Los mecanismos más infames de la derecha brasileña siguen en marcha para mantener alejado de la política al ex presidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva, quien este domingo cumplió un año de prisión por delitos no probados, mientras recibe el apoyo de la solidaridad mundial movilizada por su libertad en al menos 15 países.
Lula da Silva, 73 años, considerado el político más popular de Brasil, vivió su día 365 en la cárcel de Curitiba, del estado de Paraná, en una celda de 3 x 5 metros cuadrados, con visitas familiares restringidas, y con el tratamiento que recibe cualquier preso común, a pesar de que la prensa derechista de su país quiere presentarlo como un privilegiado.
Es la primera vez en la historia de Brasil que un expresidente es condenado por corrupción pasiva. Luego de ser enjuiciado sin pruebas, se entregó de manera voluntaria el 7 de abril del pasado año.
Las convocatorias para la defensa a nivel mundial partieron del Partido de los Trabajadores (PT), fundado por el ahora encarcelado durante la dictadura militar (1964-1985) y el Comité Lula Libre para que en las principales ciudades del orbe haya grandes movilizaciones por su liberación inmediata.
Las manifestaciones de calle se realizarán hasta el próximo día 10 y serán transmitidas a través de la plataforma YouTube, en un formato de flashes informativos, para ser divulgadas luego de finalizadas.
"Movilizaciones dentro y fuera de Brasil van a denunciaron el carácter político de la prisión del ex presidente Lula", destacó Gleisse Hoffmann, presidenta del PT.
La Organización de Naciones Unidas (ONU), se unió al llamado de protesta y convocó a una concentración en Ginebra, Suiza, donde radica el Comité de los Derechos Humanos de esa organización, bautizada como Reunión por la Libertad de Lula.
Nominado al Premio Nobel de la Paz 2019 luego de que más de 600 000 personas firmaran la petición, entre ellos otras merecedores de igual galardón, figuras de la intelectualidad y de la política mundial, este día, según reportes recibidos por el PT, también se unieron en sus países al reclamo mundial por la libertad de quien, durante dos mandatos, sacó a mas de 30 millones de brasileños de la pobreza.
La petición al Comité de Estocolmo fue hecha por el Nobel de la Paz argentino Adolfo Pérez Esquivel, quien recordó que entre los logros del gobierno de Lula están la reducción de la tasa de desempleo en cerca del 50 por ciento, la creación de 15 millones de empleos y la implementación de programas de educación y salud pública que elevaron el Índice de Desarrollo Humano (IDH) de Brasil
Considerado uno de los presidentes que más trabajó por las masas empobrecidas de su gigantesco y desigual país, con proyectos sociales que los representantes de la oligarquía brasileña han aniquilado, su candidatura al Palacio del Planalto el pasado año era visto como un retorno al progresismo y a las políticas integracionistas, lo cual resultaba inadmisible para sus enemigos de clase y las oligarquías latinoamericanas.
Si Lula ganaba, como ocurrió en México con el líder progresista Andrés Manuel López Obrador, ya que se trata de dos de las naciones más poderosas de la región, al imperialismo bajo la tutela del controvertido Donald Trump le hubiese sido más difícil la reconversión de una región que vivió una época de esplendor a partir de 1998, cuando el venezolano Hugo Chávez ganó la presidencia.
Las maquinaciones imperialistas son de larga data en Brasil. Empezaron a materializarse cuando su sucesora y compañera del PT Dilma Rousseaf fuera derrocada por un golpe de estado parlamentario y sustituida por el corrupto Michel Temer. Desde mucho antes, según diversas fuentes, se fraguaba un plan contra Lula da Silva para evitar su retorno a la presidencia, ya que las encuestas mostraban que ganaría de nuevo el máximo cargo con un alto porcentaje.
Ese mecanismo contra el ex mandatario está ligado a los Estados Unidos, a su Departamento de Justicia, a la Agencia Central de Inteligencia y a la Oficina Federal de Investigación, ya que esos elementos conspiran por eliminar los gobiernos progresistas y socialistas de América Latina, colocando en su lugar títeres aliados.
