La República Democrática del Congo vivirá el día 30 las cuartas elecciones generales desde su independencia de Bélgica, en 1960, sin que todavía anote su primera transición de forma pacífica.
Tomado en 1885 como una propiedad privada del rey belga Leopoldo II, el país estuvo envuelto en episodios de violencia en los anteriores procesos comiciales: 1960, 2006 y 2011.
El segundo mayor Estado de África, detrás de Argelia, tendrá finalmente la cita con las urnas después de dos aplazamientos, en diciembre de 2016 y el 23 de diciembre pasado. Para la consulta están inscritos 21 presidenciables (aunque al menos dos renunciaron a favor de otros dos participantes) y más de 15 mil aspirantes a las diputaciones provinciales y nacionales.
A las urnas están convocados más de 40 millones de congoleños en una nación con más de 250 etnias y 90 millones de habitantes. El este del país es especialmente violento debido a la acción de grupos irregulares armados, incluidos grupos de Ruanda y Uganda.
En materia de riquezas es uno de los más agraciados en el mundo dada sus reservas naturales de coltán, uno de los minerales raros más importantes en la fabricación de teléfonos celulares y equipamiento espacial.
Desde el punto de vista social clasifica como uno de los más atrasados del continente, con más de 71 por ciento de pobreza y deficientes servicios de agua potable y electricidad.
Sin embargo, sus servicios sanitarios pudieron -hasta ahora- contener la peor epidemia de ébola en el país a dos provincias (Kivu del Norte e Ituri). Lejos de estar controlado, el brote ya dejó más de 350 muertos en casi 600 casos.
Para relevar a Joseph Kabila, desde 2001 en el poder, existen tres candidatos escapados y que dominaron la campaña electoral, marcada por la violencia en la realidad, y las noticias falsas y ofensas a nivel de las redes sociales.
La mayoría de las encuestas situaron como favoritos al oficialista Emmanuel Shadary (Frente Común por el Congo), Felix Tshisekedi (Rumbo al cambio) y Martin Fayulu (Lamuka, en lengua lingala significa despierta). El resto ha sido prácticamente invisible.
Durante toda la campaña las confrontaciones -que incluyeron el saboteo de mítines, vandalización de oficinas de partidos y riñas entre simpatizantes de distintas fuerzas- dejaron saldo de al menos una decena de muertos y numerosos heridos.
No han faltado llamados de sectores internos y actores externos para poner coto a esos peligros, que parecen incubar un conflicto poselectoral.
Circularon bulos sobre el abandono de la carrera por parte de unos candidatos a favor de otros. Sucedió con Samy Badibanga, supuestamente adherido a Shadary, y Marie-Josée Ifoku (la única mujer en la liza), falsamente unida a Tshisekedi.
Mención aparte para la polémica en las redes sociales sobre un posible falso diploma de Tshisekedi, un tema que no fue aclarado, y que de comprobarse hubiera costado la habilitación al presidente de la Unión por la Democracia y el Progreso Social.
Hubo dos casos de ausentes presentes, se trata de los inhabilitados Jean Pierre Bemba (condenado a un año por soborno de testigos por el Tribunal Penal Internacional) y de Moise Katumbi (con deudas con la justicia) y que estuvo durante semanas anunciando su retorno al país hasta que finalmente lo intentó y las autoridades no lo dejaron aterrizar.
Solo falta que cuando los congoleños vayan a las urnas y esperen por los resultados (probablemente en el nuevo año), las cuartas elecciones en su historia se conviertan en las primeras con una transición pacífica.
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