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lunes, 18 de noviembre de 2024

EE.UU promueve golpe de baja intensidad contra Venezuela

Nicolás Maduro es el único presidente de Venezuela, electo democráticamente por su pueblo.

Jose Valentín Rodríguez Pérez en Exclusivo 27/01/2019
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Nicolás Maduro
La jugarreta de EEUU y sus aliados contra Venezuela falló ante el Consejo de Seguridad de la ONu
Lo ocurrido en Venezuela este 23 de enero, no puede menos que causar sorpresa e indignación en  las personas que desde cualquier confín hayan seguido a la Revolución bolivariana. La autoproclamación del diputado Juan Guaidó, actual titular de la Asamblea Nacional Legislativa como Presidente interino de Venezuela es un soberano disparate. Está claro que no ha sido casual y mucho menos espontáneo, por el contrario; ha sido una maniobra cuidadosamente preparada.

La convocatoria de movilización antichavista para un día 23 de enero, es empleada como recurso movilizativo por tratarse de la fecha de derrocamiento de la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez en 1958. La fecha utilizada por la narrativa popular del Partido ADECO ha servido a la oposición que no contaba con líder  alguno, para proclamar lo que llaman una restauración de la democracia en Venezuela. Se trata sin dudas de un golpe de estado, ya que sostiene la existencia de un presidente interino que desconozca la constitucionalidad del otro. No hay otro calificativo.

La oposición venezolana pasó en solo unos días de la desesperanza, la división y la indecisión, a tomar las calles;  a que un señor como Juan Guaidó se autoproclamara presidente interino y tomara el liderazgo opositor. Para darle “oficialidad” a ese dislate, Donald Trump se apresuró a reconocer a Juan Guaidó como presidente encargado de Venezuela, y sucesivamente algunos de los países sudamericanos secundaron la acción. El hecho de que gran parte de los países de la región reconozcan a un gobierno ficticio es algo "absolutamente insólito” han declarado varios analistas políticos de la región; y más que eso, resulta seriamente peligroso.

Lo que sucede en Venezuela, estamos seguros que no es algo casual, el guion elaborado con suficiente tiempo, fue madurado y ensayado por el actor de la puesta en escena. Tampoco se llega con una simple llamada telefónica a un consenso regional para avalar la creación de esta figura convertida en presidente alternativo.

¿Por qué la acción desestabilizadora de Estados Unidos la prepara con un perfecto desconocido como Juan Guaidó?

Convergen en mi opinión varias condiciones: es  una figura joven, fresca, que puede captar el oído de inmensos sectores de la sociedad. Fue  cooptado desde el partido Voluntad Popular (VP), para dirigir el parlamento venezolano. Téngase en cuenta que los partidos que integran la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) decidieron hacer rotativa la presidencia de la Asamblea Nacional (AN) cada año entre sus representantes. Por esto, en 2019, año en que la presidencia de la AN queda bajo el timón de VP, Guaidó asume en la línea de sucesión del partido. Esta MUD fragmentada perdió capacidad al retirarse por indicaciones de EE.UU de la mesa de  diálogo.

Además, se ha utilizado el amplio acceso en los móviles  para que los medios digitales construyeran  una narrativa sobre Guaidó, a tal extremo que crearon un perfil en Wikipedia, vendiéndolo como un luchador pacifista institucional, alejándolo de la violencia paramilitarizada y brutal que el ala dura antichavista protagonizó en Venezuela en estos años y en la que Guaidó participó.

No podemos obviar la aguda contracción económica y las dificultades que atraviesa el país, pese al colosal esfuerzo del gobierno. Un país petrolero, que tuvo en el  2018 disminuida la producción de crudo por cuarto años consecutivos. La campaña opositora centra su estrategia en las dificultades y carencias de la población, en la especulación y en el desabastecimiento. Elementos también provocados desde el exterior y por empresarios internos adversos al chavismo, asistidos por la corrupción y el contrabando que desangran al país, aun cuando encaran crecientes acciones preventivas por parte del proceso bolivariano.

Dado el comportamiento de la administración Trump en otros lugares del mundo, resulta difícil creer que su política hacia la nación venezolana esté dictada por “preocupaciones democráticas”. Quien conozca al poderoso vecino del norte, no tiene duda de que  es algo totalmente falso y ajeno a sus verdaderas pretensiones.

La decisión de reconocer a Juan Guaidó ha logrado un amplio consenso en Estados Unidos, aunque son los republicanos de Florida, liderados por el senador Marco Rubio, quienes más han defendido esa iniciativa, para satisfacer a sus electores de la comunidad venezolana. La repentina decisión de ofrecer 20 millones de dólares a la Asamblea Nacional para acciones de emergencia, es una afrenta.

El reconocimiento del jefe del Parlamento de Venezuela, Juan Guaidó, como presidente interino de su país, no generó consenso ni siquiera en la Organización de Estados Americanos, -ese viejo ministerio de colonias—en donde mostró su fractura al no poder alcanzar la votación necesaria para ofrecerle validez al presidente de facto.

La Revolución bolivariana ha sido una espina para EE.UU. Es bien conocido que el imperio ha estado detrás de cada fracasado intento  de lograr su derrocamiento por todos los medios posibles. Vale mencionar el golpe orquestado contra Chávez en 2002, la huelga petrolera en PDVSA, el financiamiento de las guarimbas, las medidas económicas que buscan la desestabilización y el descontento social.  La subversión ha fracasado con todos los recursos disponibles, por eso ahora acuden a esta artimaña desestabilizadora que desconoce la institucionalidad del país y se levanta como un atentado contra la democracia real.

Mientras la batalla política y diplomática entre Venezuela y los Estados unidos aumentó su tensión con la ruptura de las relaciones, el telón de fondo sigue siendo la lucha entre el país que alberga las mayores reservas de petróleos  y quien hoy es el principal productor mundial.

Esta acción de legitimar desde el exterior a un presidente es sumamente peligrosa pues se convierte en un incentivo para que una rebelión popular pueda  sacar a un presidente constitucional. Nicolás Maduro es el continuador de la Revolución iniciada por Chávez, sostenida por la Alianza político-militar como su principal escudo. Las Fuerzas Armadas Bolivarianas han jurado lealtad al Presidente y a la constitución, elementos claves en el mantenimiento de esa unidad, que de sufrir alguna fractura, daría al traste con el proceso y abriría las puertas a una intervención militar. En esta hora crucial de Venezuela, la solidaridad es un imperativo de orden.

Esta maniobra imperial se inscribe dentro de los intereses geopolíticos de EE.UU dentro de la región. Se empeñan en su rol hegemónico en tratar  de desplazar, derrocar o desconocer a los líderes y procesos progresistas y revolucionarios. Se ha valido de todos los artilugios posibles. La historia no es nueva, solo que se repite con técnicas de hoy.

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Jose Valentín Rodríguez Pérez

Periodista y analista político


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