En Colombia habrá elecciones presidenciales el próximo domingo 27 en un ambiente de tensión por la violencia política existente en el país, los engaños gubernamentales sobre el Acuerdo de Paz nacional, denuncias sobre la supuesta existencia de jurados falsos que contabilizarán votos a favor de la extrema derecha.
El senador colombiano Armando Benedetti denunció la supuesta existencia de un cartel de pequeñas empresas que habrían introducido jurados falsos en las elecciones legislativas del pasado 11 de marzo y, con seguridad, dijo, “pueden repetir la irregularidad en los venideros comicios” para sustituir al rechazado mandatario Juan Manuel Santos.
Son, por lo menos, afirmó el legislador, 4000 personas que responden a una mafia política para desequilibrar el resultado de las elecciones y colocar en la Casa de Nariño al representante del partido que les paga.
Dos son los candidatos que poseen más oportunidades de alcanzar la primera magistratura de una Colombia reaccionaria, aliada hasta los tuétanos a Estados Unidos, fomentadora de la injerencia militar contra Venezuela y sumisa ante el gran capital que propicia las matanzas de exguerrilleros y activistas sociales en mayores cifras que cuando existía la guerra civil.
Santos permite la absoluta impunidad de los grupos paramilitares que actúan en las zonas campesinas para eliminar a personas revolucionarias o defensores de las tierras. Más de 150 individuos han sido asesinados luego de la firma de paz de su gobierno con las ex guerrilleras Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP), en 2016.
Dos políticos de diferentes ideologías aparecen como los de más posibilidades de lograr la presidencia, bien en la primera vuelta, si alguno obtiene la mitad más uno de los votos válidos, o en segunda, en junio siguiente.
Se trata del senador Iván Duque (1976), el hombre del ultraderechista expresidente Álvaro Uribe, cuyo partido Centro Democrático lo catapultó a la candidatura. Tres años atrás pocos conocían a este abogado que dice ser un apasionado de la economía, amante del fútbol y de la música de los cubanos Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Compay Segundo, aunque también de Led Zeppelin.
“Quiero agradecerle al presidente Uribe, mi mentor, por su liderazgo, orientación y por inspirar nuestro partido. A su lado vamos a recorrer todos los rincones de Colombia”, dijo Duque en conferencia de prensa luego de su postulación.
El que no sea conocido terminó siendo una virtud en la Colombia de hoy al que muchos consideran un país putrefacto por sus políticas antipopulares, la impunidad, el narcotráfico, la corrupción, los grupos paramilitares.
Algunas voces le favorecen, como Alberto Casas, de la revista Bocas, pues, dijo: “…tiene grandes ventajas por joven, por nuevo, por estudioso y buen senador”. Aunque pocos dudan de que se convertirá, si gana, en un esclavo político de Uribe y sus métodos asesinos y retrógrados. Duque advirtió, no obstante, que sus ideas políticas se encuentran más al centro del espectro ideológico.
Su padre fue gobernador de Antioquia y ministro. Su abuela materna, la cartagenera Stella Tono, le regaló los discos con los discursos de Jorge Eliécer Gaitán, cuyas palabras declamaba de memoria cuando tenía siete años.
A pesar de su admiración por Uribe, este puede convertirse en su peor enemigo, pues ello significa que carga con amigos y enemigos del exmandatario y fundador de los grupos militares cuando gobernaba Antioquia.
Su proyecto de gobierno contempla la recuperación económica, la lucha frontal contra la corrupción y la delincuencia, así como una mejoría que sea visible en una nueva estructura en la salud y la educación.
El otro aspirante con posibilidades de ganar la presidencia es el centro izquierdista Gustavo Petro (1960), líder de Colombia Humana, ex alcalde de Bogotá, quien goza de una alta preferencia entre el electorado, aun cuando las encuestas lo sitúan en segundo lugar frente a Duque. Sabido es que, salvo excepciones, en América Latina las investigadoras son poco confiables.
Petro, víctima de tres atentados durante su campaña electoral, el último el pasado martes en su oficina de Valledupar, departamento del César, ha sido un fenómeno electoral. Economista y diplomático vivió en Zipaquirá, departamento de Cundinamarca, donde ocupó diversos cargos públicos. En su juventud fue parte de la organización guerrillera insurgente de centro izquierda M-19. Senador de la República por el Polo Democrático Alternativo (PDA) en las elecciones de 2006. En 2009 renunció a su cargo para aspirar a la presidencia de Colombia en las elecciones de 2010 en representación de la misma colectividad. Fue Alcalde Mayor de Bogotá entre 2012 y 2015.
