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sábado, 21 de diciembre de 2024

Caza de brujas en Brasil pretende eliminar al PT

Comienza la etapa final del golpe de Estado parlamentario contra la presidenta Dilma Rousseff...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 25/08/2016
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El juicio político contra la presidenta Dilma Rousseff, reconocido en medios políticos como un golpe de Estado parlamentario, comienza este jueves en Brasil, en una cacería de brujas contra el oficialista Partido de los Trabajadores (PT) y el interés capitalista de recobrar una importante pieza en Suramérica.

Por mucho que los líderes de la derecha brasileña, en primer lugar el presidente interino Michel Temer y sus compinches, pretendan darle un visto de democracia al proceso contra Rousseff, en realidad se han burlado de su defensa, de las pruebas contundentes a su favor y de su evidente inocencia, comprobada en los descargos de su abogado José Eduardo Cardozo.

Por el contrario, en el complot contra el PT y su gobierno quedó evidenciado que los traidores a la democracia inventaron una serie de patrañas para anular al gobierno de tintes progresistas de Rousseff y a los principales líderes del PT.

Nunca fueron buenas las relaciones entre la mandataria y su vice Temer —en puntas ideológicas contrapuestas—, e incluso, ahora muchos consideran que el principal error del PT fue buscar como aliado para formar gobierno a Temer y su derechista Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB). Aunque también es cierto que tampoco había mucho donde escoger, dada la conocida podredumbre de la partidocracia de esa nación suramericana.

Los años de convivencia forzosa en el Palacio de Planalto dejaron más tristezas que alegrías. El PMDB hizo hasta lo imposible, en avenencia con el también derechista y perdedor en los últimos cuatro comicios presidenciales, el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) para impedir las articulaciones en el Congreso Nacional que permitieran el desarrollo armónico del país. La jefa de Gobierno vivió los cinco años de sus dos mandatos bajo un férreo bloqueo parlamentario.

Fue en ese mismo Parlamento, liderado por el PMDB, que los diputados de derecha, en mayoría, sabotearon las leyes gubernamentales y urdieron, conciliaron, organizaron e hicieron efectivo un golpe de Estado con el pretexto de falsas acusaciones improbadas hasta ahora. Sin embargo, a pesar de la comprobada inocencia de la mandataria, nada les detiene en su plan de eliminar al PT de los mecanismos políticos, en una acción que analistas consideran una cacería de brujas contra sus dirigentes, en aras de sacarlos de la vida política mediante tergiversaciones, mentiras y falsas acusaciones.

Esta confrontación para eliminar a la mandataria y arrastrar con ella al expresidente Luiz Inacio Lula da Silva —eventual ganador de la presidencia en el 2018— comenzó cuando Rousseff ganó en 2014 un segundo mandato con un 51 % de los votos, en medio de una crisis económica global, y defendiendo la continuidad de programas que en los últimos 13 años beneficiaron a la gran mayoría del pueblo pobre de ese país, donde existe la mayor desigualdad social del planeta.

Ante una izquierda que ahora da muestras de alguna fortaleza, en especial los movimientos populares, existe un bloqueo político de derecha homogéneo, con una meta clara. Y aunque el gobierno petista no hiciera significativos cambios estructurales: lo quiere todo, sin medias tintas. La oligarquía brasileña quiere gobernar en solitario y para ello puso en marcha sus mecanismos: desde parlamentarios corruptos que sirven a sus intereses en el Congreso, hasta una guerra mediática sin concesiones.

La élite capitalista brasileña quiere gobernar con sus políticos de confianza, o sea, los boicoteadores de la presidenta “…y anular las pocas conquistas sociales de los últimos años”, tal como indicó en su artículo “De la tragedia a la farsa: el golpe del 2016 en Brasil”, el autor Michael Löwy.

Con las medidas neoliberales adoptadas por un confiado Temer, hay certeza de que Brasil devendrá rehén de intereses específicos y de una riqueza privada tiránica, que destruirá las conquistas alcanzadas por los gobiernos petistas.

¿Qué puede esperarse en los próximos meses si el Senado, como se presume, destituye de manera definitiva a la presidenta?

El profesor André Singer, en un artículo sobre el futuro de Brasil, aboga “…por un frente amplio, democrático y republicano”, lo cual constituye una ardua tarea que, visto el panorama de la izquierda, muchos suponen será imposible de conciliar en estos momentos.

Aunque cada día salen a la calle protestas convocadas por organizaciones obreras, estudiantiles, del Movimiento Sin Tierra y otros movimientos populares, hay que considerar que la izquierda aún tiene fricciones internas. Una parte importante de los sindicatos apoya a Temer aunque parezca increíble y hay poca politización en el sector obrero, en especial entre los jóvenes. Sin embargo, también hay coincidencia en que solo con la unión de las fracciones izquierdistas y sindicales podría la democracia reinstaurarse en Brasil a partir de las próximas elecciones presidenciales.

Por lo pronto, a partir de este jueves, cuando Rousseff asuma su defensa ante el Senado —golpe de Estado que culminaría en cuatro o cinco días hasta la votación final—, Brasil y el mundo asistirán a un nuevo manotazo de la derecha regional contra un gobierno progresista que cometió errores, pero no justamente de los que se le acusa.

La mandataria, suspendida el pasado 12 de mayo, fue acusada de violar la Constitución al supuestamente autorizar gastos destinados a los programas sociales sin la debida autorización del Congreso, lo cual es absolutamente válido. Pero la derecha pudo haber inventado cualquier otro motivo e imponer su fuerza en un congreso comprado por la oligarquía.

Este primer día de la sesión extraordinaria senatorial, se presentarán cuatro testigos, dos de la parte acusatoria y dos de la defensa, un mecanismo que concluirá mañana viernes, indicó el presidente de la Corte Suprema.

A partir del lunes, comparecerá ante sus acusadores la mandataria, suspendida por 180 días, quien hablará solo 30 minutos, y luego será interrogada por los abogados de las dos partes.

A continuación, los senadores dispondrán de diez minutos cada uno para expresar sus consideraciones. Después, los abogados de las partes tienen hora y media cada uno para dar sus conclusiones antes de la votación final.

El voto electrónico de cada uno de los 81 senadores decidirá el futuro político de Brasil. Si una mayoría especial de dos tercios (54) vota a favor de la destitución definitiva, Rousseff, además de ser separada de su cargo de manera deshonrosa, será inhabilitada para ejercer cualquier cargo público durante ocho años.

Aunque muy improbable, si ganara esta lucha, el proceso sería archivado y la mandataria retornaría como jefa de Gobierno.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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