El componente hegemonista es congénito de aquellos sistemas socioeconómicos cuyo sustento depende de la expoliación ajena y de las profundas asimiterías como única y válida estructuración universal.
En consecuencia, cuando en el proscenio global surgen y se desarrollan proyectos donde el mutuo beneficio, la equidad, el respeto y la real cooperación se hacen tangibles, es natural que las naciones y los gobiernos les acojan y aplaudan; con más razón cuando sus promotores son exponentes de un desarrollo sólido y en plena expansión. Es, en pocas palabras, una de las expresiones de la validez del multilateralismo que tanto denostan los que insisten en mantener dividido al planeta en “elegidos” y “sobrantes”.
De ahí que cuando en la América Latina de hoy se habla de China, la gente asuma que se nombra ciertamente a un gigante en plena y acelerada explosividad (se dice incluso que ya constituye la primera potencia económica gobal), pero a la vez a un socio confiable, equitativo, razonable y respetuoso, no importan las dimensiones de sus interlocutores.
No siempre fue así, y vale indicar que para muchos la existencia de una Cuba independiente —que reconoció desde el propio triunfo revolucionario la existencia del gigante asiático como el legítimo representante del pueblo chino— sentó las bases para que Beijing diera sus primeros pasos en una parte del planeta, asumida hasta entonces como neto traspatio estratégico de los Estados Unidos.
De ahí que no sean extraños los mutuos lazos de concertación y entendimiento que, entre otras cosas, han incentivado el paso por La Habana de varios de los máximos líderes chinos, y que suma en estos días la visita del primer ministro Li Keqiang y la firma de decenas de convenios bilaterales que elevan aún más el intercambio multifacético chino-cubano, incluidos los protocolos que oficializan la condonación de adeudos de la isla y los relativos a la actualización de la agenda económica común.
De hecho, Beijing es hoy de los primerios socios comerciales cubanos, y existe la voluntad de seguir avanzando en ese espacio, según se reiteró durante la presencia del jefe del gobierno chino en la mayor de las Antillas.
No menos importante ha sido la constructiva expansión lograda por China en sus vínculos generales con el resto de nuestra área geográfica. Un avance amistoso y multifacético que incluso desde marzo último ha incluido el dominado Año de Intercambio Cultural China- América Latina y el Caribe, destinado a un mejor conocimiento bilateral y a estudiar y reconocer las influencias en nuestros pueblos de los numerosos emigrados chinos que a través de la historia escogieron esta parte del mundo como su nuevo hogar.
Pero específicamente en materia económica, el salto de los lazos mutos es de proporciones admirables, aunque alarmantes seguramente para aquellos que siempre nos han visto como eternos vasallos de sus intereses particulares.
China es hoy socio comercial de primer orden para naciones como Brasil, Chile o Perú; y sus niveles de intercambio con el sur de nuestro hemisferio se han multiplicado por veintidós desde el año 2000, frente a un incremento global del triple como promedio general en igual período.
Por demás, explican fuentes de prensa, “los créditos concedidos por China a América Latina desde 2010 alcanzaron los 94 mil millones de dólares, lo que la convierte en el mayor suministrador de financiamiento a nuestra área geográfica.
Con esos antecedentes, y con el reconocimiento, entendimiento y concertación logrados entre China y organismos regionales de nuevo tipo, como la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC) o el Mercado Común del Sur (Mercosur), los analistas auguran una mayor intensificación y optimización de los intercambios bilaterales.
En consecuencia —sentencian las mismas fuentes—, “China podría mantener en el futuro a América Latina como una fuente fiable de materias primas, un mercado seguro para sus exportaciones y un destino atractivo para la diversificación de sus inversiones en el exterior”.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.