Según decisión de un célebre Jurado – ellos mismos en su mayoría galardonados con este alto lauro- el maestro del humor para pensar el séptimo arte cubano, Juan Carlos Tabío, podrá agregar a su larga y destacada trayectoria profesional el ser Premio Nacional de Cine, el galardón más importante de esa manifestación en Cuba y en el que se reconoce el conjunto de sus más de cincuenta años de labor.
Cubahora tuvo el privilegio de ser uno de los primeros en conocer el veredicto y entrevistar a algunos de los miembros del grupo de artistas e intelectuales que concedió este reconocimiento, integrado por el presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, Miguel Barnet; Luciano Castillo, uno de los más prestigiosos críticos cinematográficos; el director de fotografía Ángel Alderete, el productor Evelio Delgado, los realizadores Manuel Pérez y Juan Padrón, y la actriz Daysi Granados, estos últimos Premios Nacionales de Cine 2013, 2008 y 2007, respectivamente.
Al preguntarle a Luciano Castillo, recientemente escogido como Director de la Cinemateca de Cuba, lo que singulariza a Tabío y lo separa de los demás directores cubanos, nos respondió que sobre todo la utilización de la comedia como medio de reflexión de la realidad.
“Desde sus primeras películas utiliza este elemento como uno de los principales en su dramaturgia. Se ve en su corto Dolly back (1986), en sus largometrajes de ficción. Es un director que utiliza siempre el cine como un escalpelo.”
Muy joven, con sólo 19 años, rodó Tabío su primer documental: Peligro (1962), a lo que le siguieron unos 30 materiales, entre cortos y medios metrajes, hasta que en 1983 realiza Se permuta, una versión de su propia pieza teatral, llevada a las tablas dos años antes por él mismo.
Desde que comenzó Tabío en los documentales, se veía allí un director distinto, comentó Castillo.
“Una curiosidad: si se observa en los créditos de La muerte de un burócrata (1966), se ve su nombre ahí, muy jovencito. Su colaboración con Titón (Tomás Gutiérrez Alea) fue impresionante, hay que ver el sentido de la responsabilidad de Tabío al asumir la codirección de películas como Fresa y chocolate (1993) y Guantanamera (1995).”
Realmente su obra se defiende sola y la decisión fue resultado de un voto unánime, aseguró.
Éxito tras éxito se suceden en la filmografía de Tabío, pero sin dudas Fresa y Chocolate, se lleva la palma al tener el privilegio de ser la única cinta cubana nominada a un Premio Oscar. A poco más de 20 años de su estreno, esta cinta continúa dando que hablar por su valiente tratamiento de la actualidad en esa Cuba de finales de los 80 y principios de los 90 del siglo pasado, una sociedad al borde de un dramático cambio, y que ya no volvería a ser la misma.
Tanto en sus proyectos conjuntos como en sus creaciones individuales, Tabío se encargó de ahondar en las pequeñas tragedias de sus personajes, como reflejo de la situación que vivía en ese momento el país, y lo hizo a su manera: con un humor agridulce que por un lado te sacaba una sonrisa, y por el otro, te hacía pensar.
Con Plaff o Demasiado miedo a la vida (1988), este director demostró su maestría al narrar a través de los absurdos diarios que le suceden a mucha gente.
Daysi Granados, o la Concha que recibe estoicamente esos “huevazos” anónimos, confesó a Cubahora que estaba muy feliz en lo personal por este Premio a Juan Carlos.
“Para mí fue una gran alegría porque trabajé en dos ocasiones con él y pude darme cuenta el magnífico profesional que es. Me dirigió en El elefante y la bicicleta (1994) y Plaff, que para mí es una gran obra, muy particular. Me encanta. Fue una película en la que disfruté mucho, donde me divertí mucho, aunque él siempre me decía: la habrás disfrutado tú, pero yo sufrí mucho.”
Fue un gran placer poder poner mi aporte para que tenga este premio, remarcó.
De su posterior quehacer, el público recuerda con mucho cariño sus largos Lista de espera (1999), Aunque estés lejos (2003), El cuerno de la abundancia (2009) y El dulce amargo de la desesperación, un cuento del filme coral Siete días en La Habana (2011), donde continúa demostrando su ingenio y su peculiar forma de sorprender al espectador con esa manera de sentir tan propia de los humildes, de lo popular, de lo que aparenta ser simple y poco profundo, pero que al final se las arregla para arrancar un suspiro de comprensión, porque todos entendemos por qué lloran o ríen sus personajes.
UN PREMIO EN DESVENTAJA
Creado en 2003, el Premio Nacional de Cine representa el máximo galardón que se concede a quien haya hecho del séptimo arte su vida y se le ha otorgado anteriormente a figuras indiscutibles del devenir del celuloide en la Cuba revolucionaria, entre ellos Alfredo Guevara, Julio García Espinosa, Humberto Solás, Fernando Pérez, Leo Brouwer, Raúl Pérez Ureta, Eslinda Núñez y José Massip.
Pero son muchos los que, fuera del foco de atención, han hecho mucho por que esta sea una plaza fuerte en la historia de la cinematografía mundial, preocupación que varios de los Jurados se encargaron de transmitir.
La condición del Cine y su particular manera de englobar Arte e Industria, lo diferencia de los demás Premios Nacionales, que surgieron unos 15 años antes, advirtió Luciano Castillo.
“El cine tiene especialidades, tiene los actores, los directores, pero hay algunas a las que nadie recuerda, quizá porque no las conoce. No es como las artes plásticas, la música, este es un sector que aúna dos partes diferentes, que al final forman ese todo. Eso hace que estemos en desventaja con respecto a los demás.”
Por su parte, Manuel Pérez Paredes, Premio Nacional en 2013; agregó que enfrentarse a sectores y profesiones tan diversas y tener que dar un solo lauro, hace el proceso de selección muy difícil.
Estamos haciendo un balance de vida –precisó- en actividades tan diversas y diferentes entre sí como son la actuación, dirección, guión, música, el sonido. Eso hace que incluso se queden muchas personas sin recibirlo.
“Son muchos en Cuba los que han dedicado su vida al cine, que lo merecen”
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