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miércoles, 25 de diciembre de 2024

La savia fluye en el baobab

Como buen árbol tutelar es gigante, fuerte, rebelde y protector, símbolo de compleja armonía y hechizo, así es el baobab... así es África...

Julio Marcelo Morejón Tartabull en Exclusivo 25/05/2019
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Día de África
Lema como el de "África debe unirse o perecerá", de Kwame Nkrumah, amplió los fundamentos teóricos de la cohesión entre los pueblos. (Foto: Gacetaintercultural.com).

El nacionalismo y las insurrecciones guerrilleras fundidas con las bases del panafricanismo de los años 50 del siglo pasado generaron una importante elaboración ideológica revolucionaria predecesora de la independencia en el continente.

Mucho se repite que la mayor ganancia del continente tras la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) fue la oleada de novedosas ideas con que retornaron a sus países quienes, como soldados de las potencias coloniales lucharon contra el fascismo en Europa.

También los estudiantes que marcharon al Viejo Continente con idea de al regresar establecerse en mejores condiciones económicas y sociales, adoptaron conceptos de avanzada, los cuales necesariamente contrastaban con las realidades de sus países, asfixiados por la miseria y la alienación que les colocaba en la periferia mundial.

Otro factor convergente en la toma de conciencia de la realidad política africana lo constituyó la discriminación racial persistente y la manipulación de esta para establecer falsas élites que corrompieran los intentos de cambiar el estatus quo, lo cual como consecuencia originaría revoluciones.

Eso es parte de la historia de lo ocurrido después de 1945, cuando en la arena internacional aparece otro actor político, el campo socialista, que posibilitó el equilibrio en la correlación de fuerzas y aplicó conceptos ideológicos de igualdad y solidaridad a nivel planetario, en especial en sus relaciones con África.

Asimismo, entre las fuentes que dieron vida al independentismo estaba el acervo cultural e irrendentista presente en el intercambio con Occidente desde el siglo XV, y que se expresaba en la resistencia a asumir patrones ajenos y en proteger los valores autóctonos.

Un aspecto asociado a la forja del nacionalismo y su desarrollo es el papel desempeñado por la diáspora, que fuera del continente —antes y ahora— sigue sintiendo que es parte del cuerpo y el espíritu de este; existe un amor recíproco entre ambas porciones, como lo reconoce la Unión Africana.

El prefijo afro, seguido de distinciones nacionales, muestra la solidez del engarce por encima del Atlántico y más allá de la imagen del “negro ingenuo o sin historia”, es sin dudas una evidencia de: “¡Qué lejos hemos llegado los esclavos!”, como declaró Fidel en Matanzas el 26 de julio de 1991 en presencia de Nelson Mandela.

Todo cupo en la agitación revolucionaria del nacionalismo africano, en ese ámbito tradicionalmente consensuado entre buenos vecinos, pero también donde la violencia fue el alter ego (“el otro yo”) de la dura realidad social y donde por vez primera el discurso aglutinador pertenecía al león y no al cazador.

Los años de 1950 a 1960 resultaron de fructífera madurez política para el continente, toda vez que se presagiaba un sustancial cambio en las reglas de juego entre metrópolis y colonias africanas, y para su mejor aprovechamiento se requería la plataforma ideológica con un carácter progresista irrecusable que ya se construía.

UNIDAD FECUNDA

Lema como el de “África debe unirse o perecerá”, de Kwame Nkrumah, amplió los fundamentos teóricos de la cohesión entre los pueblos en el logro de la independencia total, pues el continente esquilmado económicamente y menospreciado socialmente tenía derecho a salvarse con sus nuevos procesos políticos.

Ya desde principios del siglo XIX existían las ideas acerca de un movimiento que concretara el deseo con la acción de colocar a la región en un contexto histórico superior, lo cual necesariamente conllevaría a la lucha armada o no por la libertad, y eso fue y aún es esencial en el panafricanismo.

En 1958, Nkrumah organizó en Accra, Ghana, una conferencia para promover la revolución africana, al encuentro asistieron 300 representantes de partidos y organizaciones, entre quienes se encontraban Julius Nyerere, Joshua Nkomo, Kenneth Kaunda, Hastings Banda, Patrice Lumumba, Amílcar Cabral y Tom Mboya.

La mayoría de esos próceres integra hoy la conciencia histórica de la región, luego de influir hasta el punto de modificar en lo fundamental el panorama político, decisivo para el desarrollo de los movimientos de liberación nacional, cuya victoria simbólicamente se dató con la independencia del Congo en 1960.

Así en la década de 1960, el proceso de emancipación dio un gran paso de avance y aunque hubo tendencias reaccionarias que intentaron mediatizarlo, la mayoría de quienes lo lideraban tenían fe en ideales identitarios y en muchos casos afines al socialismo, lo cual significaba también la propuesta del continente ante el futuro.

El pasado imponía un legado de tradiciones y un reconocimiento de los valores propios, el proyecto para el porvenir debía contener la energía suficiente para erradicar toda expresión atávica de colonialismo, esa sería la salvación y la vindicación de los patriotas que cayeron en ese batallar de siglos.

De esa forma se llegó primero a festejar el Día de la Libertad el 15 de abril, pero después la efeméride se renombró cuando el 25 de mayo de 1963, ya con más de las dos terceras partes del continente disfrutando la independencia, líderes de 32 Estados se reunieron para constituir la Organización de la Unidad Africana (OUA), paso decisivo.

La conciliación, la búsqueda de la paz y la solución de problemas económicos, concentraron la atención junto con la resolución de conflictos heredados, como la persistencia del régimen segregacionista sudafricano del apartheid y la ocupación de Namibia, todos fueron puntos clave de la agenda continental.

Algunos de esos asuntos se resolvieron, pero otros quedan pendientes, como el establecimiento de un intercambio económico en pie de igualdad con los países ricos, la imposición de la estabilidad en Somalia y Libia, y en regiones del este de la República Democrática del Congo, así como la desocupación del Sahara Occidental.

Esas últimas son cuentas pendientes con las cuales debe lidiar la sucesora de la OUA, la Unión Africana (UA), en la cual sin dudas se refuerza cada Día de África, como fluye la savia comprometida y voluntariosa del majestuoso baobab.


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Julio Marcelo Morejón Tartabull

Periodista que apuesta por otra imagen africana


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