El presidente surcoreano Moon Jae-in acaba de concluir un periplo por varios países europeos. Su intensa actividad le concede el sobrenombre de embajador de la paz. El título se aviene a su activismo ante los jefes de Estado con quienes dialogó sobre el proceso de pacificación de la Península y los pasos sostenidos para eliminar el desarme nuclear y las diferencias.
Teresa May y Enmanuel Macron o Ángela Merkel, además del Papa Francisco, fueron sus interlocutores y a quienes expuso el positivo resultado de su última cumbre con Kim Jon-un en Pyongyang. La Reunión Asia-Europa, cita bianual entre 21 países asiáticos y 51 del Viejo Contiene, con sede en Bélgica, fue otro espacio donde Moon amplió sus contactos centrados en divulgar el trabajo para desnuclearizar pacíficamente a Corea del Norte y propiciar un entendimiento duradero en la Península.
Mientras, circulaban rumores en la prensa relacionadas con la discrepancia de Estados Unidos sobre uno de los acuerdos tomados entre las dos Coreas, en este caso lo referido a una zona de exclusión aérea en la frontera común.
Washington ha mostrado reparos en varios avances logrados entre Seúl y el Norte y si bien, como en este caso, los ha desmentido una vez fueron revelados de forma pública, no se desdeña su temor a perder el actual control militar casi absoluto que ostentan sobre el Sur. Suponen que una medida como esa pueda socavar su capacidad para una respuesta militar rápida o les impida el empleo de presiones contra el Norte a través de ejercicios bélicos conjuntos como hicieron durante decenios.
Si el actual secretario de defensa norteamericano James Mattis no renuncia ni Trump lo expulsa, hay señales de eso en la Casa Blanca, hay mayores esperanzas de continuar viendo avances en tan candente tema.
El actual presidente surcoreano ha sido un promotor apasionado de la concordia intercoreana y, al propio tiempo, de rescatar la autonomía del Sur en cuanto a importantes decisiones. Desde la guerra del 1950-53 EE.UU. mantiene el control operativo de las fuerzas armadas surcoreanas. Eliminar esa subordinación está entre las metas por las cuales Moon brega.
En un encuentro este octubre al margen del Foro de Defensa de Singapur, que cada año se realiza en ese país, Mattis, sostuvo un encuentro con su par surcoreano Jeong Kyeong-doo. Ambos concordaron seguir trabajando para devolver a Corea del Sur la sustraída facultad, pero las recientes declaraciones del presidente norteamericano a la televisora CBS, anticipando una posible salida de Mattis de su gabinete, precariza el asunto y mantiene sobre ascuas esperadas solvencias.
Lo acordado en cuanto a la zona de exclusión aérea, para evitar accidentes y dar fe de confianza y cordialidad, forma parte de varios compromisos suscritos entre el Norte y el Sur en un extenso grupo de tópicos militares. Otro de ellos se refiere a la limpieza de minas a ambos lados del Área de Seguridad Conjunta, sitio que, en breve y despejado de los puntos de control armado, podrán visitar los ciudadanos de los dos lados en un horario ya establecido.
Pero si las Coreas avanzan, no lo hace a similar ritmo la Casa Blanca. Hay dos puntos básicos ya concordados entre Pyongyang y Seúl, pero no aceptados por Washington. Uno se refiere a la firma de la paz, paso necesario para eliminar el estado de guerra técnico prevaleciente, haciendo resbaladizo cualquier gesto.
En segundo término y con similar importancia, se encuentra lo referido a las asfixiantes sanciones aplicadas contra la República Popular Democrática de Corea. China, Rusia y Corea del Sur abogan por flexibilizarlas como reconocimiento a los importantes avances en el proceso para deshacerse de instalaciones y armamento atómico dados por el Norte.
Al intervenir en la 73 sesión de la Asamblea General de la ONU, el canciller Ri Yong-ho planteó lo ofensivo y perjudicial de mantener medidas estadounidenses que socavan la cordialidad requerida por tan delicado problema: “Sin confianza no pueden darse las condiciones necesarias, no hay forma de que vayamos a desarmarnos unilateralmente…” sin las debidas certezas, aseguró el diplomático al referirse al empleo de extorciones como adversario de entendimientos.
Monn Jae-in no parece avenirse a las líneas maestras del accionar norteamericano tampoco en temas globales. En distintos momentos el jefe de Estado surcoreano sostuvo su desacuerdo con el proteccionismo comercial y la desatención al cambio climático.
Una vocación pacifista y un enfoque multilateral le llevan a proponer “un régimen de seguridad del Nordeste Asiático”, de modo que una vez sellada la normalidad intercoreana, y a partir de acciones iniciadas con el norte, se construya después “una comunidad ferroviaria y un bloque económico” en esa área, uniendo varios puntos en la vasta geografía y sus posibles conexiones con Europa.
Por ahora ya dieron inicio a un proyecto conjunto para modernizar y reconectar las vías ferroviarias y carreteras norte-sur. Se suceden los intercambios culturales en ambos sentidos y proliferan los equipos deportivos conjuntos como el que dio inicio a la actual fase de conciliación.
Los dirigentes europeos apoyan esos avances. Se dicen en favor de continuarlos y seguir progresando en el mejor desenlace para los dos países y su bienhechor efecto —una amenaza menos— sobre el resto del planeta. Lamentablemente, están muy enredados los asuntos en la administración norteamericana. Más de una cosa depende del resultado a comprobar dentro de poco al término de las legislativas. Fuere cual sea, el resultado tampoco garantiza mucho. Menos para este dilema que todo el tiempo hace temer un indeseable disparate, capaz de arruinar lo hecho.
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