven acciones de ese tipo contra Siria e incluso mantienen tropas ilegalmente en su territorio- el presidente ruso Vladímir Putin ordenó la inmediata entrega a Damasco de baterías de misiles S-300, “capaces de interceptar medios de ataques aéreos a una distancia superior a 250 kilómetros y abatir simultáneamente varios objetivos".
La decisión, que cobrará cuerpo en dos semanas, dijeron fuetes militares rusas, “debe enfriar las cabezas calientes que ponen en riesgo a los militares rusos en territorio sirio”.
Adicionalmente, Moscú precisó que el Ejército Nacional de Siria será dotado de sistemas de mando automático que solo tienen los ejércitos rusos y que permitirán a los combatientes locales una muy superior “vigilancia del espacio aéreo y el rápido establecimiento de objetivos, además de garantizar la identificación de todas la naves rusas por la defensa antiaérea siria".
Un tercer paso, y realmente trascendente, será la inhibición radioelectrónica, sobre una parte del espacio aéreo de Siria, de la navegación por satélite, así como de los radares de a bordo y los sistemas de comunicación de los aviones de combate que intenten ataques contra instalaciones del país.
Según el Ministerio ruso de Defensa, será una suerte de zona de exclusión para los agresores, toda vez que sus naves y otros artilugios quedarán virtualmente ciegos al entrar en dicha área, ubicada en la región del Mar Mediterráneo. Esta inhibición puede ser utilizada también contra buques de guerra y fuerzas terrestres, dijo la misma fuente.
De manera que la acción sionista del pasado 17 de septiembre parece concluir con la imposición de un nuevo y efectivo cerco defensivo a las frecuentes incursiones piratas de la aviación de Tel Aviv contra Siria, muchas veces en socorro de los remanentes del Estado Islámico y otros grupos terroristas enfrentados a Damasco, a tono con los planes hegemonistas de desarticular al país.
Y es que está claro que a estas alturas, y luego de la casi total liberación de Siria de manos de los extremistas aupados y pagados por Washington, sus aliados occidentales, las satrapías árabes e Israel, no tienen Moscú, junto a Teherán y el Hizbolá libanés, la menor intención de ceder nuevos espacios o detener el combate hasta un final victorioso.
En todo caso ahora Tel Aviv y aquellos que de vez en vez destinan aparatos de su fuerza aérea a agresivas e ilegales misiones contra Siria, deberán pensarlo más de una vez antes de aventurarse en un camino que, con toda seguridad, no augura un regreso venturoso para los violadores.
Si la aviación militar sionista quería amedrentar, simplemente salió del provocador entuerto con el rabo entre las patas.
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