Ciertamente Donald Trump, tildado de “narcisista maligno” por no pocos expertos en disloques psíquicos, parecería imbuido de la creencia de que mostrar músculo frente a Beijing es una importante variante en su enfermizo afán de ganar rédito personal, no importa si con ello destroza todos los cánones económicos globales, entroniza un bastardo proteccionismo, y coloca al planeta al borde de una crisis en el sistema comercial multilateral.
Eso, sin contar que algunas de sus nuevas exigencias al propio empresariado estadounidense pueden ser redondamente fatales en el curso de una economía interna que muchos expertos ubican al borde de la recesión.
En efecto, mediante su gustado envío de Twitter, el mandatario gringo dio a conocer hace unos días el incremento, del 25 por ciento al 30 por ciento, de los aranceles ya impuestos a productos importados chinos por valor de 250 mil millones de dólares. Además, adoptará alzas del diez al quince por ciento contra otras ventas del gigante asiático valoradas en 300 mil millones de dólares.
Esas medidas se producen luego que China puso en vigor gravámenes de 10 por ciento a importaciones norteamericanas por un monto de 75 mil millones de dólares, en respuesta a la elevación de aranceles decretada a inicios de agosto por la Casa Blanca sobre 300 mil millones de dólares en productos chinos, un paso que deshizo unilateralmente la tregua entre Trump y Xi Jinping acordada poco antes en su reunión bilateral en la ciudad japonesa de Osaka.
Como añadido, ahora el jefe de la Oficina Oval instó además a las empresas norteamericanas radicadas por largos años en China a abandonar aquel escenario mediante la búsqueda de otras opciones internacionales o el regreso a los Estados Unidos.
“No necesitamos a China y estaríamos mejor sin ella” espetó en uno de sus mensajes digitales el aspirante a guapo mayor del orbe.
Y si todo en el papel puede sonar simple, directo y hasta factible para ciertos oídos, en la concreta el asunto es totalmente diferente.
Así, recordaba una agencia de prensa, “el gobernante norteamericano no tiene la menor autoridad para dictar las acciones de las empresas privadas, y sus pronunciamientos sacudieron a los inversores y provocaron una venta masiva en el mercado de valores, que se ha visto golpeado con frecuencia por su política comercial.”
De hecho, el anuncio suscrito por Trump hizo descender de inmediato los índices bursátiles e industriales del país provocando la caída de los precios del petróleo WTI cotizado en Texas, así como la baja accionaria de las empresas automovilísticas, tecnológicas, y de paquetería, y de las compañías agroalimentarias estadounidenses.
En materia monetaria el dólar sufrió de inmediato una notable depreciación y cayó a su nivel más bajo en tres semanas frente al euro y de una semana frente al yen.
Por demás, los Estados Unidos sigue inexorablemente asistiendo a la elevación de su ya abultada deuda con China, mientras que la guerra arancelaria amenaza seriamente con atacar los bolsillos de la población local, que se abastece mayoritariamente de producciones Made in China. Las importaciones desde el país asiático totalizan los 540 mil millones de dólares por año.
Beijing, por su parte, condenó las nuevas decisiones de Trump y recordó que se tratan de un ataque frontal a la economía global y una violación de los principios de comercio mutuamente ventajoso.
Por lo pronto el gigante asiático, que de hecho ya ha penalizado casi todo lo que importa desde los Estados Unidos en respuesta a la agresividad de la Casa Blanca, asumió revertir su decisión conciliatoria de casi un año atrás de mantener bajos los aranceles a las compras de automóviles norteamericanos y sus componentes, los cuales deberán pagar a partir de este diciembre tarifas de 25 por ciento y cinco por ciento respectivamente, una medida que de inmediato repercutió en que consorcios como General Motors y Ford registrasen importantes pérdidas en la Bolsa.
Mientras, dentro de la primera potencia capitalista las protestas del sector empresarial resultan más contundentes. La Cámara de Comercio estadounidense rechazó de inmediato la ordenanza de Trump de abandonar China, donde las empresas estadounidenses acumulan importantes inversiones.
En tanto el vicepresidente de esa entidad, Myron Brilliant, subrayó que el camino correcto en este litigio “es un compromiso continuo y constructivo” porque, advirtió, “las guerras comerciales no se ganan”, en total oposición a la retórica de Trump de que “las batallas comerciales son buenas y fáciles de ganar”.
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