miércoles, 1 de mayo de 2024

Otan: socios insociables

El setenta aniversario del pacto agresivo no pudo ser más revelador...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 07/12/2019
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Otan-Aniversario 70
Crisis, encontronazos y los irascibles reproches de Trump marcaron la fiesta otanista en Londres, según numerosos despachos de la prensa acreditada.

Dicho lo que dijo su secretario general, el noruego Jens Stoltenberg, acerca de que las diferencias siguen por debajo de los entendimientos, lo cierto es que quienes siguieron la magra celebración de los setenta años de la Organización del Tratado del Atlántico Norte no pueden negar que estuvo muy cerca de una bronca de barrio.

Es un mal tono que viene de tiempo atrás, cuando el hoy presidente de los norteamericanos reclamó airadamente de los europeos más dinero para los fondos de la OTAN, y les espetó que Washington no les va a seguir costeando, como hasta hoy, “su defensa” ante las pretendidas agresiones externas.

Era la legítima exigencia “del país que le sacó las castañas del fuego al Viejo Continente en las Primera y Segunda guerras mundiales” (como se nos martilla hoy en el dúctil universo mediático), sin precisar, desde luego, que en dichas contiendas las tropas estadounidenses, enviadas a destiempo a ambos mataderos, fungieron como la punta de lanza de los grandes poderes gringos para convertir a los Estados Unidos en la primera potencia capitalista a partir de 1918, y terminar de transformar a una Europa devastada en “maleable aliado de segunda” luego de 1945.

Creencia que en especial alienta un egocéntrico chovinista como Trump, y que le incita a halarles públicamente las orejas a los socios de ultramar y a espetarle en pleno rostro que para él “los Estados Unidos está primero”.

La Casa Blanca no cree en aliados, es así de sencillo. Solo aspira a poseer servidores, incluso, netamente sacrificables si ello se aviene con sus egoísmos y su acendrada unilateralidad.

De ahí que algunos en Europa y en específico dentro de la OTAN, no puedan esconder sus reservas y rasguños, y perciban que algo debe ser cambiado ante la disyuntiva de ser un trapo arrugado en las manos de un “amigo” que no se toma la molestia de contar con los criterios ajenos para alebrestar la economía internacional; alentar el proteccionismo, las sanciones y la subida de aranceles a diestra y siniestra; decidir por su cuenta movimientos militares en áreas de conflictos donde se supone actúan mandos multinacionales; y salirse por cuenta propia de acuerdos trascendentes como el nuclear logrado con Irán, o el de París relativo al cambio climático, entre otros dislates.

De tales lances proviene, por ejemplo, la agria relación del jefe de la Oficina Oval con el presidente francés Emanuel Macron, quien víspera de la otanista fiesta de cumpleaños realizada en días pasados en Londres dijo del pacto Atlántico que padece “muerte cerebral” e insistió en que Europa “no puede confiar” su integridad y supervivencia a los Estados Unidos, un país que con Donald Trump al frente –añadió– “ha roto los consensos de la Guerra Fría”, pone en “crisis la multilateralidad” entre aliados, y “nos obliga a asumir nuestra responsabilidad y garantizar nuestra seguridad y, por tanto, la soberanía europea”.

Una cuña, la del jefe de Estado galo, que ha encendido las iras del ocupante de la Casa Blanca, pero que, sin dudas, y a pesar de algunas reacciones tácticamente moderadas de varios pares regionales de Macron, inquieta y ocupa a una creciente porción del liderazgo europeo.

De ahí que en Londres todo acabara con magros aplausos, Trump suspendiendo sus declaraciones a la prensa, y difusas referencias a un mayor compromiso monetario europeo con la OTAN, a la vez que reiteradas “preocupaciones” sobre la seguridad de los países bálticos (fronterizos con Rusia), y los presumibles “retos” que impone en el terreno global “el desarrollo militar y tecnológico de China”, aspecto este último que aparece por primera vez en un documento otanista, sin dudas, como caramelo de consuelo a Washington.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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