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sábado, 16 de noviembre de 2024

Órbita de una estrella fugaz

Nikki Halley debe tener motivos para apartarse ella misma...

Elsa Claro Madruga en Exclusivo 11/10/2018
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Nikki Haley
Nikki Haley conversa con el presidente estadounidense, Donald Trump, en la Casa Blanca, donde minutos después se conoció su renuncia.

La primera pregunta ante la dimisión de Nikki Haley es por qué ahora, cuando ni siquiera tienen previsto quién va a sustituirle. Por lo general, y particularmente en la actual administración norteamericana, el cese de un alto funcionario está antecedido por rumores, filtraciones u otros síntomas, y suele tenerse preparado el reemplazo. 

El exjefe de la diplomacia norteamericana Rex Tillerson, sonaba como repudiable para la administración Trump tiempo antes de ser sustituido por Mike Pompeo. Hay otros casos similares en la veintena de altos cargos suprimidos o renunciantes en estos dos últimos años.

No ocurrió según ese patrón en el caso de la embajadora de EE. UU. ante la ONU. Descartando las zalamerías públicas entre la alta funcionaria y el mandatario, -él siempre abusando de los adjetivos-, el hecho más reciente al cual pudiera vincularse esta renuncia pudiera encontrarse en las declaraciones que Haley hiciera en pleno debate sobre el caso de Brett Kavanaugh, quien ya está instalado cómodamente en la Corte Suprema.

En medio del rifirrafe creado tras las acusaciones de acoso sexual contra el jurisconsulto, Haley optó por la importancia de escuchar a las víctimas. Para quien fue tan fiel intérprete de las políticas más cavernarias de Donald Trump de cara a y en contra de la opinión mundial, fue notable verla colocada en un tema interno y con una postura equilibrada, en amparo de tropezar con la verdad.

Igual criterio sobre darle oportunidad de defenderse y denunciar a las violentadas, expuso Haley en diciembre del 2017 en referencia a las acusaciones sobre la conducta sexual del propio jefe de estado. ¿Fue miedo a represalias o fidelidad a principios, por inconexos que fueren, la base para a salir del equipo gobernante?

La respuesta a esta interrogante puede tardar o no, pero todo llega a saberse y esta no será una excepción. Algo se esconde, sean sus enfoques contrarios al ya instalado de por vida en la Corte Suprema u otro el motivo, pero no es aceptable el ingenuo pretexto de tomarse un tiempo libre.

Haley no aparece clasificada como feminista, pero pese a la agresividad mostrada por ella al defender lo imposible (llegó a decir que no importaba si EE. UU. se quedaba solo ante el mundo por sus políticas), no debe ser tampoco inmune a una de las evidencias sobre un mandato durante el cual se anularon medidas destinadas a dar alivio a la desigualdad de género.

Círculos académicos dentro y fuera de los Estados Unidos, consideran este como problema serio y las marchas de mujeres o el movimiento gestado para contrarrestar aTrump mediante las elecciones legislativas de noviembre, junto con el asesinato de los pocos avances de la era Obama en esta materia, son prueba de la magnitud de un sumario imposible de ignorar.

Las referencias están en la discriminación laboral, incluyendo el menor pago por igual trabajo y calificación; el acoso y el abuso sexual en centros estudiantiles o laborales y temas avanzados sobre derechos reproductivos. Cuestiones todas que en la actual administración fueron anuladas en los primeros 12 meses de ejercicio republicano.

Haley, en medio de esta revulsión, fue una afortunada. En el gabineteTrump y su entorno solo el 21% son mujeres, frente a un 79% de hombres. Sirva en comparación la etapa de Barak Obama, lejos de lo ideal, pero en la cual se nombró a un 43% de mujeres, frente a un 57% de hombres.

Pudiera resultarle improcedente a unos cuantos la mención de estas realidades, capaces de explicar el movimiento surgido dentro de la población femenina estadounidense en busca de empoderarse, quizás a través de las elecciones legislativas de noviembre, algo poco probable pero a notar, o dando fe de su rechazo a la misoginia y los abusos en las recientes protestas por el nombramiento de Kavanaugh.

Si como estamos barruntando fue por miedo a una muy probable vendetta política que la embajadora ante la ONU dejó su sitio, es razonable tener en cuenta esos factores. No menos sitio ocupa lo dicho por la propia Halley: “Para aquellos que no nos apoyen, vamos a anotar nombres. Nos aseguraremos de responder a eso adecuadamente”. Se trataba entonces de Israel y la desproporcionada defensa de las acciones judías, mientras despojaban de todo derecho a los palestinos, pero tranquilamente son criterios que ella emitió son aplicables para sí.

Entre los críticos de Trump y su equipo se manejan también posibilidades como diferencias con el asesor de seguridad nacional John Bolton. "Antes de la contratación de John Bolton -escribió el constitucionalista Glenn Greenwald- Nikki Haley era probablemente la funcionaria de Trump de alto rango más pro-guerrillera y pro-imperialista y, por lo tanto, la funcionaria de Trump más querida por los medios estadounidenses (...) Ella sostuvo cada punto de vista de la política exterior convencional que ha generado tanta destrucción".

El criterio esgrimido por la organización Ciudadanos por la Responsabilidad y la Ética en Washington, autodefinida como responsable  de "realizar acciones legales agresivas, investigaciones en profundidad y comunicaciones audaces para reducir la influencia del dinero en la política", aludió a Haley en otro ángulo: “Estamos pidiendo una investigación sobre 7 vuelos privados tomados por la embajadora de las Naciones Unidas Nikki Haley que fueron pagados por ejecutivos de negocios de Carolina del Sur”, estado del cual fue gobernadora.

También se relaciona a la todavía diplomática con la misteriosa carta anónima publicada por el New York Times de un supuesto alto cargo, refiriendo cómo le ocultaban asuntos importantes a Trump para que no los mal encaminara. Una de las voces en lo inmediato, apoyando al presidente, fue la de Haley. Esa necesidad de hacer notar su inocencia en cuanto a la misiva, despertó sospechas sobre algo todavía en el misterio.

“Es importante que los funcionarios sepan cuándo hay que dar un paso a un lado”, explicó esta conservadora con suficientes experiencias dentro del aparato del poder como para oler riesgos y apartarse de disparos mortales. Este acontecimiento, tiene seguras secuelas.


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Elsa Claro Madruga

Analista de temas internacionales


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