Los aforismos y adagios son muchos en nuestra lengua, y entre ellos aquel que confirma que no hay injuria eterna ni cuerpo que la resista.
Y por estos días latinoamericanos y caribeños, tan marcados ellos por las transiciones buenas y malas y el empeño del gigante del Norte de retornar a los tiempos de su viejo mangoneo regional (ahora reforzado por el rencor contra las “influencias” chinas y rusas en su “traspatio geográfico”), las nuevas noticias políticas en el área no se apegan mucho a las apetencias hegemonistas.
Hace apenas horas uno de los “pilares” pro gringos más activos de la zona, el gobierno neoliberal de Mauricio Macri en Argentina, se defenestró por quince puntos de diferencia ante el binomio progresista de Alberto y Cristina Fernández, candidatos de la agrupación Frente de Todos, en las elecciones primarias que anteceden a la consulta pública definitiva de octubre cercano.
Macri, que como otras figurillas de derecha regional, logró embaucar a buena parte de la gente en los últimos comicios generales para definir al presidente de la nación–todo con el respaldo de los consabidos intereses hegemonistas externos- ni siquiera esperó al cómputo final de las boletas para admitir que “tuvimos una mala elección” y defender a base de cuentos los “logros de su gestión”, traducida, entre otras barbaridades, en el incontrolado endeudamiento del país, una tasa de desempleo de dos dígitos, un inflación de 22 por ciento (de las más altas del mundo) y un índice de pobreza que alcanza 32 por ciento.
En pocas palabras, “el cambio” que por lo general ofrecen las oligarquías regionales con el padrinazgo de Washington, y que debidamente manipulado y montado sobre aplastantes campañas de descrédito contra los oponentes de izquierda, en no pocas ocasiones embota la mente de los incautos.
Solo que aun cuando puede haber pasos en reverso, al final prima una verdad como un templo que no admite alternativas: la derecha regional sometida a los poderes extranjeros no está capacitada, apta, ni interesada en generar las transformaciones que requieren las grandes masas, de ahí que tarde o temprano están condenadas al fracaso y a fenecer bajo el trazo de la historia.
En consecuencia, Argentina puede estar a un paso de un cambio radical en su actual tragedia, y la gente, acicateada por la brutal experiencia de los años de macrismo, de seguro ya no podrá ser manipulada tan fácilmente como tiempo atrás. Algo similar a lo que sin falta debe acontecer en el futuro de Brasil, ahora bajo la égida del ególatra Jair Bolsonaro, y de otras naciones del área donde la indecencia política asociada con la Casa Blanca hoy ejerce gobiernos.
Vale indicar que si Argentina se desentiende de las tendencias conservadoras, Washington tendrá que asistir, con bastantes probabilidades, al inicio del desmoronamiento del bloque de cipayos locales que hoy le hace el juego en esta parte del mundo, y que está destinado en primera instancia a reforzar la preponderancia geoestratégica gringa en una zona donde colosos del multilateralismo como China y Rusia han logrado sentar sus reales con éxito.
Y si para los sectores reaccionarios de los Estados Unidos todo se reduce a prevalecer de manera totalitaria y arrojar del Hemisferio a noveles potencias “indeseadas”, para nuestros pueblos el asunto se trata de una crucial batalla por su supervivencia y por la inserción latinoamericana y caribeña en el concierto internacional sobre las bases de igualdad, independencia, autodeterminación, respeto, beneficios mutuos y colaboración efectiva, un todo que no forma parte del programa imperial de sujeción y prepotencia.
Por lo pronto, Argentina parecería en el camino de retornar al conglomerado de pueblos que han abrazado y abrazan esas banderas, porque al final no es a demagogia y a palos que se asegura el futuro para todos…y allá Washington con sus cuentos de horror sobre tenebrosas “invasiones extranjeras” en una geografía que nada tiene que ver con los criterios, el imaginario, las reglas, las maneras y hasta con los olores y sabores de un Norte del que solo llegan trampas y hostilidad.
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