Los medios occidentales de prensa están montados de lleno en la campaña. Finalmente, Al Qaeda admitió desde Iraq su presencia directa en la intervención armada contra Siria, al tiempo que el titulado grupo opositor a las autoridades de Damasco conocido como Frente Al Nusra, declaró su total obediencia a la “célebre” facción terrorista.
Y de pronto, el revuelo del otro lado de la cerca. En Tel Aviv, el gobierno se apresuró a mostrar su preocupación por la “irrupción” de Al Qaeda en Siria, un país fronterizo y “hostil” al estado sionista.
“Bien podríamos ser blanco de los grupos extremistas islámicos que combaten en Siria”, indicaron voceros israelíes, aunque admitieron tener todo el apoyo occidental para “responder debidamente” a cualquier provocación, incluidos ataques preventivos a suelo sirio.
Mientras, en Washington, sin mayores asombros, fuentes oficiales recordaron que desde diciembre último el grupo armado sirio Al Nusra figura en la lista de facciones terroristas elaborada por el Departamento de Estado, junto al denominado Grupo Islámico Combatiente en Libia, cuyos cabecillas, Abdelhakim Belhaj y el jeque Alí Al-Salabi (considerado el nuevo hombre fuerte en Trípoli) están fuertemente implicados en los actos violentos contra el gobierno de Damasco.
Por si fuera poco, el ex presidente del gobierno español José María Aznar, pertinaz aliado de la Casa Blanca, y el Jerusalem Center for Public Affairs, un centro de propaganda política que dirige el ex embajador israelí ante la ONU, Dore Gold, también iniciaron el alboroto correspondiente ante la “revelación” de Al Qaeda, y argumentaron en torno a la “precaución” de no dejar que los terroristas se extiendan de forma determinante en una Siria post Bashar el Assad.
En pocas palabras, que todo indica que la presunta sorpresa en Occidente por el anuncio de Al Qaeda tiene la intención de redimensionar premeditadamente la catilinaria de la “guerra contra el terrorismo” como un nuevo escalón para justificar la intervención directa en un conflicto donde, luego de casi dos años de guerra, no hay decisivos avances militares para los grupos armados por Washington, sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, Tel Aviv y la derecha árabe.
Desde luego, la falacia es enorme en todo este barullo, porque Washington se cuenta entre los progenitores y padrinos de Al Qaeda en los tiempos de la guerra contra las fuerzas soviéticas des-plegadas en Afganistán, así como en su conversión en un influyente segmento bajo el gobierno de los entonces aplaudidos talibanes.
Pero hay más en esta retorcida historia. El pasado noviembre, por ejemplo, se conoció del traslado a Turquía para impulsar acciones armadas contra Damasco, del ya citado Abdelhakim Belhaj, compañero de armas de Osama bin Laden y jefe histórico de Al-Qaeda en territorio libio.
Belhaj comandó el Grupo islámico Combatiente en Libia, una de las facciones que con apoyo norteamericano y de la OTAN derrocaron al gobierno de Muamar El Khadafi.
Desde entonces, y hasta su salida a suelo turco para sumarse a la cruzada contra Siria, el cabecilla fungió como gobernador militar de Trípoli.
Mientras, según testimonios del periodista de derecha Daniel Iriarte al rotativo madrileño ABC, en una de sus frecuentes visitas al “teatro de operaciones” identificó junto a los oficiales del titulado Ejército Sirio Libre, a Mahdi alHatari, activo ejecutor de actos terroristas y ex segundo al mando del Consejo Militar de Trípoli bajo la dirección de Belhaj. Junto a él estaba además Adem Kikli, otro lugarteniente del máximo responsable de Al Qaeda en Libia.
De manera que, al decir del analista Thierry Meyssan, colaborador del sitio digital Red Voltaire, “reaparece así a la luz pública la contradicción que tanto se esfuerzan algunos por esconder desde hace once años: los mercenarios, antiguamente pagados por Osama bin Laden, nunca han dejado de estar al servicio de la estrategia de Estados Unidos, desde la primera guerra de Afganistán e incluso en la época de los atentados del 11 de septiembre. Sin embargo, los dirigentes occidentales, siguen presentándolos como enemigos cuando lo estiman conveniente.”
De hecho, ya se agita con fuerza creciente el “peligro” que supondría la toma por tales elementos extremos de los presuntos “arsenales de armas químicas de Siria” y la necesidad de contemplar acciones que prevengan semejante desenlace. A buen entendedor…
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