Lo que está en juego en las próximas elecciones presidenciales en Chile es dilucidar si efectivamente la izquierda en el país sureño es “la mitad más uno” o si la derecha llegó para quedarse e ir alternando el poder.
Chile, más allá de algunos atisbos a mediados del siglo pasado, es un país donde principalmente ha gobernado la izquierda. A la luz de la historia, un quiebre importante se materializó en 2010, en circunstancias en que Sebastián Piñera como representante de la derecha se impuso, dando término a una espera de más de 50 años de su sector alejado de la banda presidencial. En 2014, eso sí, volvió al poder la socialista Michelle Bachelet —prácticamente corrió sola—, y de paso, dejó indirectamente planteada una pregunta. ¿Habrá sido solo un paréntesis en la historia el gobierno de derecha? ¿Y si no fue un accidente en la historia y la izquierda ha perdido su influencia, vigor y su capacidad de aunar fuerzas?
Un hecho importante es que en la elección de 2010 la izquierda llegó desgastada y dividida en dos bloques, lo que fue aprovechado por Piñera, quien con nuevos bríos ofreció respuestas y caminos ante nudos críticos sociales de Chile como la desigualdad, la justicia y hasta el crecimiento económico.
El fin de semana pasado Piñera se acaba de imponer en las urnas en una elección primaria de su sector, contienda que dilucidó quién de los precandidatos va directo a primera vuelta llevando la bandera de sus ideales. El escenario se repite, pues la periodista Beatriz Sánchez se alzó como ganadora ante el sociólogo Alberto Mayol en el Frente Amplio. Éste último se trata de un conglomerado nuevo que recogió el sello de su símil en Uruguay, y que encarna los valores de la izquierda. En este escenario se encuentra también Alejandro Guillier, también periodista y sociólogo, que simboliza el ideario oficialista y, por decantación, al continuismo de las reformas educacionales, laborales y sociales que ha instaurado Bachelet en su actual administración. Raya para la suma, el escenario actual posee aspectos muy similares al del 2010, cuando se alzó Piñera como presidente, salvo algunos detalles.
Alejandro Guillier enarbola banderas del librepensamiento, del progresismo, posee carisma y es transversal; vale decir, es capaz de tender puentes con el Frente Amplio pues hay coincidencias ideológicas de fondo. Todo pareciera ser factor, pues Piñera aventaja en las encuestas a Guillier pese a numerosos escándalos y acusaciones de aprovechamiento del cargo de presidente para realizar negocios familiares (Exalmar), entre otros tantos. El candidato de la derecha está salpicado por actos reñidos con las buenas prácticas y eventualmente haría peligrar la institucionalidad con más acusaciones contra él en el caso de que sea escogido como presidente.
La elección es en noviembre, donde todo indicaría que Guillier con Piñera (de no mediar una mayúscula sorpresa de Sánchez) pasen a segunda vuelta y se resuelva en diciembre quién finalmente llegue al sillón de La Moneda.
Piñera llega herido con acusaciones y con promesas de crecimiento económico, mientras que Guillier apuesta a continuar y mejorar las reformas de seguridad social impuestas por Bachelet. De imponerse Piñera, al menos en la “foto histórica del momento”, vendría a modificar el escenario, evidenciando que la alternancia en el poder llegó para quedarse; mientras que si Guillier es el nuevo presidente se corrobora de momento que Chile es, siente y respira izquierda.
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