¿Qué te gusta ver en la televisión?, ¿qué es lo que más te gusta del circo?, ¿cuáles son tus cuentos preferidos?, ¿qué quieres ser cuando seas grande?, ¿te sabes algún chiste?, ¿qué quieres tener cuando seas grande.
Las respuestas que dan los niños a estas preguntas pueden sorprendernos realmente, sobre todo cuando, sentados en la butaca de un teatro, disfrutamos de la proyección de los chispazos de un audiovisual que, además de hilar la dramaturgia del espectáculo, nos muestran la naturalidad de nuestros niños.
“Me gustan los muñe, las novelas extranjeras, los magos y los payasos”….”Me encanta el cuento de los tres cerditos”…”Cuando crezca quiero ser motorista, bailarina, doctora”…”¿Un chiste? Sí, claro, me sé muchos”… “Quisiera tener un carro y una casa grande, un niño, una moto, dinerito…”
Y son estas respuestas reflejo de una realidad en la que se desenvuelven y a la que no siempre le prestamos la merecida atención, más allá de la satisfacción de las necesidades “objetivas” y no de aquellas que conciernen más a su crianza, su educación, sus valores…
¿Ya chequeaste a los niños?, es la pregunta que se repite en aquel clásico de terror que conmocionó al mundo durante la década de los 80, y es la que sirve de pretexto para que el humorista cubano Ulises Toirac titule su más reciente espectáculo, “el más complejo de los que ha realizado hasta ahora”, según ha declarado.
Un niño con un perro que habla de su familia, de sus amiguitos, de su maestra, de su escuela…
Un mago que pretende divertir, un titiritero “improvisado”, un presentador de noticias, un cantante y un tipo normal…
Son estos los “cambios de piel” más que de vestuario que comparte Toirac en su unipersonal, en el que se auxilia de títeres, de actos de magia, de canciones de su autoría con ritmos conocidos y sobre todo de su carisma para hacer entender que se nos puede escapar de las manos lo esencial, lo que no debería faltar en la crianza de un niño.
A los niños hay que hablarles con el corazón, insiste en uno de sus monólogos y tal vez fue esta la principal motivación que lo llevó a investigar acerca del mundo infantil y a pensar en torno a lo que hacemos y dejamos de hacer por los niños, desde lo familiar y lo social.
La falta de cariño familiar, las fallas en el proceso de enseñanza aprendizaje, la ausencia de dedicación, los modales en extinción, los temas “escabrosos” y la amistad convergen junto a dificultades económicas que, por considerarse más importantes, se convierten en la condicionante que agrava el entorno infantil.
Son los niños el futuro, declara Toirac, y me interesa convocar al público adulto a percatarse de ello mientras disfruta de un espectáculo hecho con los códigos de los niños. Lo que se converse a la salida del teatro, lo que se refleje en los rostros de los asistentes, las sonrisas, los aplausos y las muecas son también el resultado de esta puesta que ha demandado del creador del personaje Chivichana una preparación intensa.
¿Ya chequeaste a los niños?, te preguntarás después de una hora, y valdrá la pena, al menos, hacerte el cuestionamiento. Después, mucho después, puede que sea tarde.
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