¿Quién dijo adiós a las armas?

El gran negocio está en marcha para una potencia que destina a equipos bélicos un presupuesto diez veces superior al de sus más cercanos seguidores en tan preocupante rubro. Desde luego, se trata de los Estados Unidos, esa singular nación que sus actuales autoridades han prometido hacer valer por los siglos de los siglos “construyendo la paz con la guerra”, según sus últimas declaraciones en materia de actuación exterior.

Derrotero conveniente en términos financieros y de negocios para el determinante gran complejo militar industrial local, a la vez que utilísimo en los planes geoestratégicos de los sectores que acaparan el poder político nacional.

De manera que bajo el influjo de los renovados tambores de guerra provenientes de las orillas del Potomac, este, nuestro mundo, tan plagado de desigualdades, miserias, urgencias y desesperación humanitaria, dedicará en los próximos doce meses 1,67 billones de dólares a la fabricación de artilugios de muerte y destrucción, la cifra más alta desde el pretendido cese de la Guerra Fría.

El detallado cálculo corresponde al reporte anual sobre presupuestos de defensa Janeˈs Defence Budgets, elaborado recientemente por la empresa IHS Markit, el cual añade que “el gasto mundial de defensa crecerá en 2018 por quinto año consecutivo”.

El documento precisa que la financiación de las compras de equipos militares también crecerá, de 295 mil millones de dólares en 2017, a 315 mil millones en 2018”.

La nota señala el abrupto “aumento del gasto militar de los Estados Unidos  desde 2008” como la causa principal del mencionado incremento de presupuestos de defensa en todo el mundo, comparado con el de Rusia, que ha disminuido en 2017 por segundo año consecutivo.

El estudio precisa que “el presupuesto de defensa del Kremlin es ahora un diez por ciento más bajo que su máximo de 2015, y se estima que se reduzca en un cinco por ciento el próximo año”.

Los analistas consideran que Europa oriental, donde Washington y sus aliados de la OTAN presionan sobre las fronteras rusas a través de Ucrania y otros puntos geográficos, será la región de más rápido crecimiento de gastos militares en el mundo. En pocas palabras, se trata de la militarización acelerada del Viejo Continente contra lo que la Casa Blanca ha dado en llamar la “amenaza rusa”.

La nota deja saber también que las erogaciones bélicas en la región de Asia y el Pacífico, que habían disminuido en 2017, deben experimentar un alza a partir de las amenazas oficiales norteamericanas contra Corea del Norte y sus ventas de armamentos a Seúl y Tokio para “defenderse del peligro norcoreano”.

De hecho, Corea del Sur acaba de anunciar la próxima adquisición de al menos cuarenta aviones F-35 de la compañía estadounidense Lockheed Martin.

 Asimismo, tras una baja en 2016, el gasto en defensa volvió a crecer en el Oriente Medio y el norte de África en 2017, mayormente debido al aumento del presupuesto militar de Arabia Saudita, incentivado también desde Washington a tenor de la “agresividad de Irán y el Hizbulá libanés” en Siria, y la ayuda militar de Moscú a Damasco en su enfrentamiento a los terrorista del Estado Islámico.

 De tal modo, la “complementación” entre geopolítica agresiva y el mercadeo de artefactos de muerte es la apetecida resultante de los programas políticos externos que Donald Trump y su equipo impulsan con especial ahínco, sobre todo porque los muertos y los sufrimientos los ponen otros.