Pura Ortiz Arteaga (La Habana, 1935) ha dedicado toda su vida a la labor de pianista acompañante que comenzó en los tiempos en que era estudiante del prestigioso Conservatorio Levy.
“Cuando me gradué quise continuar allí porque mi maestro Alfredo Levy fue un gran pianista acompañante. Cuando terminaba mis clases me iba para el aula de canto a acompañar a los estudiantes. Después, saltaba para la clase de violín porque eso era lo que me gustaba hacer”, confiesa.
Por esa época, en el mes de octubre de 1948, las hermanas del pianista y profesor holandés Hubert de Blanck habían fundado, en un inmueble de la calle Calzada entre A y B del Vedado habanero, el Conservatorio que lleva el nombre del músico, patriota, promotor cultural y pedagogo nacionalizado cubano.
“Mi maestro tenía la costumbre de dar conciertos en distintas salas y una de ellas fue el Conservatorio Hubert de Blanck. Entonces, cuando éramos alumnos íbamos allí. En un mismo concierto se mezclaban los alumnos de varios profesores.
“Siempre fue un lugar para la música. En esa sala se estrenaron La Médium, por Rita Montaner y El teléfono, interpretado por Ana Menéndez. Había que hacer más funciones de las programadas porque el público repletaba el local.
“Ya en los tiempos en que se funda la Compañía Teatral Hubert de Blanck, su actual directora Orietta Medina, se interesó por que en la sala se presentaran figuras del canto lírico. Por esos recitales pasaron Lucy Provedo, Mario Travieso, Gladys Puig, Pedro Arias, Ángel Menéndez, Ramón Chávez, José Lemar, entre otros, cuando todavía no eran profesionales reconocidos. Siempre los acompañé al piano en el inicio de sus carreras cuando se interpretaba todavía la obra de Hubert de Blanck”.
- A su juicio, ¿qué importancia tiene la figura de Hubert de Blanck para la música cubana?
- “Muchísima, lo mismo como maestro y como fundador del Conservatorio. Él compuso obras preciosas que se pueden tocar en el piano y cantar. Actualmente, muy pocos alumnos de los conservatorios de la Escuela Nacional de Arte y del Instituto Superior de Arte conocen la obra de Hubert de Blanck porque sus maestros no les hablan de ella.
“No existe ningún texto teórico al respecto. Me gustaría hacer un concierto, en el conservatorio que lleva su nombre, dedicado a sus canciones y sus obras para piano para contar la historia de quién fue ese destacado músico”.
La sala del teatro fue considerada en su tiempo como la más moderna, confortable y mejor situada del país, con capacidad para 400 personas (hoy 250), inmejorable tratamiento acústico y buena climatización. En esa época existía un foso para la orquesta acompañante. Luego con la remodelación se prescindió de ese espacio lo cual ha lastrado el empeño de Pura y Orietta porque se continúen presentando, de manera estables, representantes del bel canto en la Isla.
“Estoy muy marcada por mi trabajo en la Orquesta Sinfónica Nacional, el Conjunto Instrumental Nuestro Tiempo y el Coro Nacional de Cuba. El mes que viene hemos planificado realizar un nuevo concierto en la sala con la Cantoría Infantil Juvenil del Teatro Lírico Nacional, un proyecto que me tiene muy entusiasmada desde hace dos años. Yo llevaré mi piano porque actualmente el teatro no cuenta con ese instrumento.
“Debemos rescatar el teatro lírico cubano, que muchos desconocen. Quiero que las nuevas generaciones vuelvan a escuchar a nuestros tres grandes compositores: Ernesto Lecuona, Gonzalo Roig y Rodrigo Prats. Soy fanática también de los boleros cubanos. Igualmente hay que rescatar la música de Hubert de Blanck. Tengo casi la seguridad de que podemos hacerlo”, concluye la maestra Pura Ortiz.
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