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lunes, 18 de noviembre de 2024

Arañazos entre lobos

De la “riña” entre Washington y las autoridades gubernamentales de Puerto Rico...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 02/04/2019
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Puerto Rico - Huracán María1
Puerto Rico fue gravemente destruido con el paso del huracán María en 2017

Cuando dos depredadores se enfrentan, no lo hacen porque uno pretenda desguazar a la víctima y el otro se empeñe en defenderle la vida. El asunto solo se reduce a ver quien definitivamente se la engulle.

Y según el criterio de este autor, algo de eso viene sucediendo en el pretendido diferendo entre la actual administración de Puerto Rico, encabezada por el gobernador Ricardo Reselló, y el presidente norteamericano, Donald Trump.

El tema se ha convertido en una suerte de entretenimiento mediático, toda vez que Roselló ha dicho incluso, en alusión al jefe de la Oficina Oval, que le golpearía en la boca si llegan a encontrarse.

 Y todo viene por las quejas del gobernador boricua a partir de la ridícula e ineficiente ayuda de Donald Trump a la Isla luego del paso del devastador huracán María en 2017 (tres mil muertos y destrucciones al por mayor, incluido el servicio eléctrico aun no recuperado), el fin de ese “apoyo” que acaba de esbozar el también magnate inmobiliario, el “descrédito y desprecio” del mismo  personaje gringo hacia los funcionarios oficiales puertorriqueños, y sus recientes alusiones a que no apoyará la anexión definitiva de Puerto Rico a los Estados Unidos hasta que la Isla no cuente con un “liderazgo competente”.

De manera que para alguien que se ande por las ramas en este entramado, Roselló se puede haber convertido de la noche a la mañana en un adalid de la nación boricua, decidido a defender su integridad y sus valores locales, cuando en realidad no pasa de ser un nato y neto partidario del fin para Puerto Rico del statu de actual Estado Libre Asociado, y su inmediata conversión en el Estado número cincuenta y uno de la Unión, de manera de tener “similares derechos que los restantes ciudadanos norteamericanos.”

Desestimado de calle por el gobernador colonial, desde luego, el transformar la Isla en un país independiente, donde un pueblo libre y de raíces absolutamente caribeñas y latinoamericanas, edifique por sí mismo su presente y su futuro.

Vale recordar que Puerto Rico permanece bajo “protectorado” norteamericano desde 1898, cuando luego de la titulada Guerra Hispano Norteamericana, un Washington “triunfador” dispuso a su antojo de los espacios coloniales desgajados del control de Madrid.

Desde 1952 Puerto Rico sería convertido en Estado Libre Asociado, una entelequia destinada a –sin realizarse la anexión legal- poner bajo el control gringo todas las instituciones fundamentales de ese país del Caribe insular y aprovechar sin miramientos sus recursos naturales y su estratégica posición geográfica.

No obstante, entre sectores políticos puertorriqueños e intereses oficiales norteamericanos, la idea de la anexión nunca ha sido descartada, y es evidente que en medio de la insatisfacción interna por la desfavorable situación del país (una deuda pública de 73 mil millones de dólares, una economía con una década de estancamiento, y un violento costo social), agravado todo por los embates del huracán María y los desplantes de Trump, estos segmentos pretenden venderle a los boricuas que el camino de la recuperación depende únicamente de transformar el país en un Estado norteamericano, y no de edificar una nación totalmente libre.

Justo esa es la perspectiva que no se cansa de repetir Roselló y que acaban de reimpulsar varios congresistas con la presentación ante el  legislativo gringo de un proyecto de ley que decretaría la realización del proceso anexionista.

Y el léxico que apoya estas maniobras no puede ser más contraproducente. Tanto el gobernador como los autores del citado legajo hablan textualmente de que el camino es dejar de ser “colonia” para pasar a ser norteamericanos plenos, con total representatividad en el Congreso y peso legal en las disputas eleccionarias de la primera potencia capitalista, entre otras “bondades”, sin dudas anzuelos dorados para pececillos incautos o enceguecidos por la desesperación y la desesperanza.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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