Inquieta, vivaracha, polémica, reflexiva… Así ha sido la revista de cultura cubana La Jiribilla desde que se creó el 5 de mayo de 2001, cuando primaba en el escenario digital la tergiversación malintencionada, en muchos casos, de la realidad del país.
Fue entonces cuando, desde el soporte digital y en primera instancia desde el soporte en papel, la revista logró posicionar los contenidos culturales desde un abordaje de crítica profundamente responsable, en respuesta a ese contexto hostil para Cuba, a partir de la colaboración de prestigiosos escritores, periodistas y críticos, muchos de los cuales aún se mantienen integrados a la familia de la publicación.
El viceministro de cultura Fernando León Jacomino, quien fuera director de la publicación desde octubre de 2016 y hasta hace pocos meses, asevera que “es el medio cultural mejor posicionado de Cuba en Internet porque, entre otras causas, ofrece una gama de textos con fuerte rigor crítico sobre temas culturales de actualidad o cercanos a ella. El lector habitual de La Jiribilla, aunque pueda informarse de determinados sucesos del ámbito cultural a través de la sección El Diario, en realidad lo que busca en ella es la crítica, el análisis y la polémica, visiones encontradas, esclarecimiento de temas que han sido tratados de manera superficial o manipulada… Incluso, cuando se publican en ella textos de otros medios, por sus características, parece un texto nuevo, porque existe la segmentación de públicos y la retroalimentación es diferente con los lectores de esta revista”.
—Más allá de su rol de director de La Jiribilla, le tiene un especial cariño a la publicación…
—Ciertamente, hace 14 años, cuando trabajaba como vicepresidente del Instituto Cubano del Libro, no tenía yo ni hábito ni conocimientos suficientes del mundo digital, de Internet y sus potencialidades, y mucho menos imaginaba la lectura en otro soporte que no fuera el impreso. Desconfiaba un poco, como le sucede al que no sabe.
“Entonces conocí La Jiribilla y a su equipo de trabajo, que radicaba en el Palacio del Segundo Cabo, y aunque no disponían de los recursos necesarios desde la infraestructura elemental, era un colectivo muy entusiasta y comprometido y, por ello, no hubo limitaciones para que la publicación viera la luz, con sus diseños atractivos, su concepto atrevido y valioso definitivamente.
”La Jiribilla era un misterio para mí entonces en la red de redes, y por eso perseguía los tabloides y leía en ese formato, interesado siempre en su manera de decir. Luego me distancié un poco en el 2010, cuando dejé de trabajar en el Instituto y, felizmente, cuando comencé a trabajar en la revista Amnios, que compartía el local con el colectivo de La Jiribilla, tuve un mayor acercamiento, sobre todo como autor. Allí publiqué entonces mis textos de crítica teatral, mis reseñas literarias... Se impuso una relación de trabajo fructífera.
”La vida da muchas vueltas, inimaginables, y un día el viceministro Fernando Rojas me llamó y me propuso dirigir la revista. No era una llamada cualquiera, ante todo era la llamada de un amigo y además era un reto.
”Acepté la propuesta y en octubre de 2016 asumí esa responsabilidad. Sin desdorar el trabajo de las personas que me antecedieron, puedo decirte que me encontré una revista inferior a la que conocí. La dinámica era otra, un tanto alicaída, con un equipo muy reducido, con una consagración cuestionable, digamos, porque se publicaba una vez a la semana y primaba la pasividad. El estado de opinión reflejaba que la publicación había perdido prestancia y el posicionamiento que tenía, ganado a partir de su contrapartida a la guerra cultural que otras revistas extranjeras y otros tipos de medios en el mundo digital nos adversan. Era complejo el contexto, se había perdido el sentido de prioridad en los nuevos escenarios con los desafíos que demanda Internet. Varios factores se conjugaban para que la revista fuera venida a menos…
”Identificamos los problemas y buscamos soluciones posibles a ejecutar en corto tiempo. Hasta la ubicación geográfica, cerca del mar, limitaba inversiones para que las condiciones estructurales fueran las mejores, lo que también incide en el estado de ánimo del colectivo de trabajo. Luego nos mudamos a la Casa del Alba Cultural, mejoramos en recursos tecnológicos, en conectividad; aplicamos reformas en el pago de los derechos de autor, que eso también estimula a los colaboradores… Son cuestiones que, aunque extraliterarias, favorecen también la dinámica de la publicación”.
—La Jiribilla tiene hoy casi 10 000 seguidores en las redes sociales (Facebook, Twitter, Youtube) y su página (www.lajiribilla.cu) también ha ganado visibilidad..
—La revista en papel desapareció y el soporte digital es el canal principal, y en el contexto actual no basta con mantener la página con los contenidos que se piensan para ella. En la actualidad ha recuperado la beligerancia que la distingue y ha crecido en el uso de diferentes canales que multiplican su presencia. No solo se vuelca el contenido de la revista en estas plataformas sino que también se generan contenidos para ella y, curiosamente, la edad promedio de nuestros lectores ya no es de 40 a 45 años, sino que a través de estos canales el margen de edades oscila entre 20 y 40. Esa preferencia del público joven nos estimula mucho más…
“Tenemos la expectativa de una transformación estructural porque el portal diseñado hace tiempo ya no da las prestaciones de la Internet 2.0, dificulta la interacción…y es un trabajo que comienza a andar. Es una revista que tiene la aspiración de arribar a sus primeros 20 años renovada, y que trabaja en encargar lo que necesita publicar, que es también una manera más activa de generar una publicación.
”Continúo desde mi rol actual dialogando con la revista, la sigo atendiendo, y afortunadamente la sigo sintiendo como parte de mí. Su directora actual, Rosa Elena Encinas, quien fuera subdirectora, tiene todo el potencial necesario para mantener vivo el espíritu fundacional de la revista para que siga siendo el lugar de encuentro de escritores, periodistas, críticos, fotógrafos, ilustradores y lectores; que abogan por una publicación con identidad propia”.
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