I DESARRAIGO
El rayo surca, sangriento,
El lóbrego nubarrón:
Echa el barco, ciento a ciento,
Los negros por el portón.
El viento, fiero, quebraba
Los almácigos copudos;
Andaba la hilera, andaba,
De los esclavos desnudos (…)
José Martí
Corre el año 1520. En una aldea africana los niños juegan alrededor de una fogata, mientras los mayores bailan al ritmo de un canto dedicado a sus ancestros para aclamar fertilidad y prosperidad. En la línea donde se pierde el horizonte asoman objetos desconocidos.
Ellos no lo saben aún, pero, además de hombres de tez blanca, los barcos traen a bordo el rompimiento de sus familias, el inicio de siglos de dolor, maltratos, torturas y asesinatos, la esclavitud y un desarraigo que les pesará en el cuerpo y el alma.
Debido a que la sobreexplotación puso a los indígenas oriundos de América al borde de la extinción, los negros africanos fueron arrancados violentamente de sus tierras para usarlos como fuerza de trabajo. Entre los siglos XVI y XIX, 12 millones arribaron a América y las islas del océano Índico. Fueron trasladados en barcos, bajo condiciones infrahumanas, en grupos de 450 o 500.
Muchos de ellos perecieron por las malas condiciones existentes en las embarcaciones, otros murieron más tarde ante el exhaustivo trabajo a que fueron sometidos en las grandes plantaciones de azúcar, tabaco, algodón, cacao y en las minas de oro y plata.
Otros sobrevivieron y contribuyeron a mantener viva la herencia cultural que hasta hoy permanece como parte indisoluble de la idiosincrasia de muchos países como Cuba.
II LA NUEVA CASA
Vinieron multitud de negros con multitud de procedencias, razas, lenguajes, culturas, clases, sexos y edades. No hubo elemento humano en más profunda y continua trasmigración de ambientes, de cultura, de clases y de conciencias.
Fernando Ortiz
Entre las primeras colonias a las que arribaron los negros esclavizados estuvo Cuba. Se introdujo en el país un promedio de siete mil esclavos africanos cada año.
Ellos nos transmitieron un invaluable patrimonio cultural. Cultivaron en las entrañas de Cuba sus costumbres, ritmos, danzas y una maravillosa oralidad presente en todas las esferas populares. Como parte de ese intenso e inacabable acervo, Cuba adoptó, desarrolló, defendió e hizo suyo el complejo de la rumba.
III LA RUMBA TE LLAMA
Es un sonido que hace vibrar cada fibra del cuerpo. Aunque lo intentes, no conseguirás permanecer inmóvil ante su fuerza, seducción y sentimiento. Te estremecerá por dentro, descubrirás en él cantos de antaño, cargados de historias de cepos, escalera y cimarronaje, jaurías de perros y ansias de libertad. Sentirás una atracción ineludible, innegable, imparable. Es el sonido de la rumba.
La rumba cubana surgió a fines del siglo XIX, mas, lejos está de parecer un fenómeno impoluto, en el seno cubano se ha transformado, ha crecido, se ha desarrollado.
Originalmente olía a melado de caña, a negro y a barracón. En los solares los negros también depositaban en ella sus anhelos de buenaventura en la tierra que los acogió. Hoy conserva el latido mestizo que nos define, la sensualidad caribeña que nos distingue y el espíritu de fiesta colectiva que marcó su nacimiento hace más de dos siglos y, aunque todavía hay quien la asocia a prácticas profanas y vulgares, la rumba es una de las manifestaciones más auténticas de la cultura nacional.
Más que una representación de música y danza, constituye un estilo de vida, una filosofía que contiene una mística ligada a religiones.
La rumba forma parte indisoluble de nuestra idiosincrasia, no solo como resultado de la transculturación que cimentó las bases de identidad nacional, sino también como depositaria de las más genuinas referencias sobre quiénes fuimos y quiénes somos. De eso se trata Timbalaye.
IV LA RUTA DE LA RUMBA, TIMBALAYE
Yo soy de la timbalaye
¡Qué guaguancó!
Yo soy de la timbalaye
¡Qué guaguancó!
Al compás de los tambores
Oigan mi voz:
ritmo cubano,
sabor africano
y angolano también
Timbalaye, yo soy latino-africano, Timbalaye
Yeye yeye mawo, su manía de oro
Fue hace casi dos décadas cuando la iniciativa prosperó, gracias a los desvelos de Irma Castillo y Ulises Mora, los mayores “padrinos” del proyecto musical Timbalaye. De ahí germinó entonces la iniciativa de la itinerancia de la rumba por toda la Isla, una propuesta que nació también gracias al impulso de la Asociación Hermanos Saíz.
“Más que responsabilidad es un legado histórico, un ejercicio necesario de la memoria. No podremos olvidar nunca la barbarie de la esclavitud, que se convirtió luego en la libertad que disfrutamos hoy.
”Con la rumba demostramos la dignidad de la cubanía, la fortaleza que nos distingue desde los tiempos de las guerras por la independencia. Nos ha permitido edificar una escalera de valores que sostiene nuestra resistencia ante la globalización y los intentos de suplantar nuestra cultura.
”En ese sentido la rumba también es libertad y sirve para dignificar a la humanidad”, valoró Ulises Mora, presidente del Festival Internacional de la Rumba Cubana.
La rumba ha estado presente en cada etapa de las luchas por la independencia de Cuba. Durante la época colonial los negros esclavizados encontraron en esta expresión músico danzaria la vía para exorcizarse de dolores, pasiones y añoranzas. En las guerras libertadoras acompañaron al pueblo cubano y hoy deviene expresión fidedigna de la firmeza con que los habitantes de esta isla se hacen sentir como herederos de un legado cultural invaluable. Defender ese acervo es también es el espíritu de la Ruta de la Rumba.
“La rumba representa nuestra herencia africana y ha sido siempre defensora de nuestro proceso histórico y cultural. Hoy la disfrutamos y la sentimos como una libertad del alma pero hubo un tiempo en que simbolizó el cimarronaje, fue el modo que encontraron nuestras ancestros de expresar el dolor, el desarraigo que sufrieron al ser desposeídos de su tierra natal y su cultura.
“Con nuestra labor también pretendemos honrar al continente africano y representarlos dignamente”, profundizó Irma Castillo, directora artística de Timbalaye.
En el año 2009 la Ruta de la Rumba celebró su primera edición. Ya desde su génesis propiciaba talleres, cursos de canto y percusión, ponencias, encuentros teóricos y conferencias de música y antropología, concursos de danzas populares cubanas, espectáculos teatrales y danzarios, entrega de los premios Fernando Ortiz al grupo rumbero, al cantante, al bailador y al tamborero más destacados en el evento y a la mejor ponencia sobre la rumba cubana.
Entre sus dedicatorias este 2018, la Ruta de la Rumba, Timbalaye, rememoró los 30 años de Los reyes del tambor y los 65 de Los Muñequitos de Matanzas, considerados por Mora como “baluartes, insignias, íconos de la cultura”.
“Van más allá de la rumba, del baile y de la música. Son representación de la identidad nacional y forman parte del acervo universal que ha mantenido el espíritu de la rumba a través del tiempo.
”Eso lo demuestran también con la labor de las nuevas generaciones que han ayudado a fundar, las cuales aseguran la continuidad, el futuro del género”.
El Encuentro Internacional de la Rumba Cubana establece un diálogo intercultural que defiende la permanencia en el tiempo de una de los testimonios más legítimos de la cubanía.
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