Mucha gente no entiende la “lógica” de las relaciones que se van instituyendo entre la nueva administración norteamericana y sus “aliados” europeos.
Y es que desde la llegada de Donald Trump a la Oficina Oval, aquello de que Estados Unidos “no tiene amigos, sino intereses”, se ha convertido en una suerte de inacabable flagelo para quienes le acompañan, por ejemplo, en el seno de la belicista Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Así, hace apenas unas horas, en una nueva cumbre otanista realizada en Bruselas y según el sitio digital DWCom, un impulsivo presidente norteamericano, propietario de un desmedido egocentrismo y una profusa colección de gestos asociados, dedicó todo su espacio a increpar a los “socios” del otro lado del mar para que remitan mayores cifras de su erario público a gastos militares, porque –dijo- EE.UU. “no puede seguir pagando por la seguridad de otros”.
Mucho menos -acotó casi textualmente- cuando Europa fastidia a su “socio mayor” en materia económica con políticas arancelarias que atentan contra los productores y exportadores norteamericanos, a la vez que acumula un superávit comercial de 151 mil millones de dólares en sus intercambios con la primera potencia capitalista.
Los reproches fueron de tal magnitud, que -asegura la citada página DWCom- los presentes en la capital belga detuvieron discusiones ya programadas para sumergirse dócilmente a la demanda de Trump de “adecuar” los aportes de cada quien a la “defensa colectiva”.
Luego, en conferencia de prensa, un Trump de aires rechonchos se jactaría de haber impuesto “orden” a la OTAN y de lograr compromisos fuertes de los aliados para que desembolsen mucho más en materia castrense, y por ello el premio será -dijo- mantener el compromiso de Washington con un pacto que él mismo creó a inicios de la Guerra Fría para “contener el avance comunista” proveniente de la Unión Soviética y el campo socialista europeo.
Recordó, además, que su país dedica elevadas sumas al terreno militar, pero no aclaró que lo asume, entre otras cosas, por sus netos afanes de domino global y por ser gestor directo de cuanta guerra desestabilizadora e injerencista ocurre hoy en el planeta.
No obstante, enfatizó que Europa debe terminar de dedicar un 2% de su producto interno bruto a “la defensa” y prepararse para duplicar esa cifra en el futuro…y alabado sea el Señor.
Por demás, tampoco perdió la oportunidad de regañar airadamente a Alemania por asociarse con la “enemiga” Rusia en la construcción del gasoducto North Stream 2, que permitirá el envío de energéticos rusos a suelo germano a través del Mar Báltico sin intermediarios. “Berlín está totalmente controlada por Moscú”, espetó ante la prensa.
Y si Trump puede frotarse el ombligo de satisfacción ante los resultados aparentes de esta cumbre otanista, lo cierto es que para muchos la imagen de Europa en semejante lance resultó lamentable.
Varios analistas indicaron de inmediato que la incorreción política en el trato Washington-Europa debería tener límite de una vez y que el Viejo Continente haría muy bien si decidiera defender sus propios intereses regionales a tono con su rango como una zona geográfica trascendente a escala internacional, incompatible con el papel de segundón que evidentemente le ha asignado el socio mayor.
Y es que el cúmulo de desavenencias y rasponazos asumidos pasivamente por Europa crece por días a cuenta de no irritar al pretendido dueño del retablo…y eso no es bueno ni útil.
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