Faltan pocos meses para un suceso que moldeará el futuro panorama político de Estados Unidos. El 6 de noviembre se realizarán las elecciones de medio término, cuyos resultados podrán interpretarse como una especie de referéndum sobre la presidencia de Donald Trump y el Partido Republicano.
Cada dos años, los estadounidensesescogen a la totalidad de la Cámara de Representantes y a un tercio del Senado. Y aunque generalmente los medios prestan más atención a las elecciones presidenciales, lo que sucede en el Congreso es vital, si tomamos en cuenta que las decisiones tanto de política interna como exterior no dependen solamente de quién ocupe el Despacho Oval, sino de las interacciones entre las diversasélites de poder.
Actualmente, el Partido Republicano (conocido como GOP-Grand Old Party) es dueño de 51 puestos en el Senado, los demócratas ocupan 47, y los otros dos están en manos de independientes que usualmente se alíancon los demócratas en las votaciones. Sin embargo, aunque la diferencia no es tan notable, de los puestos en disputa para noviembre los demócratas estarán defendiendo 23, además de los dos independientes.
Los republicanos también controlan la Cámara de Representantes, donde cuentan con 238 asientos. Quizá en este caso, teniendo en cuenta que los 435 estarán en competencia, el Partido Demócrata podría centrar sus esperanzas de alcanzar ventaja.
De acuerdo con el American Presidency Project —que se dedica a compilar datos sobre la presidencia y las elecciones—, desde 1934 el partido de un nuevo presidente electo ha perdido como promedio 23 escaños en la Cámara en las siguientes elecciones de medio término. En el 2010, durante el mandato de Barack Obama, los demócratas perdieron 63 asientos; en 1938, durante la presidencia de Franklin D. Roosevelt, cedieron 71 puestos.
Hay mucha especulación pero poco consenso sobre cuál podría ser el resultado final. Algunos consideran que los Demócratas ganarán la mayoría en el Congreso y servirán como contrapeso a las propuestas políticas de Donald Trump. Otros opinan que la llamada “ola azul” será detenida por la mejora reciente de algunos indicadores económicos.
Losanalistas alertan sobre el auge de un movimiento de base de candidatos que buscan mover “a la izquierda” al Partido Demócrata, de la misma forma en que los miembros del Tea Party lograron colocar en el Congreso en 2010, a partir de su movimiento de base, a republicanos más conservadores. Sin embargo, otros opinan que no hay evidencia de ese movimiento de base entre los votantes, y especialmente entre los grupos de interés o los principales donantes.
Otro hecho distingue este proceso electoral. Hasta el momento 44 republicanos de la Cámara de Representantes han anunciado que se jubilarán, se postularán para otro cargo o renunciarán por completo a la vida política, incluido el presidente de la Cámara, Paul Ryan. Eso podría ser un indicador de que consideran que a su partido no le irá bien en las elecciones.
Dependiendo de cuán bien parados salgan los demócratas, el partido podría limitar la agenda legislativa republicana en el Congreso y las políticas de Trump, en temas como la reforma de salud o la inmigración.Por otro lado, si los republicanos perdieran el control del Senado, el presidente estaría mucho más limitado en cuanto a los jueces y puestos de la rama ejecutiva que necesiten confirmación.
Asimismo, se podrían producir más investigaciones sobre la actual administración. Los comités de la Cámara y el Senado pueden enviar citaciones de documentos y obligar a los testigos a presentarse. Sin embargo, esos comités están presididos por el partido mayoritario. Si los demócratas recuperan ese poder de citación, los miembros clave del Congreso podríanindagar mucho más sobre Rusia, los negocios de Trump o las acusaciones de agresión sexual que lo rodean.
En cuanto a si esas investigaciones podrían conducir a su destitución es imposible predecirlo. Dado que el proceso de juicio político comienza en la Cámara, sería más probable que iniciara si estuviera controlada por los demócratas; pero incluso en ese escenario se necesitarían dos tercios de los votos en el Senado para quitar al presidente de su puesto.
IMPLICACIONES PARA CUBA
Independientemente de los resultados finales cambiará la composición del Congreso y uno nuevo tomará posesión en enero. De esa forma, se modificará en muchos casos la presidencia de los comités, por donde comienza a discutirse cualquier proyecto de ley.
Sin importar si la victoria en el Senado es de demócratas o republicanos, cambiará el presidente del Comité de Relaciones Exteriores porque el actual se retirará. Si los republicanos mantienen su mayoría existe una posibilidad de que ese puesto sea ocupado por el senador cubanoamericano Marco Rubio. Por otra parte, si la victoria en el Senado fuera de los demócratas, una de las propuestas para presidir el Comité es lade Bob Menéndez, en caso de ser reelecto.
No hay ninguna garantía de que una mayoría demócrata sea mejor para las relaciones con Cuba. De hecho, los republicanos han sido muy activos promoviendo ciertostemas en el acercamiento bilateral; no es un asunto que responde estrictamente a líneas partidistas o del espectro ideológico, sino que depende de figuras e intereses específicos.
En este sentido, varios senadores y representantes que han sido activos promoviendo proyectos de ley favorables a Cuba deberán presentarse a reelección en noviembre. Muchos de los proyectos legislativos sobre Cuba que no lograron avanzar en el 114 Congreso (2015-2016) fueron reintroducidos en el 115 (2017-2018) por los mismos congresistas. Por lo tanto, el hecho de que alguno de ellos pueda no formar parte del 116 Congreso podría tener implicaciones para el futuro de esos proyectos.
El Senador Jeff Flake, republicano por Arizona, quien ha promovido legislaciones favorables a Cuba en los temas de viajes y relaciones económicas, no se presentará a reelección. Las Senadoras Amy Klobuchar, demócrata por Minnesota, y Heidi Heitkamp, demócrata por Dakota del Norte, deberán defender sus puestos. La primera parece tener el camino más fácil, pero en el caso de Heitkamp—que ha presentado proyectos de ley en 2015 y 2017 para permitir las exportaciones agrícolas a Cuba—la lucha se está presentando más reñida.
Mientras, entre los senadores que más activamente se han opuesto a un acercamiento y deben ir a elecciones en noviembre están Bill Nelson, demócrata por Florida, y los de origen cubano Robert (Bob) Menéndez, demócrata por New Jersey, y Ted Cruz, republicano por Texas. En los tres casos se trata de elecciones de difícil pronóstico; de acuerdo con las encuestas el proceso más reñido será el de Nelson.
En el caso de la Cámara de Representantes, la cubanoamericana Ileana Ros-Lehtinen, republicana por Florida, se retirará después de casi tres décadas en el Capitolio, donde ha mantenido una postura hostil hacia Cuba.
Cualquiera que sea el resultado de noviembre, ganen demócratas o republicanos la mayoría en una o ambas cámaras, habrá cambios en la composición del Congreso y eso marcará el ambiente político en Estados Unidos para los próximos años y el futuro de las relaciones con Cuba.
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