En ese sentido, declaró una guerra no convencional contra Venezuela para aniquilar la Revolución Bolivariana y acabar con el socialismo en Cuba y Nicaragua, países a los que los halcones de la Casa Blanca amenazan de manera constante.
La unión de los poderes Ejecutivo, representado por Temer, Legislativo, y Judicial –que sacaron a Dilma y se unieron contra Lula- echó a andar una maniobra para acusarlo, siendo inocente, de corrupción en el caso de la estatal Petrobras cuando ocupaba la presidencia. Acusador y después quien dictó su sentencia en primera instancia fue el juez federal Sergio Moro, ahora ministro de Justicia del presidente fascista Jair Bolsonaro.
Si un año atrás alguien hubiese dicho que Bolsonaro ocuparía la presidencia dirían que estaba loco. Este individuo, un oscuro diputado durante los últimos 28 años, ex capitán del Ejército, que practica una política de odio contra lo que signifique progresismo, en solo tres meses de gobierno ha demostrado que carece de la inteligencia y la experiencia para enfrentar la compleja situación interna y mundial de la actualidad.
Tanto, que según el diario Folha de Sao Paulo, y luego de declarar en Israel que ¨el nazismo es de izquierda¨ reconoció que ¨no nací para presidente, nací para ser militar¨, lo que causó la burla de millares de personas en las redes sociales pues es una verdad de perogrullo.
La inocencia de Lula da Silva, de extracción obrera y familia muy pobre, está más que comprobada por sus abogados defensores.
Uno de ellos, Luiz Eduardo Greenhalgh, de reciente visita en Cuba, precisó que el fundador del PT ¨fue juzgado y condenado en base a la convicción íntima de una persona que hacía todo lo posible para evitar que da Silva asumiera de nuevo la presidencia del país latinoamericano, o sea, el juez Moro, confabulado con la derecha de su país y cómplice de Bolsonaro desde antes de las elecciones.
Aún cuando el antiguo presidente ha sido condenado en dos ocasiones a 24 años y meses de prisión en dos causas, el 60% de los brasileños estima que está siendo perseguido judicialmente –como también han hecho contra otros líderes progresistas latinoamericanos- y un 75% cree que armaron la trama judicial para impedir que ganara los comicios presidenciales.
El abogado defensor confirmó que en La Habana: ¨Tengo 70 años, luché contra la dictadura, y ahora me siento desilusionado, pues cada vez que llego a la celda de Lula, me parece increíble que se pueda mantener presa a una persona por un año, sin crimen, sin pruebas, sin nada contra él¨.
¨Es una injusticia y Lula está sufriendo en la cárcel. Ya perdió a su hermano, a su nieto, y poco a poco está viendo cómo se reducen sus derechos. Está en una sala de tres metros por cinco, con una litera, una mesita y una cafetera térmica. Le impiden comunicarse con el pueblo y sólo puede hablar con sus abogados con una restricción de media hora por día. No tiene posibilidad de asistencia religiosa permanente, prohibida por la jueza Carolina Lebbos, que vigila el cumplimiento de la pena del ex presidente, y una vez por semana recibe a sus hijos¨, describió.
Tres veces por semana sale para tomar sol. “Circula en un pequeño espacio de 40 metros cuadrados que antes era un lugar para que los presos fumaran, en el tercer piso¨, indicó el diario Folha de Sao Paulo.
Este periódico relató la rutina del prisionero, que se levanta cada día a las 07:00 (hora local) y una hora después destraban la puerta. Come lo mismo que los presos comunes, a pesar de padecer prediabetis, según Folha.
Solo la solidaridad mundial, que se mantiene muy presente en numerosos países, podría poner en libertad a este político que a pesar de las penas personales, de la injusticia y la humillación en su contra, resiste la prisión con la convicción de que sus enemigos caerán o que los recursos para defender su causa vencerán y Brasil recobrará la dignidad perdida con un presidente fascista, y por demás, rayano en lo estúpido.
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