Un escándalo político se desató en torno a su figura cuando en diciembre de 2013 fue destituido por la Procuraduría General de la Nación por la crisis de la recogida de basura en la capital. En abril de 2014, un fallo del Tribunal Superior consideró la decisión sin fundamentos y exagerada y ordenó su restitución, ejecutada por Santos meses después.
Para una parte de la población, Petro representa la esperanza de una Colombia mejor, alejada del crimen y de la postura política que la alinea con lo peor de la ultraderecha internacional.
El exsenador y candidato es odiado por las fuerzas retrógradas de la nación. Su figura se vio de nuevo en primer plano luego de que el capturado terrorista de origen cubano Raúl Gutiérrez confesara hace pocos días que planeó atentados contra políticos de izquierda: Rodrigo Londoño, exlíder de las FARC-EP, Petro y diplomáticos cubanos, entre ellos el embajador. Gutiérrez hizo pública su confesión el pasado 3 de abril en la W Radio a los periodistas Vicky Dávila y Jairo Lozano, lo que hizo que el candidato de Colombia Humana exigiera a la Fiscalía General colombiana actuar con celeridad en las investigaciones en torno al mercenario.
Petro calificó en su cuenta en Twitter de “cinismo perverso que el Fiscal ayer informara de un atentado a un candidato por un anónimo, mientras sabía del atentado a mí con confesión incluida y lo calló. Sólo buscaba resultados electorales con riesgo de mi vida”.
Medios políticos consideran que constituye un grave error la actitud de la justicia cuando tenía procesado al mercenario, preso en la cárcel de La Picota, sin conocimiento de las posibles víctimas, lo cual, dicen, fue ocultado deliberadamente.
La detención de Gutiérrez y su inmediata declaración despertó las alarmas contra Duque y Uribe, ya que el mercenario afirmó que había sido contratado por reconocidos personajes de sectores de la extrema derecha colombiana, para esos fines, y mencionó su relación con el sujeto Roberto Hernández, también de origen cubano, que trabaja para la campaña de Iván Duque y antes para la de Uribe Vélez. “Roberto Hernández es un cubano que ahora dice que trabaja con Duque y Uribe, y se hizo ciudadano colombiano”, afirmó a los periodistas el sicario.
Lo que quedó claro es que Gutiérrez no actúa solo. Algunos analistas afirman que el clan de Uribe prefirió utilizar a un mercenario de la mafia de Miami en lugar de colombianos, que actúan profesionalmente y con amparo, con el propósito de evitar, como ha sucedido, que lo encandilen los focos.
Según una encuesta del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), que consultó a 2500 personas posibles votantes, Duque obtendría el primer lugar en las elecciones, seguido de Petro. Les siguen el aspirante de Compromiso Ciudadano, Sergio Fajardo, después el integrante de Movimiento Mejor, Germán Vargas Lleras, y del Partido Liberal Colombiano, Humberto de la Calle.
La encuesta también mostró que siete de cada diez colombianos consultados rechazaron la gestión del presidente Santos y esperan que la situación del país mejore con el nuevo Gobierno. Todo apunta a una definición en el balotaje. La fuerza de la intención de voto de Duque se apoya sobre el uribismo consistente del campo y de los pueblos del centro del país, que efectivamente vota en las elecciones.
Pero este electorado rural del centro no será suficiente para asegurarle la victoria y necesitará también el apoyo de una parte substancial del voto urbano, particularmente en las capitales del centro del país.
Petro, por su parte, logró consolidarse desde principios de año, marcando en las encuestas una tendencia a un crecimiento lento pero continuo, basado en una campaña eficaz y muy activa que ha logrado enfocarse correctamente a nivel territorial. Según la encuesta de Invamer, Petro le gana a Duque en Bogotá, y sobre todo en la zona Caribe, que si fuera sola estaría a punto de otorgarle una victoria en primera vuelta.
Los colombianos, dados al abstencionismo, tienen la última palabra en el país donde cada día mueren activistas políticos y sociales, pero también quienes poco se interesan por la compleja situación nacional, a los que el Ejército después califica de “falsos positivos” o asesinados por error.
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