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lunes, 23 de diciembre de 2024

América Latina, sus contrastes en 2013

La muerte del presidente venezolano Hugo Chávez fue el golpe más impactante para América Latina y el Caribe en 2013, pero en una inevitable continuidad, la región se vio envuelta en elecciones presidenciales, integración, batallas contra la derecha y su guía Estados Unidos...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 29/12/2013
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Protestas campesinas en Colombia
En Colombia ocurrieron grandes manifestaciones campesinas en la región del Catacumbo.

El golpe político y espiritual más fuerte sufrido por América Latina y el Caribe en 2013 fue la muerte del presidente venezolano Hugo Chávez Frías, el pasado 5 de marzo. Pero la región, que se va reinventando en una geopolítica integracionista, ha visto también otros fenómenos que hablan de éxitos y retrocesos políticos, estos últimos orientados por la siempre vigilante mirada imperial de Estados Unidos.

Tres elecciones, dos de ellas presidenciales, fueron hito importante para mantener la línea progresista impuesta en América Latina en los últimos 15 años. La elección de Michelle Bachelet, en Chile, por amplia mayoría frente a la derechista Evelyn Matthei, abre posibilidades de cambios en el país andino envuelto en un proceso económico neoliberal para frustración de varias generaciones ciudadanas.

En Venezuela, la victoria del presidente Nicolás Maduro en los comicios de abril, y este mes el holgado triunfo en las municipales (la derecha solo ganó 75 de las 255 alcaldías) demuestran que ese país, acosado por los planes de la oligarquía guiada por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos, mantuvo invicta la Revolución Bolivariana, aunque sin dormirse en los laureles de triunfos momentáneos.

Ello significa que continuará la implementación del Plan de la Patria escrito por Chávez como legado de proyección política y social hasta el 2019, y que se mantendrán también las decenas de proyectos venezolanos tendientes a la integración regional, como la Alternativa Bolivariana para las Américas, fundada con Cuba en 2004; PETROCARIBE, la Unión de Naciones Suramericanas, y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).

También en Honduras, la pequeña nación centroamericana hubo comicios presidenciales cuyos resultados no fueron aceptados por el Partido Libre y su candidata Xiomara Castro de Zelaya, que acusaron de fraude al vencedor oficialista Juan Orlando Hernández, de la vieja escuela derechista del Partido Nacional que sacó del poder en el 2010 al mandatario constitucional Manuel Zelaya. Una decisión del Tribunal Electoral dio por zanjada la disputa al decidir que  las elecciones fueron transparentes.

Como un retroceso en el camino de progreso emprendido en Latinoamérica mediante asambleas constituyentes se califica la privatización del petróleo en México, una medida del presidente Enrique Peña Nieto que lleva a ese país, ya deteriorado en su economía por tratados de libre comercio con Estados Unidos y Canadá, a una regresión histórica contra la cual poco pueden hacer sus combativas pero desunidas fuerzas populares. La nacionalización petrolera impulsada por el general  Lázaro Cárdenas, que colocó a México como paradigma de soberanía nacional y justicia social, se ha ido abajo con el pensamiento neoliberal de Peña Nieto y sus aliados norteamericanos.

En Brasil ocurrió algo insólito para ese país. Millones de personas se lanzaron a las calles para exigir al gobierno de centro-izquierda de Dilma Roussef cambios importantes en su gestión de gobierno a lo interno, como educación gratuita y de calidad, salud pública y otras demandas sociales, en tanto ripostaron los altos costos de las obras del Campeonato Mundial de Fútbol de 2014 y las Olimpiadas de 2016.

Roussef, que procede de la lucha insurreccional contra el régimen militar de su país, consideró las manifestaciones populares y espontáneas como una ayuda para que el Congreso Nacional apruebe las legislaciones ya enviadas sobre el tema, pero que permanecen engavetadas por diputados y senadores.   

De éxito puede calificarse la continuación en La Habana de las conversaciones de paz entre el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), las cuales, en un serio proceso de conciliación de intereses oficiales y populares, abren una posibilidad de cambios políticos en esa nación suramericana.

Este año en Colombia, en la región del Catacumbo, ocurrieron grandes manifestaciones de campesinos que han demostrado una poderosa fuerza en sus reivindicaciones, aunque todavía no logran concretar acuerdos con el presidente Juan Manuel Santos.

La sorpresiva enfermedad de la presidenta argentina Cristina Fernández, quien ya descartó una nueva candidatura en 2015, trajo también aires de preocupación a la región, por tratarse de una de las voces más firmes en defensa de la soberanía nacional e independencia de los pueblos. Intervenida por un hematoma cerebral, la mandataria volvió a sus labores un mes después de presentarse la dolencia.  

En la medida que las fuerzas unitarias de Latinoamérica y el Caribe continúen afianzándose y creando nuevos mecanismos integracionistas, tenderá a reducirse el peligro que representa la Alianza del Pacífico, un mecanismo creado por Estados Unidos para crear la división regional. Ya son cuatro —México, Chile, Perú y Colombia— los países inscritos en la llamada sucesora del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), aplastada por las nuevas concepciones unitarias de la mayoría continental.

Hay que observar también que Estados Unidos pierde más terreno aún en la región, que ha incrementado un acercamiento permanente con naciones como China, Rusia e Irán, entre otras, con una diversificación de la economía y el comercio.

El presidente de Ecuador, Rafael Correa, presentó una denuncia contra la trasnacional Chevron por los irreparables daños ecológicos en su país. La demanda es de millones de dólares, ya que esa compañía (que ya no opera en el país bajo ese nombre) dejó pozos abiertos en la Amazonía ecuatoriana, contaminando extensas regiones y a quienes las habitan.

Como colofón del año, la reciente celebración de la Cumbre Extraordinaria del ALBA-PETROCARIBE este mes en Caracas dejó varios saldos positivos, y nuevos alientos para el futuro de esos dos entes impulsados por Hugo Chávez.

La presencia de más de una veintena de jefes de Estado y de gobierno o sus representantes, el sentido de pertenencia a un área geopolítica con una visión nueva de la colaboración y la solidaridad permitieron un acuerdo trascendental: la creación de una zona económica especial entre los dos organismos, con el objetivo de erradicar el hambre y la pobreza en los países miembros.

A ello se suma que la reunión dejó abiertas las posibilidades de vincular a esa nueva zona a otros dos grandes bloques, el Mercado Común del Sur, cuya presidencia pro-tempore está en manos de Venezuela, y la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR).

En la reunión, el representante de la FAO para la región, José Graciano da Silva, informó que esa agencia de la ONU está dispuesta a colaborar en la erradicación del hambre que sufren 50 millones de personas en América Latina y el Caribe, dado el ingente esfuerzo, dijo, que realizan la mayoría de las naciones allí presentes para acabar con ese flagelo.

Aunque el proceso de emancipación definitiva de la región avanza con progresos y retrocesos, se evidenció este 2013 que más allá de las divergencias ideológicas se mantiene la unidad en los grandes bloques regionales sin la presencia de Estados Unidos, en tanto las fuerzas progresistas se consolidan en varios países.

No obstante, la apertura económica a naciones lejanas y antes ignoradas, el retorno al fortalecimiento de las organizaciones integracionistas fundadas por Hugo Chávez y el inicio de 2014 con la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños en La Habana, en enero próximo, sientan la pauta de las transformaciones positivas de un área geográfica que busca y encuentra su futuro en la soberanía y la independencia nacionales.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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